Ya iba tocando

No sé cómo me aguantáis. Me pongo muy intensita a veces, ya, es verdad. Y es que esta ardua tarea de salvar el mundo a veces cansa, Superman puede comprenderme.
Hoy unas cuantas buenas noticias, porque últimamente estaba la cosa pelín espesita. A ver, empezamos: a F no la operan, hay sólo que cambiarle las gafas. Ha pegado un cambiazo enorme desde que está en el centro. En tan sólo mes y medio ha aprendido a sonreír ¿No está mal, no?
Seguimos para bingo: me han dado la beca. LA-BE-CA. Te cagas… ¿En serio hay crisis? Pues dan mucha pasta para estudiar ¿No? No sabía yo que esto de ser universitaria era tan rentable. Después de 20 años estudiando en conservatorios de nuestra Europa querida, Europa de mis amores, y comiendo papas con atún porque era más barato, me doy cuenta de la discriminación que existe con los estudios no universitarios (incluso siendo superiores). Pero vamos, que hoy no os doy la vara, nada de reivindicaciones ni cabreos ni indignaciones… me han dado LA-BE-CA. Porque yo lo valgo. De todas maneras que no se crea Zapatero que lo voy a votar por esto. Vale, vale, ya me callo.
Y cómo dicen que lo bueno si breve, buena sombra le cobija, os dejo ya, no sin antes invitaros a ver este vídeo del fantástico Chaplin. Besos y sonrisas, que ya iba tocando.

Vanitas

Siempre he escrito. En cuanto me enteré de cómo funcionaba el mecanismo éste de unir letras, palabras, frases me enganché de un modo completamente natural al estúpido ejercicio de contar cosas, reales o ficticias. Ese fue el principio de una cadena de actividades completamente inútiles que, con los años, fui aprendiendo a realizar con mayor o menor destreza. Así hoy, a mis 34, canto, bailo, escribo poesía, bordo a punto de cruz, fabrico marionetas, construyo instrumentos musicales con material de reciclaje, dibujo a lápiz etc., etc. No puedo en cambio realizar actividades ni objetos que se cobren o vendan caros. A saber: todas lo demás que no he nombrado y que aparecen en los periódicos como ofertas de «trabajo normal”. Y es que esto de escribir un blog no tiene ningún sentido, común se entiende. Sentido personal claro, ahí estoy todas las mañanas viendo quién me leyó y de dónde y cuándo. Ah, vanitas. Porque me ha dado siempre gustillo todo aquello que generan las actividades antes mencionadas (punto de cruz, etc.). Por un lado el aplauso al que me acostumbró mi abuela, reclamaciones a ella. Por otro, eso de quedarte mirando un trapo con hilos atravesados, por ejemplo. Lo miras un rato y piensas ¡Qué bien me ha salido! Y lo guardas en un cajón. Después, al rato, te acuerdas y te da gustito pensar que esos hilos y ese trapo están ahí, en el cajón, tan bien ensartados y combinados, ni un nudo por detrás, sin trampas, muchas horas de curro. No lo puedes vender ¿Quién lo compraría pudiéndolo hacer? El punto de cruz es para hacerlo, no para comprarlo. Hasta que un día abres otro cajón y encuentras otro trapo, amarillento él, con las iniciales de tu abuela que hizo exactamente el mismo acto inútil que tú hace 20 años y de pronto la cosa toma un valor. Creo.

Ayer estuve cantando en un sitio de Hivernage. Lo pasé mal todo el día pensando que tenía que ir allí por la noche. Al llegar una de las organizadoras se acercó a mí ¿Eres Alicia Murillo, verdad? Tenía muchas ganas de conocerte, he leído tu blog… tremenda. Y así, ego alimentado y blog sacado del cajón, cual pañuelo bordado con unas AM en bellas cursivas en hilo rojo, algodón + nylon nº 137, se me alegró la noche.

A mis lectores

Cabe la posibilidad esa de que lo no conocido sea mejor pero también está aquello de virgencita que me quede como estoy. Ya tuve una experiencia de blog masivo, de esos de muchas respuestas, de polémica y guerra dialéctica, de insultos y cartucho que no te escucho y, la verdad, no me gustó nada de nada. Por un momento incluso llegué a pensar que este rincón se me había ido de las manos, pero afortunadamente las cosas se tranquilizaron y en cuanto empezamos a hablar de cosas sin morbo ni chicha, nos volvimos a quedar tranquilos/as.
En cualquier caso el personal se me ha asustado y eso me da pena. Desde la experiencia aquella los/as lectores/as de siempre, los/as incondicionales, hacéis vuestros comentarios a través de Facebook o incluso con mails privados. Por un lado lo siento porque me doy cuenta de que el blog ha perdido una parte muy bonita, la de la participación interactiva. Por otro lado me gusta respetar vuestra postura y valoro igualmente la compañía que me hacéis desde la distancia, protegidos por el anonimato y el bis a bis.
Además cuento con dos ayudas que hacen que pueda conservar la armonía en este lugar de la red: el bendito control de entradas (y viva la censura) y el contador de visitas que me dice hasta lo que habéis desayunado la mañana antes de visitar mi blog. No hay secretos para Histats. Así supe que hay alguien, en una ciudad de EEUU llamada Montain View, que me es más fiel que una novia antigua; que el gran Alberto me sigue queriendo a pesar de todo; que en Italia no me han olvidado aunque no visito, la que es mi segunda casa, desde hace cerca de 4 años; que Susana Moo y yo compartimos lectores y que nuestros blogs conviven, en una especia de cama redonda latinoamericana, con blogs de Argentina y México y que Montse, una de las mujeres con más coraje que he tenido el placer de leer, ha enriquecido enormemente en cantidad y calidad las visitas de este blog y ya son muchas las prostitutas que, gracias a su espacio, leen A través del espejo de Alicia. Así las visitas de mis suegros y mis familiares de valencia coinciden con las de THC y aquí no pasa nada. Es todo cuanto menos curioso, ver que en el mismo día comenta un señor con la minga al aire, me leen de la iglesia evangélica de Cuenca, entra un travesti de Seattle, mis compañeros de la Sinfónica de Pésaro hacen un descanso de sus 6 horas diarias de estudio abnegado de violín para visitarme y se cruzan sin saberlo con las escorts catalanas (que bellas son, me encantan sus fotos).

Supongo que este es mi mundo, una especie de gazpacho ideológico incomprensible para algunos. No me extraña que me pongan a parir por ahí, sé que no es fácil de entender todo este galimatías. Y es que hay también enlaces chungos, como aquel en el que se leía anti catalanismo en la red y cuando pinchabas aparecía esta web. Tela marinera. Lo que hay que leer. Pero en fin cada uno es cada uno y yo prefiero quedarme con vosotros/as que sois poquitos/as pero de mucha calidad humana y bloguera.

Gracias, gracias, gracias, este blog no sería nada sin vosotros/as.

P.D. : Pax, si no te he nombrado es porque no hace falta ¿No sabes ya que eres el único y verdadero protagonista de mi blog y de mi corazón?

Mejor no enterarse

Hoy he cantado para un asesino. Por lo visto a él y a sus cinco gorilas les gusta el jazz. Fueron muy educados, en esos sitios hay que ser educados. También hay que vestir con corbata porque el protocolo no permite entrar de otro modo. Por Yahveh y la Virgen de la Carmen ¿Tú te imaginas llegar a un sitio así en vaqueros? No, no, no, hay que ir bien vestidos y saludar dando la mano, sin elevar el tono de la voz y está bonito acercarse a la cantante de jazz, esa de la esquina que va tan mona vestida, y decirle que te ha gustado mucho su música. Eso siempre hace fino. Y si te sabes el nombre de algún compositor americano, lo sueltas. Y si resulta que después de todo realmente te gusta el jazz, mejor, más espeluznante resultará la situación para la cantante que cuando se esté despidiendo de los camareros se enterará de que el señor gordo (amante del jazz) firma papeles en su despacho que después son enviados a militares que a su vez ejecutan masacres de esas de portadas de El País, con niños/as desangrándose y viejos/as con cara de no entender nada. En esos casos es mejor no saber, mire usted, yo le doy las gracias a Alá y a la Virgen de la Macarena por ahorrarme esos disgustos. Si ya de por sí cantar para un turista borracho me pone de una leche que ni te cuento ¿Si me llego a enterar de quien era el menda? Y resulta que el curro me hace falta porque soy madre de un crío y porque yo misma también tengo la sana costumbre de comer todos los días. Pero a ver qué haces, si te enteras antes de empezar a cantar, quiero decir ¿Mantienes tu microcosmos moral, el de sacar adelante a tu familia, o piensas y sientes en plan Platón, con las ideas por delante, recoges y te vas? Hagas lo que hagas te traicionas. Mejor no saber.

Doña Perfecta

Vamos que no… yo puedo con eso y con más, me digo, aunque en realidad siento una parálisis emocional, un miedo tan profundo y arraigado que quedó mimetizado en mi carácter, como la tinta de un tatuaje viejo difuminándose por la epidermis de un brazo cansado. Debo ser bi algo. Bipolar, bisexual, bípeda, bígama… o bitodo, yo qué sé. Hay siempre dos Alicias, una mira la vida y piensa que es mucha telita para ella. La segunda, impostora, se lanza en cambio al otro lado de cabeza. Luego el espejo se rompe y acaban ambas con la piel cortada en tajos sangrantes, tinta vieja brotando a litros y yo tirada en un sofá mirando el techo y preguntándome, una vez más, en qué me he equivocado. A la larga sale rentable, al menos a medio plazo. Así aprendí a cantar, respiré en tres continentes, me mezclé con sus gentes e incluso viví vidas de otras personas, vidas que el destino se empeñó en esconderme y que yo conseguí encontrar. Aunque, hoy por hoy, no puedo por menos que preguntarme si realmente era yo la que vivía todas esas vidas, me pregunto incluso si alguna vez tuve el valor de vivir si quiera mi propia vida, la única que me pertenece por derecho y deber. Hoy por hoy me he dado cuenta del engaño, me he hecho trampas a mí misma. Sin dramas ¿eh? hay cosas peores. Será el niño, que me ha hecho responsable, pero ya no puedo seguir así. Ahora voy a vivir en preescolar, empezaré por hacer palotes en una cartilla nueva y sin borrones, algo sencillito, con mis padres cerquita y en un país con seguridad social, derecho al voto y aparente igualdad. Cuando ya sepa hacer eso, me vuelvo a complicar si me apetece, pero eso sí, a partir de ahora, aquí mando yo.

Bárbara Sánchez, gracias por visitarnos

Con ella las conversaciones fluyen y los silencios se respetan con rigurosa armonía. Al oírla, su dolor es el tuyo propio y su relato te corta la respiración. Al mirarla, sabes que quien tienes delante es especial, no porque lo sea al compararla con los demás, sino precisamente porque brilla por sí sola, porque Bárbara es única ¿Sabéis qué quiero decir? ¿Conocéis a alguien que haya hecho de su vida una metáfora tan intensa que no puedas por menos que acariciar su llanto y su risa de nítida que te parece la explicación de su vacío?

Bárbara Sánchez, como siempre, ha sido un inmenso placer tenerte en casa estos días, tu presencia es siempre una inspiración.

Uno, dos y tres, yo me calmaré, todos lo veréis

He decidido pegarme un post-it en la puerta de mi casa para no salir nunca a la calle sin leer la frase: ríete de ti misma. Es útil para tardes como las de hoy.
Los niñatos de abajo se han puesto a jugar otra vez con la dichosa pelotita en la plazoleta. No sé cuantas veces se lo he dicho ya, ahí no se juega, que hay niños pequeños… pues nada, me han pegado un señor balonazo en la pierna derecha… y encima, cuando les he preguntado amablemente que de qué iban y les he animado a practicar tan noble deporte en el salón de la casa de sus respetables progenitores, se han descojonado en mi cara, que yo no sé dónde está llegando esta juventud. Cuando yo tenía su edad, en lugar de andar por ahí dando por saco con balones y faltando al respeto a los mayores, me dedicaba a cosas mucho más interesantes como a descubrir el sexo con mis compañeros de pubertad, protestar por la destrucción del Amazona o pelearme con mi padre. Me han dado tal golpe que me he quedado con la pierna hecha un puré. Por cierto que Iván, aunque pueda parecer mentira, hoy no ha hecho historias y se ha tomado todito el puré de calabaza. Últimamente anda rarillo, llora siempre de noche y de día desobedece y dice mamá. Lo que quiero decir es que sólo dice mamá. Lo dice de una manera insistente, cabezona, exasperante e infinita. No es mamá, es más bien algo así como ma-ma-ma-ma-ma-ma-ma-ma-ma-ma… Con la ilusión que yo tenía de que aprendiera a decir la dichosa palabrita de dios. ¿Se callará un día? ¿No tiene un padre que lo adora? ¿Qué tal pa-pa-pa-pa-pa…? Pues no, mamamamamamamama… O sus variantes mamá aquí, mamá aquí, mamá aquí, mamá aquí y también en italiano mammamammamamma… quién me mandaría a mí a enseñarle idiomas que ni tienen salida ni nada… los niñatos de abajo me han tocado las narices con la pelotita, no sé cuantas veces les he dicho que no es sitio para jugar. Y David con las retahílas y los 30º C en pleno octubre (juro, es cierto). Pero David con las retahílas es que de verdad que no, es que es mucha tela, qué pesaito se pone dios mío de mi alma ¿No queréis un marido listo? Lo regalo. Eso me pasa por pedante, que siempre me han puesto los tíos leídos y esos, con el tiempo, terminan teniendo razón y después a ver qué haces con un marido al que tienes que darle la razón. Porque vive con la razón y conmigo, en casa somos cuatro: Iván el fatiga, David, su razón y servidora pegándose un post-it en la puerta pa que no se me olvide reírme.

Uno, dos y tres, yo me calmaré, todos lo veréis.

¡Qué bueno!

Esto lo ha publicado uno de los pesados estos que entraron hace unos días en este blog en plan vamos a comérnosla viva que tiene pinta de falangista pero la verdad es que está genial.
Seguro que a la gente de La Cuadra le va a encantar. Raquel, Bárbara ¿Qué os parece? Todavía me acuerdo cuando metisteis el tiburón ese de goma en la palangana en la función de cierto teatro (no daremos nombres). Ahí si que casi me meo de verdad, no pude cantar del despelote, qué risa por dios. Lo mejor los comentarios de los críticos del día después, no se habían dado cuenta de absolutamente nada. El tema críticos ya lo tratamos otro día, por ahora nos quedamos con estos bellos recuerdos de esas giras de La Cuadra, con caballos de verdad en los camerinos y frikies varios en el autobús. Ellos no se meaban, se cagaban literalmente en el escenario (hablo de los caballos, se entiende).

Tu imagen

Ayer pensé en ti y tu rostro era un rostro lejano. No tanto como el de un compañero de escuela, pero sí que era un rostro diferente a los cotidianos y además tenía en su gesto una incorruptible promesa de hacerse más y más distante a medida que fuese pasando esta vida sin ti.
Esta tarde pensé en mis treinta y cuatro años contigo. Pensé entonces en el resto de mi vida, quizás más de treinta y cuatro años, sin ti. Un día hablaré con alguien que no te conoció y tendré que decir que hace veinte o treinta años que ya no estás. Serás entonces, para quien escucha, un espejismo, mientras que dentro de mí tu presencia aparecerá nítida, certera, tibia y precisa.
Esta mañana pensé en tu impacto en mi vida y en el impacto de Iván en mi vida. Pensé también en el impacto de Iván en tu vida, de cómo su foto fue lo único que te hizo sonreír en el hospital, de cómo los últimos meses sólo hablabas de él. Pensé que por más que yo le explique cuando sea mayor, tú serás para él sólo un nombre, una historia. Pensé en cómo vuestras vidas se cruzaron a través de la mía, cómo ambas están íntimamente unidas y cómo en cambio seréis ya para siempre sólo dos extraños.
Yo volvía de cada viaje (hoteles, océanos, meses, giras…) y sabía que al abrir la puerta te encontraría sentada, al final del largo pasillo, como siempre. Una vez te encontré de pie, el entusiasmo te hizo esperarme detrás de la puerta, yo traía a Iván en los brazos ¿A qué es bonito, abuela? Ahora, en mis retornos, encuentro sólo tu butaca vacía.
Me he dado cuenta de que a medida que pasan los días se aleja la posibilidad de hablar de ti de manera inmediata. Tengo en casa una fiambrera que aun no te he devuelto, pasarán los meses y se mezclará con las demás. Hace ya mucho que no hablamos por teléfono. Primero intenté inútilmente entender. Después me sumergí en la aparente normalidad de lo cotidiano, se trataba sólo de vivir sin ti. Hoy, en cambio, no estás. Pero hay algo que me hace feliz en este llanto que, últimamente, me sale al encuentro cuando menos e lo espero, como si de un atracador se tratase, esperando detrás de cualquier esquina, con su navaja y su intención. Es un llanto mío que me hace estar tranquila, me acuna, me acaricia como lo hacías tú, sin dar soluciones a nada. Creo que al llorarte te siento más cercana y me doy cuenta de que no me inventé nada y de que seguirás queriéndome y seguirás queriendo a Iván mientras yo siga acunándome en el llanto por tu muerte, por tu vida.