Cuestión de pelotas

Selección española femenina de fútbol.

La ciudad está ruidosa y petarda a pesar de rondar la media noche. Iván, milagrosamente, resiste dormido. Una vez más me asomo a la ventana a observar al mundo celebrando algo que no comprendo. Intento descifrar el código que tan inmediato aparenta ser para la mayoría y quisiera sentir la empatía que haría de mi vida algo más sencillo y seguramente mucho más feliz, pero simplemente la cuestión me parece hueca. Que nadie me pida por favor que me relaje porque yo de relax ando bien, en serio, lo he dicho muchas veces, me sé poner bizca cuando es menester. Mi enhorabuena, que no quede, vamos, faltaba más, pero, en serio ¿Nadie lo va a decir? En todas estas semanas ¿Quién pensó en Sudáfrica?

Hemos ganado el campeonato mundial del que probablemente sea el deporte más machista del mundo. He aquí un enlace a la triste y olvidada selección española femenina de fútbol. Os dejo también un vídeo, así, por reflexionar sobre lo que sería el deporte femenino con las mismas inversiones que el masculino. Vamos a pensar en ello aunque sólo sea un poquito, pero sin pasarnos que esta noche es para salir con la cara pintada, cual indio siux, a dar saltos a la plaza del ayuntamiento.

Y qué tristeza me entra a mí con estas cosas. Qué poco me gusta este mundo tal y como es. Y qué miedo me da a veces decir lo que siento pero, de verdad ¿Dónde van a parar las primas de los señores estos de pantalón corto? ¿A los fondos de las tambaleantes pensiones de los/as españolitos/as de a pie? ¿Por eso están todos/as tan contentos/as y tiran tantos cohetes? ¿Por qué nadie sale a protestar por los atracos a mano armada del gobierno y se movilizan de forma tan espontánea, rápida y natural por el deporte?

Por otro lado, perdonad que sea tan monotemática, no quiero insistir, pero es que en África hay tela, pero tela de hambre.

Ser o no ser, o serlo poco o serlo mucho

Mi hijo aún no es español y, según nos han dicho, no va a serlo hasta dentro de unos cuantos añitos ya que los juzgados en Madrid están colapsados y los trámites se van a demorar mucho. Así que ahí que va mi gringuito, a su cole de Triana, con su casco de la bici amarillo, su cartera del gusano verde y su amigo del alma, Alberto. No le veo yo la vena americana por ningún lado pero parce ser que, hipotéticamente, algún día podría presentarse para el cargo que hoy ocupa Obama. Quién lo diría, tan pequeño y con un pasaporte tan pesado. Así que en el ambulatorio nos dijeron que no puede tener la cartilla de la Seguridad Social porque no es español. Mi hijo tiene plenos derechos, dijo David. Sí, sí, caballero, respondió la señora de la administración del centro de salud, no se preocupe porque en este país los extranjeros tienen incluso más derechos que los propios españoles. Y su tono no era el de una humanista que respira aliviada al ver que cualquier menor del mundo puede venir a España a curarse de lo que sea, su tono era el de harta estoy de esta gentuza que viene de fuera a colapsar las urgencias.

Después de doce años de emigrante, después de tres continentes, después de los paseos por el Downtown de Seattle y de sus mendigos muriéndose de neumonía porque no tienen para pagar unos simples antibióticos, después de Marrakech y los niños con la polio acuestas de por vida, después de los médicos italianos y sus yates y sus mafias, después de las alegrías y las penas de este viaje de más de una década que acabó con mi inocencia, creo poder afirmar, sin que nadie me pueda contradecir, la siguiente máxima: la estupidez humana no tiene límites y el miedo es su mejor aliado.

Ya siempre seré extranjera, vaya donde vaya, y me alegro tanto, pero tanto, tanto de serlo… y me pintaría la cara de verde y me forraría de azul el pasaporte si eso me hiciera diferente de gente como la administrativa de urgencias o la señora que hoy me escribe este e-mail (copio y pego evitando nombres): “Gracias Alicia, (…) De momento, los cursos los imparten maestros internacionales (…). No obstante, nos quedamos con tu información (bla, bla, bla…)”.

1. Lee la palabra internacional: In-ter-na-cio-nal.
2. Cópiala en tu cuaderno y subráyala: Internacional.
3. Coméntala con tu compañero:
-Yo: David, no me hacen la entrevista de trabajo porque no soy lo suficientemente internacional ¿Tú qué opinas?.
-David: Yo creo (se cabrea mucho)… deberías hacerles… deberías decirles… no, espera, mejor llamo yo…
4. Después de reflexionar escribe una frase utilizando dicho término: Frase: “Las personas nunca somos internacionales en la manera justa, o nos pasamos o no llegamos”.

Filosofía urbana

FILÓSOFO URBANO Nº1: El otro día paseaba yo por mi barrio. Detrás de mí caminaba una madre con su hijo (de unos siete años). No pude evitar escuchar la pregunta esencial, importante, básica para poder seguir viviendo: Mamá ¿Qué es el suelo? ¿Cómo lo han hecho? Tampoco pude evitar girar la cabeza para poder ver con mis propios ojos el rostro despierto e interrogante del niño y la carita descompuesta de la madre que me dijo con voz entrecortada: Es que últimamente me lo pregunta todo… La pobre mujer se dedicó a hablarle del cemento y de unos señores que mandaba el ayuntamiento. Improvisó una de esas respuestas salvavidas, que ideamos las madres y los padres, en las que confundimos el qué con el cómo, la esencia con la apariencia. Hacemos lo que podemos.

FILÓSOFO URBANO Nº 2: En el autobús un niño de cuatro años mantiene esta conversación con su madre:
-Ya vamos a llegar a Sevilla, mamá.
– Pero cariño ¿Qué dices? Si ya estamos en Sevilla.
-No, no estamos en Sevilla, estamos en el autobús.
-¿Y dónde está el autobús?
-Mamá, qué cosas tienes, dónde va a estar, pues aquí.

(Señores, señoras, esto es lógica y de la buena).

FILÓSOFAS 3 y 4: Conversación entre dos mujeres de edad avanzada que se lamentaban lánguidamente acerca de su viudez en la puerta de la farmacia:
– Si no fuera por mi nieto no tendría ganas ni de levantarme de la cama.
– Yo estoy muy mal.
– Yo ya estoy mejorcita, lo suyo es tan reciente… pero es que me he quedado tan sola. No me hago a la idea.
– No se puede hacer una a la idea, es algo que no conseguiremos jamás asimilar. Sabes que tiene que ocurrirte, porque le pasa a todo el mundo, uno de los dos se debe ir primero, pero por más que te lo dice tu cabeza, eres incapaz de aceptarlo.

Las voces de las dos señoras sonaban dormilonas y tristes y me hicieron pensar en una vida sin David. La idea me pareció tan lejana como absurda y de pronto me encontré razonando de manera exacta a como la señora había indicado: sí, algún día nos ocurrirá, le pasa a todo el mundo, uno de los dos debe irse antes, pero aún falta tanto.
…un escalofrío me recorrió la espalda.

El armario ese tan oscuro y con tantas polillas

Qué curioso se me hace imaginar la vida de aquellos que no salen del armario, me refiero a esos machotes de pega que dicen en voz alta cosas de esas de me vuelven loco las mujeres y después es todo mentira. O a esas solteras eternas que comparten piso con una amiga. Tendrá en realidad cierto morbo el vivir esa doble vida, yo no digo que no, pero, qué soledad ¿no?.
Hoy veía yo a la novia de un muchacho de esos de sexualidad incómoda. Ella andaba cogidita de su mano, la pobre mía, sin enterarse de nada, y él con su buena posición social, su sueldazo y el secreto en el recuerdo de las caricias que el día anterior brindó, escondido debajo de las sábanas, a quien sólo unos cuantos conocemos. Me imaginaba el abismo de secretos, el campo de juego dividido en dos, la línea del espejo separando la ficción de la realidad, el no saber en qué momento realmente es cuando estás representando… o más bien intentaba imaginármelo porque realmente me cuesta pensar en una vida así. Aunque yo quizás peque de lo contrario, porque al final cuelgo aquí hasta el color de mi ropa interior, y tampoco es plan. A lo mejor la peña hace bien con guardarse ciertas cosas para la intimidad. Pero bueno, entre sufrir mi exhibicionismo emocional y vivir aparentando lo que uno/a no es debe haber un término medio de esos de Aristóteles (que también era gay, por cierto).
Qué planeta extraño éste nuestro, qué reglas más raras nos hemos puesto. Esas corbatas, esos corsés, esos mundos tan correctos, con lo fácil que podría ser todo. No me sale ser adecuada y veo a quien sí y a veces los envidio, otras los compadezco. Ellos dentro, yo fuera, otras al revés, depende de a qué lado del espejo andes visitando. En mi lado andamos peor situados pero nos reímos mucho y nos tocamos más. Pero la cuestión es que toda esa gente adecuada visita el lado del mal, de vez en cuando y, con su medalla de oro de la Virgen del Rocío al cuello, vienen a contarte de eso que ellos/as llaman infidelidades, deslices, cosas que yo no hago normalmente, canillas al aire. Vienen a buscarme como adecuadamente inadecuada y me dicen lo de: tú, por cómo eres, me vas a comprender. Y claro, yo los/as comprendo, pero hasta cierto punto nada más, la verdad.
Y bueno, por seguir con incorrecciones adecuadas: yo ya me voy confeccionando mi vestido para la cabalgata del orgullo gay. David dice que no se va a subir a la carroza, que pa’ cabra loca ya está bien con una en la familia, así que el 27 de junio que nadie se lo pierda que este año pinta mejor todavía que en anterior. La menda se declara heterosexual distraída, para los que gustéis de etiquetas. Ya colgaré fotos.

Una casa nueva

De vuelta del teatro, después del ensayo, andaba desorientada y no sabía bien hacia dónde dirigirme, es nuestra primera noche en el apartamento. Después de más de un mes como refugiados en casa de mi padre volvemos, por fin, a tener un hogar propio. Éste es un lugar recién pintado que tiene los mismos muebles y las mismas cortinas que otra casa lejana, una que existió en Marrakech. Aquí están mi escritorio y mi sofá y sin embargo todo me parece diferente.

Dentro de un orden relativo, aún las cajas se apilan en el pasillo y el somier viejo espera paciente, en el salón, a que mi hermana cumpla con su promesa de venirlo a recoger. Es un hogar recién estrenado, podría decirse que aún no ha perdido ni los restos del cordón umbilical. El portero electrónico y el agua caliente de la ducha no funcionan, falta la lámpara del salón, pero igual de a gusto os escribo a oscuras y habiendo tomado una refrescante ducha de agua congelada, quién dijo miedo. Iván ha sacado de una de las cajas las fotos que nos hicimos los tres en aquel fotomatón de Broadway cuando vivíamos en Seattle. Las ha mirado y sonriendo de una manera nueva me ha dicho: mira mami, es papá, Iván y mamá, qué chulo. Este niño es sabio, él siempre está en su hogar.

Moríos de envidia: este mes estoy currando en estupenda compañía, ir al trabajo es como ir a tomar café con los/as amigos/as. En realidad es literalmente así porque en los ensayos de las óperas hay tanta espera que pasamos casi todo el tiempo en el bar del teatro. Teniendo en cuenta que en casa todo es un abrir cajas, limpiar estantes y cuidar de Iván puedo decir sin mentir que en el trabajo me relajo. Lo disfruto como hay que disfrutar las cosas en esta profesión, siendo consciente de que durará poco Mientras tanto descubro a personas nuevas que entran en mi vida de forma arrolladora, nuevos amigos que tienen pinta de tener intenciones de quedarse mucho tiempo.

Así que casa nueva, trabajo nuevo, amigos nuevos y los viejos y mis padres y mi hermana y mi sobrino en camino y una ciudad preciosa, con carril bici, con funciones de teatro a diario, el tráfico ordenado, ascensor en el bloque. Es una nueva vida a mi medida, diseñada para mi felicidad. África está ya lejos, muy lejos, en algún lugar de mi corazón, latiendo cada noche, pequeña, constante, solitaria. No puedo compartirla con casi nadie aquí así que es como si nunca hubiese existido. Echo tanto de menos a mis niños.

La vida después del teatro

Para hablar de lo del título de la entrada, así, justo por dar la tabarra, habrá que empezar por analizar la situación del teatro en España. Hablemos de la muerte para poder hablar de la vida. Esto es como Versalles, solo que aquí no rodarán cabezas porque mi gremio gasta todo su poderío reivindicativo en el escenario. Nunca he asistido a una huelga de cantantes ni de actores/actrices. He intentado organizarlas a veces, cuando los abusos se me han hecho insostenibles, pero nunca tuve apoyo alguno por parte de mis compañeros/as.
Un/a solista de ópera, en los teatros españoles denominados de prestigio, puede ganar unos 4000 € por función. Multipliquemos. No, mejor no hagamos cuentas porque desembocaríamos luego en el salario del director de escena de moda y ya eso cabrea más. Pero lo peor es pensar que estos sueldazos salen de las arcas públicas y van a parar a bolsillos privados porque lo que hace esa persona no es capaz de hacerlo nadie más, me dicen. La cuestión es que mi abuela hacía el gazpacho mucho mejor que Arguiñano pero sólo lo disfrutamos en casa y nunca le pagamos por él. Os aseguro que como mi abuela hacía el gazpacho no lo hacía nadie y en teatro pasa igual.
Las fundaciones en cambio son otro mundo, es ese el universo de las estafas, de los blanqueos de dinero y, sobre todo, del timo del que es víctima el nuevo culto, espécimen político mucho más peligroso que el socialista de los noventa (véase la voz nuevo rico) porque aunque deriva de éste, ha evolucionado en su estupidez decidiendo que la calidad de la política cultural de una ciudad es directamente proporcional al dinero que se le pague a un tío famoso que venga a honrarnos con la fundación de su fundación. Fundación es, pues, ese agujero negro por cuyo cuello desaparecen los euros a la misma velocidad con las que el tío famoso en cuestión va inflando sus cuentas en San Marino o Suiza. Y mientras nosotros, los/as artistas de bicicleta, a soportar la crisis y sus recortes.
No me llaméis envidiosa. Vaya, yo mis frustraciones las arrastro como cualquiera, pero lo que quiero decir es que visto que la cosa está como está, más nos vale vivir. Está el organizar la cena para los amigos, bañar a mi niño, que me cuente como le ha ido el cole, ir al banco, poner la lavadora, pasear por la noche después del ensayo camino de casa, escribir mi blog, comerme una palmera de chocolate, leer, correr, vivir. Yo he decidido frenar esa entrega que se comió mi adolescencia enterita, ya está bien de pasarme el día vocalizando, estudiando y esperando esa llamada de teléfono que te anuncia una producción interesantísima cuya gira dura un año y después otra vez a la calle. Ya no, gracias, ahora ya sé que hay vida después del teatro.

Recuperando mi silla

No he echado de menos los ojos negros y redondos de mis pequeños/as hasta esta noche. Ponían por la tele un programa en el que salía una chica rubia que trabajaba en Bombay de maestra. Le preguntaron si le gustaba lo que hacía y ella respondió un esplendido ¿Tú qué crees? La chica sonreía mucho, como yo lo hacía a veces al salir de DT. También habló de lo de la bofetada de realidad y de aquello de una mujer sola a las dos de la mañana en esta ciudad y de las miradas penetrantes y de mi madre está deseando que vuelva, no entiende qué hago aquí. Había una chica rubia contando mi vida estos dos últimos años por la tele. Sonreía. No hablaron de lo malo, enseñaron sólo lo bueno. Ella sonreía mucho.
Audiciones, castings, entrevistas de trabajo… no importa cuánto ni cómo haya adornado mi CV en mis doce años de ausencia, en esta profesión se empieza siempre desde cero. Quien fue a Sevilla perdió su silla. Una segunda capa de pintura al salón, plaza en la guardería, burocracia infinita, pon esta cara y ésta también pero no cuentes esto ni esto. Aquí la gente lleva careta y yo soy gente. Llevo careta, por cierto y hablando de roles, soy La Arlequina en Traviata, dirige Zefirelli, lo que quiere decir que manda a su asistente y cobra un dineral por aparecer el último día para pillarse los aplausos y el cheque. En cambio el panorama teatral a menor escala monetaria está verdaderamente impresionante. Llevo tres obras vistas desde que he llegado y las tres estupendas. Sevilla se ha convertido en una inspiración en ese sentido. Lo que ocurre es que no hay un duro (todo se lo llevan los zefirellis, los baremboins y demás fauna artística distinguida…) de manera que los mortales agudizan el ingenio, por fin. La Junta dice que para el año que viene en lugar de subvenciones para las compañías de teatro va a dar préstamos. No, no, que no es un chiste, que es verídico. A mí la verdad es que me da un poco igual, total no me han dado nunca un duro, así me ahorro el papeleo y el disgusto.
Me notaréis quizás una energía pelín chunga, estoy muy contenta de estar aquí, no me malinterpretéis, y os doy las gracias por todos los mensajes de apoyo y bienvenida. Lo que pasa es que no paro, briego más que el cirujano plástico de Sara Montiel, estoy muerta de cansancio. A los que me preguntabais que por qué no escribía os diré que ando sin internet en casa, es más, ando sin casa. Espero mudarme ya dentro de una semanita y tener algo de tranquilidad para escribir. Mientras tanto las entregas por aquí serán menos numerosas que de costumbre. Os echo de menos, echo de menos vuestras visitas anónimas, vuestros mensajes en Facebook, las opiniones… y hasta las polémicas. Echo de menos el blog. Ya vuelvo, dadme un poco de tiempo para reorganizarme, tengo que buscarme un hueco en mi ciudad.

A mis ex, con todo mi cariño

Hace unos años, cuando quería escuchar música, encendía la radio, ahora enciendo el ordenador; si quería ir a la compra, iba al supermercado, ahora enciendo el ordenador; si necesitaba un libro, iba a la librería, ahora enciendo el ordenador; si quería ver a mis amigos, iba a una cafetería, ahora enciendo el ordenador… A través de esta máquina, estudio, me comunico, trabajo, reservo, adquiero, pienso, respiro… Una amiga mía se dio de baja e Facebook hace unos días, a veces escribo en el estado cosas que siento y, al releerme, me da vergüenza. Es cierto, a través del ordenador, también sentimos pudor.
Esta semana, tras reflexionar sobre lo que mi amiga me contó, he tenido por primera vez el deseo de un suicidio cibernético: cancelar mis cuentas en Facebook, Google, Myspace, etc., etc. y en ese etc., por supuesto, incluí este blog. Por ahora he decidido no suicidarme, aunque de pronto, por primera vez, escribo con pudor porque mi desnudez emocional ha llegado a tal punto en las cosas que cuento aquí, que prácticamente siento que camino todo el día con el culo al aire. Me paro a pensar y me doy cuenta de que cualquiera que quiera saber de mí se va a encontrar con estos textos que no son precisamente ficción. Y cuando digo cualquiera quiero decir, por ejemplo, un/a posible futuro/a jefe/a, un/a profesor/a de la facultad o… dios, ahora que lo pienso ¡Cualquiera de mis ex! También puede entrar mi ginecólogo, las amistades de mis padres, las amistades de mis suegros, los vecinos, la maestra de mi hijo o… dios, ahora que lo pienso, cualquiera de mis exsuegros/as.
Es realmente intimidante pensar que nuestras vidas están expuestas, por primera vez en la historia de la humanidad, en una especie de escaparate internacional. A mí al menos me da mucho vértigo, no sé a vosotros/as. Eso sí, debo admitir que tiene algo de adictivo la sensación de desnudez: ésta soy yo, es lo que hay, ni más, ni tampoco menos.

Para ir a la cama

Jesusito de mi vida, hay un lugar oscuro en el País de las Maravillas al que todos quisimos llegar… y llegó el ser humano (guiado por tu mano) y creó internet. Todos anhelamos mirarnos en el espejo y atravesarnos de una sola embestida. Jesusito de mi vida, he sido una niña buena, es sólo que Google y yo y alguien más, los tres en un poderoso ménage à trois, quisimos extender su superficie, la del espejo, a lo largo y ancho de un mundo que al final fuese concreto, único, hallado… quisimos devorarnos hambrientos. Niño dios, ésta es la historia de los hombres ciegos, de las mujeres mudas, de los seres lisiados que van deambulando entre las orugas drogadas y los sombrereros cibernéticos con cuadros de bipolaridad, es la historia de los cuerpos desnudos que se buscan en una dimensión desconocida. Lo dijo De Kerckhove, (Wikipedia: …la comunicabilidad de los elementos singulares, caracterizada por los nuevos medios, y también la posibilidad de poder crear un objeto multimedia o un artefacto cognitivo). Yo lo que digo es lo mismo pero con un poquito más de picardía: Jesús, no le pongas nombre, mejor no saber su nombre, así será capaz de llevar el más bello, así será una especie de bandera aquella que lo designe, será el nombre más bello, sí, dios, no me gusta que se hagan las versiones de los libros en el cine, qué príncipe azul será Brad Pitt y qué triste sirena la Jolie. No me des más Hollywood ni más Carabanchel, dame sólo un hombre sin cabeza ni rostro, una sola libertad para deshacerla en lametones, gemidos, fracturas, sudor y hambre. Haz que cada gemido sea el gemido, que cada embestida me fracture como una dócil y obediente gatita dominada, hazme sudar, niño dios. Ya lo dijo Salinas mejor que yo, lo que yo le añado es eso, sólo algo más de salina… por eso te quiero tanto y te doy mi corazón. Amén.