Me ayudo a ayudarme

Yo sola, me ayudo. Me paso las horas muertas reflexionando sobre ese verbo. Me ha costado años entender lo más básico de toda la cuestión: nunca ayudes a quien no quiere ser ayudado/a. Y aun me cuesta interiorizarlo a veces. Tengo el alma de hermana mayor, soy la primogénita del universo. Madre no, conste. Decía que ayudar a quien no desea ser ayudado/a es una pérdida de tiempo además de un acto de prepotencia. Eso me digo cada noche, antes de dormir, cuando al apagar el móvil pienso y si es ésta la noche en la que S decide por fin pedir socorro y salir de la mierda donde está metida. Pero yo debo seguir adelante, no debería cabrearme con ella porque no me guste su vida. El otro día me presentó a su marido, a pesar de que le dije que no quería conocerlo, incluso sabiendo que estrecharle la mano era para mí denigrante. A pesar de ello me lo presentó. No se lo perdono. Estreché la mano que golpea a mi amiga.

Me lo estoy currando mucho. Las mañanas las paso de aquí para allá, visitando asociaciones de protección al menor, organizando mis funciones de marionetas para los huérfanos de Marrakech. Quiero ayudar y cuando se me mete algo en la cabeza lo hago: me ayudo. Todo ese esfuerzo no es más que una manera de dar sentido a mis mañanas. Es tan tonto el asunto que me asusto. Mi jefe (exjefe desde mañana porque lo voy a mandar a tomar por culo en su propio despacho mañana por la mañana, pero ese es otro tema)… mi jefe, decía, gana tanto dinero al mes que me hago un lío al pasarlo a pesetas. Hablamos de muchos kilos. Y el muchacho mata el tiempo en su despacho, haciendo no entiendo muy bien qué porque sus empresas son de las que marchan solas. Todos matamos el tiempo, la vida es una inmensa tontería. Me ha dado por ayudar(me) como podría haberme dado por hacerme rica con una empresa de telecomunicaciones y creerme por ello que puedo ser empresaria de espectáculos.

Al otro lado del espejo roto

En algún momento alguien cogió una maza, tomó carrerilla y golpeó con toda sus fuerzas las aguas de Algeciras. Nuestro espejo quedó roto. Qué Alá no permita que sea para siempre y que Cristo se relaje los clavos de la soberbia de una vez porque sólo falta abrir un poco los ojos y pasar 14 kilómetros, en ferri por turismo, a nado por deporte, en balsas mortíferas por sueños.

Gbil- Takek. La montaña del primer hermano, compartimos ADN mal que le pese alguno y aquí Alicia está por fin al otro lado de su espejo. La inmigración es emigración; la señora de la limpieza, una tía que trae regalos en las vacaciones; el chaval que roba los monederos en la Plaza del Salvador, mi primo que pasó en patera; el senegalés que curra 16 horas al día en los campos de Almería, mi hermano que tiene papeles; Said, mi amigo de la infancia que me ha invitado a ir a Barcelona y dice que iremos a ver el Barça en el estadio.

Qué corta memoria la nuestra. Por la mañana, antes de disfrazarnos de nada, mirémonos en el espejo y encontremos por fin el África que todos llevamos dentro.

Reflexiones matutinas sobre la elegancia, tras una noche de insomnio después de un problema laboral en la sala de fiestas donde trabajo

Es de verdad elegante. Elige sus vestidos con buen gusto, su peinado es sencillo pero chic, bien pensado y bien sentido. Se ven pocas mujeres así, soy hija de pintor, valoro y reconozco las cosas que han sido estudiadas con criterio antes de exponerse. Además siempre habla en un tono suave, con una sonrisa calma y sin gesticular por eso parece que tiene razón diga lo que diga. Pero no la tiene y lo peor es que ella cree que sí. Habla de su marido con mucha admiración y respeto. Además a veces parece que le resulta desagradable hablar de cosas tan vulgares como el dinero. Cuando me planto delante y le esputo las cuatro verdades que le tengo que soltar casi semanalmente sobre su respetable esposo, sobre el dinero que nos debe a toda la plantilla de artistas, sobre las condiciones de inseguridad en los camerinos (calefactor de gas, ausencia de extintores y salida de seguridad incluidos) y sobre la falta de contratos y de vergüenza no siempre puedo estar a su altura en cuanto a las formas se refiere. Mi dialéctica la acorrala, eso sí, incluso en francés, y es entonces cuando me dice eso de: Ah, no sé, eso no es de mi competencia, debes hablar con el responsable del asunto. También dice cosas como: La mujer de la limpieza duerme en los sillones del restaurante y trabaja sin contrato por 200 € al mes porque quiere, al fin y al cabo le estamos haciendo un favor, no necesitamos de sus servicios.

Pero ayer se alteró, cuando me negué a salir a cantar si no me pagaban lo que me debían. Le dije que se calmara, que me hablase con educación y ella respondió respirando (suspirando) que no debía preocuparme, que ella era una persona muy educada. Señora, le dije, brazos en jarra y con el regusto de trianera cañí saliéndome por los poros, jugar con el dinero de las familias de sus empleados no es una señal de mucha educación. Al fin y al cabo mi elegancia reside en otras cosas, yo soy más de boa de plumas, ella de traje de chaqueta blanco.

Esta mujer me despista porque cree en lo que dice. Mira a los ojos y defiende su postura con tanta clase y convencimiento que a veces me da pena estar viéndola desde la otra orilla. Me gustaría poder ser amiga suya, me gusta la gente valiente. Pero vive en la Palmeraie que es la isla de los ricos, allí no llega la verdad. Y yo no tuve el valor de incluir en la lista de injusticias que le enumeré anoche aquel caso de acoso a la chica de marketing a la que su marido le pagó 3000 € para que no lo denunciase. Es sólo una mujer enamorada, rica, ciega. Y elegante.

La prisionera

-Qué mal huele.
-Sí, es que F acaba de vomitar.
-F ¿Estás enferma? Vete a casa, no deberías trabajar si estas enferma.
-No puedo ir a casa, no me deja la mujer del patrón.
– ¿Qué quieres decir?

F es la limpiadora de los camerinos de la sala de fiestas donde trabajo. No tendrá más de 16 años y es analfabeta. Mi árabe es tan penoso como su francés así que un compañero me traduce y me explica que F lleva durmiendo en los sillones del restaurante más de dos meses. La razón: el chofer encargado del transporte de los empleados no la quiere llevar a su casa porque su barrio está ligeramente apartado del centro. Los patrones están al corriente. Ella no se queja. La posibilidad de coger un taxi desde la última parada que hace el transporte hasta su casa a esa hora no se le pasa por la cabeza, hay cosas que una mujer está incapacitada para realizar y una de ellas es tomar un taxi a las 2 de la mañana. El resultado: vive desde hace meses en el restaurante y cuando digo vive quiero decir que vive recluida porque el local está muy apartado de la ciudad y sólo se puede acceder a él en coche. Unos maleantes han sabido que pasa allí los días sola y han intentado atacarla de manera que ahora teme salir a la puerta si quiera a tomar algo de sol. Además no le dejan la calefacción encendida durante la noche así que se ha puesto enferma, por eso vomitaba. Por eso y porque se alimenta de los bocadillos que el chofer le trae de la gasolinera más cercana. Vive prisionera en la sala de fiestas.

El orfanato de Issil

Una chica me dio las gracias por los pañales mientras otra me preguntaba sonriendo amablemente si me apetecía ver a los pequeños. Me encontré entonces en una de esas situaciones en las que me desdoblo. Una parte de mí, mecánica, enérgica, rápida y completamente irresponsable, se adueña de mis actos y obro entonces como una de mis marionetas. Ya no mando yo, manda esa otra Alicia que camina hacia delante y gracias a la cual me he pegado ya varias hostias. En cuestión de décimas de segundo dentro de mí las ganas se adueñaron de mi lengua: Oui… si je peut… tartamudeé en lo peor de mi francés. Ya no me acordaba de que antes de entrar había decidido dejar el paquete y largarme porque tenía miedo de tomarle cariño a los niños y que eso me hiciese sufrir. Lo demás es lo de siempre, ochenta niños abandonados son sólo pañales, yogures, mocos y papillas. La mierda en zapatillas de estar por casa no asusta tanto como en la TV. Cuando quise darme cuenta me encontraba con un bebé de un mes en un brazo y un biberón en la otra. Además, los niños no saben de lo superfluo, para ellos existe sólo un habitación llena de cunas y unas señoras con batas blancas que les cambian los pañales y les dan muchos besos. Y eso es lo que nos queda a los adultos, porque ellos mandan.

Sin darme cuenta en los últimos meses he estado caminando hacia algo que una vez, a los 17, me atreví a soñar: trabajar como voluntaria en África. No podría explicaros lo que esos niños me hacen sentir. Desde que decidí venir a Marruecos me perdí en cosas como buscar trabajo, casa, visados… estaba tan ocupada en el cómo que se me olvidó el por qué y, de pronto, cuando me encuentro de cara con la recompensa a tantos esfuerzos me acuerdo de la razón primera por la que vinimos y me hago consciente, una vez más en mi vida (como aquella función en Teatro Lope de Vega o aquella noche de amor en Edimburgo) de que un sueño más se me ha cumplido.

Álgebra

Madame Alaoui me ha dicho que su hija la visitará muy pronto. Ahora está en París y sólo espera las vacaciones de los niños para poder venir a verla a Marruecos. Su hija tiene un precioso apartamento en los Campos Elíseos, su yerno es dueño de varios hospitales privados y tiene muy buenos ingresos, no les falta de nada. Madame Alaoui está en Marrakech porque su madre murió hace poco y tenía que arreglar el papeleo del testamento, pero el 15 de diciembre su hija vendrá a recogerla y volverán todos a Francia. Francia es mejor, allí la gente es amable con las ancianas, no como aquí que ni si quiera me paran los taxis, sólo porque estoy enferma, porque Madame Alaoui es diabética y debe ir tres veces al día al hospital, ¿Me das dinero para pagar el taxi? Dame más, por favor, también tengo que pagar a la enfermera. Es difícil encontrar un taxi en la puerta de su casa, hay que hacer un pequeño esfuerzo, venga, yo la ayudo, son sólo dos manzanas, en la esquina pasan más pero las piernas no le resisten. Ven a verme, mañana a las 12 te espero en mi casa, mi hija va a venir pronto… pero hay cosas que no termino de comprender, no me cuadra el álgebra, será que traduzco mal del francés. Por ejemplo, Madame Alaoui no puede tener una madre recién muerta a menos que la difunta haya dejado de padecer a los 130 años. Tampoco entiendo lo del viaje de su hija en fecha 15 de diciembre (hoy es 19 de enero, algo falla). Pero lo que menos entiendo es porque Madame Alaoui pide limosnas por la calle si dice que su hija es rica.

Humo

Feliz 2009. Qué felicidad, sí. Otra vez la bola de espejitos que da vueltas, las luces de colores y sobre todo la máquina de humo en marcha, por supuesto, para que no se vea nada. Mi música no es más que un narcótico, debo dejarlos semiinconscientes para que puedan bailar, fumar, beber y sobre todo gastar. El humo lo tapa todo y mi voz adormece la poca conciencia que les pueda quedar aun alerta.

Todo es vulgar en una fiesta en la Palmeraie pero en realidad soy yo la que está fuera de lugar, yo soy la única hipócrita, la única que está ahí por el dinero. Todos los demás creen firmemente que el mundo es como es y no hay nada que se pueda hacer. Incluso hay muchos que ni si quiera saben cómo es el mundo. Están ciegos o equivocados pero al menos son coherentes con lo que sienten. Soy yo la sola energúmena que se planta delante de ellos a cantar canciones vulgares, en un espectáculo vulgar, con una sonrisa vulgar mientras en el barrio de al lado la gente se arrastra en el suelo para dormir al lado de una candela. Tengo que dejarlo. Porque yo no he venido a Marrakech a esto y me lo repito demasiado a menudo, cada noche, en cada canción y hay veces que odio al público y eso no pude ser.

La bella durmiente


A mi mejor amiga aquí en Marruecos la casaron cuando aun era menor de edad con un hombre mucho mayor que ella. Desde ese día tuvo que dejar de estudiar y de tener una vida social normal. Hoy prácticamente se relaciona sólo con su familia y conmigo. A partir de la boda ha llevado siempre hijab y chilaba porque su marido no le permite salir con otra indumentaria a la calle. En honor a la verdad, normalmente, y salvo en contadas excepciones, en general su marido no le permite salir a la calle nunca, independientemente de la indumentaria. Tampoco la deja asomarse a la ventana. Ella se llama S.

S y yo somos tan diferentes que las pocas veces que podemos pasear juntas por la calle me da la impresión de ir formando una pareja cómica. Los Martes y Trece de la Menara. Ella con sus velos y sus carnes abundantes, a la moda de Marrakech y yo canija y larga, enfundada en mis vaqueros estrechos y con tacones altos (¿Quién sufre más en esos momentos?).

No podemos estar solo/as, las mujeres y los hombres somos animales sociales. Eso me decían en la escuela. Bueno, no, en la escuela me decían que sólo los hombres son animales sociales. Las mujeres no debemos ser ni animales ni sociales, no debemos ser nada en absoluto. O eso pretenden algunos. Pero S y yo no queremos estar solas y queremos ser animales que se relacionan y se contaminan. Nos saltamos de un plumazo el Corán y los decálogos democráticos de la igualdad para salir a disfrutar juntas del templado sol de diciembre de esta Navidad descafeinada de Marruecos.

S, querida, S, quisiera poder escribir tu nombre entero. Quizás algún día me des permiso, cuando tu nombre vuelva a ser tuyo, como cuando eras niña y no te poseía nadie. Ningún hombre era entonces dueño de tu cuerpo, nadie lo castigaba. Entonces tu mente también era tuya, esa ametralladora de preguntas que es aún hoy día, no se avergonzaba en tu niñez de funcionar, no tenía miedo de pensar. S, por favor, despierta de ese letargo antes de que él te mate.

No me llega ni para tres latas

Yo no soy de las que ponen arbolito ni belén. Me da pereza. Este año ni he comido con la familia. Tampoco es que yo sea aquí la madre Teresa de Calcuta, vamos que no es que me las quiera dar de buena gente, pero todo tiene un límite ¿No? Y digo yo que si se organiza una cena de Navidad en la que el cubierto cuesta cerca de 40 € (en Marruecos, que es un país muy pobre) y el local se llena (120 reservas), multiplicando podemos decir el tipo se ha sacado un dinero. Bueno, pues si yo llego, con el gorrito de Papá Noel que me ha obligado a ponerme para cantar el puto villancico hortera de todos los años, y le digo: Mira, que había pensado pasar por las mesas para recoger dinero para los niños del orfanato tampoco es para que se le descomponga la cara. Que si ir por las mesas puede incomodar a los clientes, que por él no hay inconveniente pero que espere, que mejor vamos a hablar con el coordinador, que prefiere que dejemos la cesta en la puerta y que eche la limosna quien quiera…

Menos de 50 € sacamos. Entre el boicot del propietario y el pedazo de espíritu navideño de la peña… me va a llegar para dos o tres latas de leche y un par de bolsas de pañales. Niños, en el 2009 no se caga.

Y es que nada más entrar en la sala me di cuenta del plan. Habían puesto nieve de mentira sobre los manteles negros y al verlo me acordé del chiste de Forges: ¿Esto es nieve o caspa?