Ayer pensé en ti y tu rostro era un rostro lejano. No tanto como el de un compañero de escuela, pero sí que era un rostro diferente a los cotidianos y además tenía en su gesto una incorruptible promesa de hacerse más y más distante a medida que fuese pasando esta vida sin ti.
Esta tarde pensé en mis treinta y cuatro años contigo. Pensé entonces en el resto de mi vida, quizás más de treinta y cuatro años, sin ti. Un día hablaré con alguien que no te conoció y tendré que decir que hace veinte o treinta años que ya no estás. Serás entonces, para quien escucha, un espejismo, mientras que dentro de mí tu presencia aparecerá nítida, certera, tibia y precisa.
Esta mañana pensé en tu impacto en mi vida y en el impacto de Iván en mi vida. Pensé también en el impacto de Iván en tu vida, de cómo su foto fue lo único que te hizo sonreír en el hospital, de cómo los últimos meses sólo hablabas de él. Pensé que por más que yo le explique cuando sea mayor, tú serás para él sólo un nombre, una historia. Pensé en cómo vuestras vidas se cruzaron a través de la mía, cómo ambas están íntimamente unidas y cómo en cambio seréis ya para siempre sólo dos extraños.
Yo volvía de cada viaje (hoteles, océanos, meses, giras…) y sabía que al abrir la puerta te encontraría sentada, al final del largo pasillo, como siempre. Una vez te encontré de pie, el entusiasmo te hizo esperarme detrás de la puerta, yo traía a Iván en los brazos ¿A qué es bonito, abuela? Ahora, en mis retornos, encuentro sólo tu butaca vacía.
Me he dado cuenta de que a medida que pasan los días se aleja la posibilidad de hablar de ti de manera inmediata. Tengo en casa una fiambrera que aun no te he devuelto, pasarán los meses y se mezclará con las demás. Hace ya mucho que no hablamos por teléfono. Primero intenté inútilmente entender. Después me sumergí en la aparente normalidad de lo cotidiano, se trataba sólo de vivir sin ti. Hoy, en cambio, no estás. Pero hay algo que me hace feliz en este llanto que, últimamente, me sale al encuentro cuando menos e lo espero, como si de un atracador se tratase, esperando detrás de cualquier esquina, con su navaja y su intención. Es un llanto mío que me hace estar tranquila, me acuna, me acaricia como lo hacías tú, sin dar soluciones a nada. Creo que al llorarte te siento más cercana y me doy cuenta de que no me inventé nada y de que seguirás queriéndome y seguirás queriendo a Iván mientras yo siga acunándome en el llanto por tu muerte, por tu vida.
Esta tarde pensé en mis treinta y cuatro años contigo. Pensé entonces en el resto de mi vida, quizás más de treinta y cuatro años, sin ti. Un día hablaré con alguien que no te conoció y tendré que decir que hace veinte o treinta años que ya no estás. Serás entonces, para quien escucha, un espejismo, mientras que dentro de mí tu presencia aparecerá nítida, certera, tibia y precisa.
Esta mañana pensé en tu impacto en mi vida y en el impacto de Iván en mi vida. Pensé también en el impacto de Iván en tu vida, de cómo su foto fue lo único que te hizo sonreír en el hospital, de cómo los últimos meses sólo hablabas de él. Pensé que por más que yo le explique cuando sea mayor, tú serás para él sólo un nombre, una historia. Pensé en cómo vuestras vidas se cruzaron a través de la mía, cómo ambas están íntimamente unidas y cómo en cambio seréis ya para siempre sólo dos extraños.
Yo volvía de cada viaje (hoteles, océanos, meses, giras…) y sabía que al abrir la puerta te encontraría sentada, al final del largo pasillo, como siempre. Una vez te encontré de pie, el entusiasmo te hizo esperarme detrás de la puerta, yo traía a Iván en los brazos ¿A qué es bonito, abuela? Ahora, en mis retornos, encuentro sólo tu butaca vacía.
Me he dado cuenta de que a medida que pasan los días se aleja la posibilidad de hablar de ti de manera inmediata. Tengo en casa una fiambrera que aun no te he devuelto, pasarán los meses y se mezclará con las demás. Hace ya mucho que no hablamos por teléfono. Primero intenté inútilmente entender. Después me sumergí en la aparente normalidad de lo cotidiano, se trataba sólo de vivir sin ti. Hoy, en cambio, no estás. Pero hay algo que me hace feliz en este llanto que, últimamente, me sale al encuentro cuando menos e lo espero, como si de un atracador se tratase, esperando detrás de cualquier esquina, con su navaja y su intención. Es un llanto mío que me hace estar tranquila, me acuna, me acaricia como lo hacías tú, sin dar soluciones a nada. Creo que al llorarte te siento más cercana y me doy cuenta de que no me inventé nada y de que seguirás queriéndome y seguirás queriendo a Iván mientras yo siga acunándome en el llanto por tu muerte, por tu vida.
Las lágrimas me acompañan al leerte, al sentirte, al sentir también esa parte mia que ya no está y que a la vez estará siempre…gracias Ali por saber poner palabras a este sentimiento, tan cercano, tan parecido y tan verdadero. Móni
Pues yo sigo sin entenderlo, sin hacerme a la idea y cada día doliendome más.
Te quiero hermana.
Un beso a las dos, gracias por pasar por aquí. La vida sigue.
Lo siento Alicia…Ese sentimiento lo vivi despues del 18 de septiembre de 2008 cuando se fue mi madre y lo he vuelto a repetir este 21 de septiembre con la marcha de mi padre….Solo las personas que pasamos por esto sabemos a lo que te refieres y conocemos de esa inmensa sensación de soledad, de no tener raices, de no tener ese suelo que te sujetaba….
Lo siento Alicia. Un beso
Vaya Mariam, no sabía lo de tu padre, no sabes como lo siento.
Espero que puedas disfrutar del próximo Ramadan,sé que son fechas importantes para ti y en los últimos años no parecen haber sido especialmente agradables.
Te mando un abrazo y mucha fuerza desde Marruecos.
Si
El tiempo pasa, pero no se olvida.Lo único bueno es que los sentimientos van cambiando y van doliendo menos a veces. Yo de Rafa me acuerdo todos los días, aunque sea un milisegundo. ¿te acuerdas del finde que pasamos en su casa?. el otro día me encontré con ángel, el amigo que también estaba allí, y se reía mucho de nosotras to chicas aguantando el lote de porros que se daban.El también se acuerda de Rafa todos los días, eso me dijo.
¿Cómo no me voy a acordar?… La música de Tom Waits, los perros entrándonos en la habitación y las dos acojonadas en la cama, la foto en blanco y negro de esa chica tan guapa,la novia de Rafa (no recuerdo su nombre), desnuda entre las sábanas y el lote de correr detrás del tren que al final perdimos pero que nos sirvió para poder estar un rato más con Rafa en la cafetería de la estación. Se me quedó ese fin de semana en la cabeza grabado de una manera muy intesa, incluso antes de la muertede Rafa. Fueron sólo tres días pero los recuedo con una nitidez impresionante. Creo que tu tío me causó una impresión muy fuerte. Hay gente con una luz de esas que una no sabe muy bien de donde viene ni que es, en apariencia es gente normal, pero en la práctica dejan huella en todo lo que tocan.
Besos guapa, gracias por pasar por aquí, él está vivo dentro de ti, eso ya lo sabes.