Esto es

«El sueño» de Gustave Courbet (1866)


Su piel suave, los tiempos nuestros, el abrazo horizontal, al fin la paz. Descubrir el espacio adecuado, el que es, el perfecto, ese que te hace exclamar “¡Esto es!”.
Cuántos malos consejos recibí.
Cuántos malos amantes recogí.
Cuántas trampas en el camino y cuánto esfuerzo, qué gran enigma que he sabido, que hemos sabido, resolver y recorrer. Cuántas trampas odiosas. Cuántas trampas ¡Oh, diosas!
Fue un gran robo. Podréis decir que me lo quitasteis desde el amor, que pensabais que era lo adecuado, que no sabíais hacerlo de otro modo, que el cuerpo fue vuestra asignatura pendiente, que ya erais muy modernos para aquellos tiempos, que qué más quiero (¿Qué qué más quiero?), podréis decir todo eso pero fue un robo enorme que me va a marcar la vida para siempre y me lo habéis robado desde el miedo, no desde el error, esa es la verdad.
Tan bonita.
Tan bonita.
Es tan bonita…
Ella es tan bonita.
Y cuando ya nuestros cuerpos descansan, y nuestras manos andan aún apretadas en las vulvas y los corazones palpitan fuerte(s)… es entonces cuando lo digo, cuando toda yo exclama “Esto es”.
Si todo hubiese sido de otro modo ya no habría hecho falta que fuese de otro modo, pero así fue,  de este modo, de este tan feo, donde fui saqueada. Me robaron el cuerpo y el abrigo ¿Se le hace eso a una niña? Me dijeron “te querremos igual, pero es mejor que seas normal”. Eso me dijeron. Me dijeron “Si es eso lo que eres, es preferible no saberlo, es mejor que no lo sepas ni tú”. Esta es la dimensión en la que vivo, es una dimensión de ruinas y camino entre los escombros, recogiendo bellísimas piezas rotas. Y cada trozo que mis manos encuentra, es. Esto es.

Sobre la heterosexualidad monógama y su estafa

La heterosexualidad monógama plantea que toda la pulsión sexual sea canalizada hacia la misma persona. Plantea también la gratuidad de dicha canalización argumentando un intercambio paritario, un trueque sano en el que se da y se recibe de forma igualitaria y satisfactoria por ambas partes. No se contempla como lícito, en ese caso, una relación en la que una de las dos personas implicadas reciba más atención sexual que la otra ni que, por supuesto, intervengan tres o más individuxs en un encuentro. Además, la fidelidad viene marcada de serie, a priori. En una relación sexual “normal” se debe dar y recibir al 50%.
La monogamia ha pasado por mejores y peores rachas a lo largo de la historia. Concretamente en Europa vino instaurada y retirada en diversos momentos dependiendo de quién mandara y de cuáles fueran sus intenciones. A mí me interesa mucho la Alta Edad Media. Con la unificación de la Iglesia se burocratizan las uniones sexuales (a la par que las familiares, económicas y sociales) y se establece que las uniones decentes y legales deben ser entre hombres y mujeres y monógamas. Esta idea sigue adelante con los siglos y a medida que el capitalismo crece va cobrando más y más sentido.
A excepción del sexo, las tareas de cuidado y la reproducción, el resto de las relaciones humanas sufre paulatinamente una transformación que camina desde la autogestión, el trueque y la libertad, a una mayor burocratización, control y capitalización. Las tareas asignadas a las mujeres por razones biológicas o estructurales, en cambio, se libran siempre de ese sistema y forman, poco a poco, una especie de isla donde el capitalismo, aparentemente, no existe. En realidad esa isla es precisamente la base donde el sistema económico actual fija sus cimientos.
Pero no todas las mujeres cumplen esos roles establecidos. Algunas cobran por cosas que no deben ser cobradas ¿Por qué lo hacen? O quizás debemos preguntar ¿Cómo consiguen poder cobrar por actividades que normalmente vienen ofrecidas por otras mujeres de forma gratuita? ¿Por qué algunos hombres pagan por cosas que pueden obtener gratis? Y, sobre todo ¿Qué le ocurre a una mujer cuando decide que ya no va a ofrecer esos servicios de los que hablamos sin cobrarlos?
El capitalismo se sostiene a base del trabajo gratuito de las amas de casa. Nosotras somos las que hacemos que esta máquina infame se sostenga. Bastaría una huelga de cuidados un par de días en Europa para hacer caer todo. Es paradójico pero entrando en el sistema capitalista (cobrando por nuestro trabajo y abandonando la situación de supuesto trueque) reventaríamos el sistema y habría que rehacerlo de nuevo. Entrar en él para poder destruirlo. Es la gratuidad lo que nos hace colaborar con el monstruo.
La heterosexualidad monógama nos ha venido expuesta como aquel lugar del capitalismo donde todo es diferente, una isla donde todo es de todos, donde el valor de las cosas no se paga con dinero, donde el amor prevalece. Pero la realidad es que no es así. La persona que trae el sueldo a casa, por ejemplo, no lo aporta íntegro a la unidad familiar. Antes de llegar a la cuenta bancaria (que normalmente está a nombre del marido o al menos lo tiene como su primer titular) se le ha descontado aproximadamente un 40% del total como contribuciones en la Seguridad Social, que garantizarán una jubilación y prestaciones por desempleo, entre otras muchas ventajas, al asalariado en cuestión, pero no al ama de casa.
La cuestión es que cuando queremos cobrar por alguna de estas actividades establecidas como gratuitas se nos tacha de insolidarias. También se nos recuerda que ese tipo de actividad debe realizarse por amor y no por dinero. Me remito una vez más a la Alta Edad Media y a muchas tareas de cuidados que vinieron burocratizadas y masculinizadas. Durante toda la Baja Edad Media fueron las mujeres las encargadas de curar enfermedades a cambio de dinero. Las mujeres que ejercían esta profesión eran llamadas las mujeres sabias, aunque la Iglesia les cambió el nombre por herejes o brujas. Con el nacimiento de la Universidad se establece que solo podrán ejercer la medicina las personas con títulos universitarios y, por supuesto, se niega la entrada en las facultades a las mujeres. Este tipo de jugada sucia se ha repetido y se repite una y otra vez a lo largo de la historia: las madres cocinan gratis, los chefs no; las abuelas cosían gratis, los modistos no; las madres administraban el dinero de la casa gratis, los contables no; las esposas daban apoyo moral y emocional gratis, los curas, psicólogos y trabajadores sociales no. Y así sucesivamente. En el s. XX las mujeres deciden dejar de trabajar gratis y se unen a ser modistas, chefs, psicólogas, etc., se convierten en modelos masculinizados (siempre de segunda, con peores sueldos) que a su vez explotan a otras mujeres (madres, abuelas, empleadas de hogar aún peor pagadas) cuyos esfuerzos son la base de que hayamos podido estudiar y llevar a cabo nuestras labores como profesionales desde el punto de vista patriarcal.
Todo este discurso parece quedarnos bastante claro, se puede o no estar de acuerdo en la reivindicación de sueldos para amas de casa, pero casi todo el mundo parece entender que existe una situación de injusticia. Las madres y cuidadoras son poco o nada valoradas en esta sociedad, y así surgen las diferentes propuestas para posibles soluciones que nunca terminan de hacerse realidad: pagarles, repartir las tareas domésticas de forma ecuánime, etc. El problema viene con los servicios sexuales, es ahí donde todo parece tambalearse. Las personas que han entendido que criar es un trabajo ante la posibilidad de cobrar por follar argumentan cosas como: “Eso es un acto íntimo” como si en la consulta de un psicólogo o en el despacho de un abogado no se hablaran intimidades y se cobrase igualmente. O bien “Si cobramos se establecerá una relación de poder” como si esa posibilidad no ocurriese en otras profesiones, como la de médico, abogada o maestro. No parece preocuparnos que la situación de igualdad se rompa entre un abogado y su cliente o un médico y su paciente, pero es muy grave entre dos personas que realizan sexo ¿Por qué?
Porque las mujeres que se atreven a cobrar por lo que debe ser gratis viene estigmatizada automáticamente incluso por la misma persona que paga por esos servicios. Si le decimos a nuestros maridos: “Voy a cobrarte la próxima felación” estamos diciéndole “Valgo poco porque no estoy haciendo esto por amor”. El estigma existe, es un hecho.
Otro planteamiento que suele ofrecerse es el de que por qué no somos las mujeres las que pagamos por esos servicios. Una vez más se intenta unificar, dar reglas, establecer lo correcto y lo incorrecto, definir la normalidad, como si todas las personas y todas las relaciones fuesen iguales. Y es que, lo que yo propongo a las mujeres no es que cobren sistemáticamente sino que cobren cuando quieran y cuando puedan hacerlo. El capitalismo no es un sistema en el que las cosas tengan un precio relacionado con el valor, sino con la ley de la oferta y la demanda. En el momento en el que nos obligaron a canalizar toda nuestra pulsión sexual hacia un solo hombre nos estafaron. Nuestra satisfacción sexual depende de su libido, existe una dependencia física de ellos y, en muchos casos, es algo recíproco. No siempre, porque la fidelidad masculina es mucho menos penalizada que la nuestra, aunque si, al menos, en la teoría de la tradición judeocristiana.
Retomando las preguntas anteriores ¿Por qué una mujer puede cobrar por realizar labores que el capitalismo establece como gratuitas? Por ejemplo, los casos de vientres de alquiler, servicios sexuales, etc. En muchos casos es el propio estigma el que crea la situación. Si una pareja no puede tener hijos o si un hombre no obtiene sexo en casa porque su mujer no quiere hacerlo o, simplemente, porque estos encuentros no le satisfacen, no tiene más remedio que romper las reglas capitalistas y judeocristianas y empezar a pagar, eso sí, previa estigmatización de las mujeres que sacan provecho económico de la situación. Esto conlleva que este tipo de trabajos no quieran ser realizados normalmente por ninguna mujer, primero por el miedo a ser estigmatizadas y segundo porque la educación recibida, la cultura y la costumbre nos hace sentirnos sucias, malas, indecentes realizando dichas labores. No estoy diciendo con ello que sean “tonterías de mujeres mojigatas”, todo lo contrario, una construcción social es algo plausible y lo suficientemente consistente como para no poder ser destruido en muchas generaciones y encuentro perfectamente respetable que existan mujeres prostitutas, esposas que hayan intercambiado sexo por dinero o regalos, mujeres que hayan puesto su vientre en alquiler o cualquier mujer que haya vivido otro tipo de situación similar en la que la gratuidad se haya roto, que se hayan sentido en dicha situación desdichadas per se, independientemente del estigma social.

Mi vida sexual es monstruosa

Fotograma de la película «Vagina dentada»

El cuerpo ¿Qué tendrá el cuerpo que nos pone tan nerviosxs a todxs? Las personas que más me han inspirado desde que era pequeña, las que gestaron mi rebeldía, las que me inculcaron las ansias de cargarme este mundo y reconstruir uno que funcionase mejor, esas que fueron siempre por delante de mí, de las que mamé, mis antecesoras, las ancestras, las que me hacían sentir aprendiza… se bloquean ante el cuerpo. Revolución laboral, legal, social, craneal, viral, pero no corporal. 

Me preguntan a menudo eso de “Tú eres de las que empezaron a follar tarde con mujeres ¿verdad?” Y el otro día respondí “No miré el reloj, no sé qué hora era”, no tanto por hacerme la graciosa, es más bien porque ya no sé qué responder. Es el bollerismo de pata negra, el de pedigrí. Que yo lo entiendo todo, oiga, que entiendo la necesidad de visibilizar su lucha, que no es la mía, pero ante todo está la autodeterminación, más que nada porque suelen ser precisamente ellas la que me piden la definición y el carnet, así que…
…creo que escribo este post para dejar clara mi situación sexual. Un poco para que lxs cotillas descansen y otro para que me dejen descansar. Porque ya está bien, digo yo. Vamos a ver, para que nos entendamos rápido: me follo lo que se me ponga por delante, siempre que sea mayor de edad y se deje, lo cual, últimamente, no suele ocurrir a menudo, por lo que ligo más bien poco. En cualquier caso me es completamente indiferente el género de mis amantes, solo me interesa que entre nosotrxs haya un buen calentón. Comparto mi vida cotidiana, mi casa, mi cama, mis facturas, mi descanso, la crianza de mi hijo y mi proyecto de vida con un hombre fantástico, que socialmente se visibiliza como tal, que nació con rabo y gracias a él se ve privilegiado en esta sociedad como varón, igual que yo me veo privilegiada cada día como esposa heterosexual, blanca y madre de un hijo precioso. Somos una familia nuclear sí, pero cada día eso nos supone un replanteamiento tras otro: rompimos la monogamia desde el primer día, informamos a nuestro hijo de que nos obligaron a ponerle un nombre de varón pero que puede elegir ser lo que quiera (él se autodefine “niño” y así lo hemos respetado), establecimos un régimen fiscal que no perjudicase mis contribuciones en la seguridad social, ni beneficiase a David y un largo etc. Esto es un curro, os lo puedo asegurar y es mucho, mucho más de lo que hacen muchas parejas de lesbianas de pedigrí que conozco. Porque la heterosexualidad no es simplemente dos personas con diferente genitales que se unen, no, la heterosexualidad pasa también por dos personas gays que se pertenecen y se controlan una a la otra o una pareja de lesbianas que se espían los mensajes en el móvil y se hostian después de las asambleas feministas.
David y yo no descansamos, no nos damos tregua. Soy blanca, europea, alta y tengo un maromo a mi lado muchas horas al día, es cierto, pero me replanteo mis privilegios cada segundo de mi existencia y, en la medida en la que me es posible, renuncio a ellos (a los que puedo, a los que me dejan). Sé que esto no es suficiente para convertirme en la otredad pero espero que sea bastante para que me dejen de tocar las narices los pura raza de la periferia social.
El 26 de abril pasado nos juntamos unas 30 mujeres y varios chicos trans en un local de Madrid para tocarnos, y ya. Solo eso. Porque el placer no puede ser olvidado ni postergado como una reivindicación de segunda. Es el cuerpo, el cuerpo, el cuerpo ¡El cuerpo! ¡EL CUERPO! Ese es el espacio a conquistar. Estábamos todas desnudas y nos tocamos mucho. Dos de ellas me hicieron gozar especialmente. Con las demás me sentí siempre a gusto, cómoda y feliz. Había mujeres de todas las edades, algunas podían haber sido mi madre, las funcionalidades también fueron diversas, los cuerpos, todos disidentes. Espero que este post moleste e incomode a mucha gente. Mi vida sexual es monstruosa.

Estuve en Carne Cruda…

Os dejo este enlace para lxs que no habéis escuchado aún el programa de Carne Cruda del viernes pasado en el que participamos Brigitte Vasallo y yo. Me hizo tanta ilusión… es uno de mis programas favoritos y conocer a esa gente tan bonita, trabajando en equipo de una forma tan valiente, me cargó las pilas muchísimo. Las redes están muy bien, pero de vez en cuando, para mí, es necesario hacer tomas de contacto reales, toparme de cara con las personas que admiro, que creen que es posible un mundo más justo y lucha y se arriesga por hacerlo realidad.
Gracias Javier Gallego, Ana Alonso y al resto del equipo, por invitarme, acogerme y apoyar mi proyecto.
Por cierto, fue 3er programa más escuchado entre el viernes y el sábado ¿Cómo te queda, prima?

Ivanadas: OK

-¿Qué traes de deberes?
-Tengo que colorear una gallina.
-Pues venga, cielo, empieza.
Saca lentamente los colores y la fotocopia de la gallina, arrastra la silla hasta el escritorio como si pesase cien kilos, bosteza, se sienta. Espera. Mira al techo.
-Iván, colorea, por favor.
-Sí, sí, ya voy.
Coge el color rojo, su favorito, rojo pasión, rojo duda, rojo presión. Mira el dibujo. Mira al techo. Dice:
-Mamá ¿Tú sabías que las gallinas son ovíparas y omnívoras?
-Es verdad, muy bien.
-Me lo ha dicho el abuelo Fernando, que es el que más sabe de animales del mundo. Pero es que además yo sé que es un ave y… ¿Sabes qué, mamá?
-Iván, colorea…
-Sí, sí, ya voy, pero quería decirte solo una cosa ¿tú sabías que las aves son los únicos descendientes de los dinosaurios que existen? Es que resistieron a los cambios climáticos que produjo el impacto del meteorito que cayó en el Yucatán, en México…
-Iván, por favor, ponte a hacer los deberes.
-…vale- se le cambia la cara, se le enrojecen los ojos, se encorva, agarra el lápiz con tanta tensión que los dedos se le doblan por todas las falanges. Finalmente empieza a colorear. Cinco segundos y arranca a llorar. Quiere levantarse, que nos preparemos el pan con chocolate y que veamos un documental de Paleontología de la BBC. Pero debe colorear una gallina, una estúpida gallina que lo mira y sonríe estúpidamente desde un papel estúpido invitándolo a ser estúpido.
Ayer tuvimos reunión con la tutora. La cosa terminó mal, a gritos. Se acabó, no van a hacer de la infancia de mi hijo un pulso: su inteligencia contra la imbecilidad de un sistema que nos quiere áridos, muertos. Se acabó, le dije. Y os puedo asegurar que se ha acabado. Se han acabado los castigos sin recreos y los deberes de colorear gallinas estúpidas. Sus tardes a partir de hoy van a estar llenas de ciencia, porque él es Iván y siempre dice: “Hola, me llamo Iván y soy paleontólogo”. Ayer me transformé en una leona, algo me hizo click dentro y salí a defender a mi cachorro de una manera nueva. No sabía que llevaba eso dentro de mí. En seis años de ejercicio ha sido la primera vez que he sentido eso que llaman instinto materno y mi hijo ni si quiera estaba presente. Fue una iluminación, un saber exactamente qué tenía que hacer, a pesar de ser consciente de todas las consecuencias que iba a acarrear. Lo supe y lo hice. Nunca más, Iván no va a volver a llorar por una estúpida gallina sonriente, porque las gallinas no sonríen, las gallinas son dinosaurios.
Hay un mar azul de caritas sonrientes, chispeantes, bellas. Hay un mar de criaturas que sonríen a una cámara, derechitas las espaldas, manos sobre las rodillas. La fila de detrás está de pie, también espaldas derechas. La maestra es una esfinge, en su rostro hay algo así como una sonrisa, es muy mona-lisa. Muy mona, muy lisa. Mona de simia, todos somos simios porque venimos del mono, eso de que nos creó Dios es algo muy raro, mamá. Dice la prima Paula que quienes no creen en Dios, cuando se mueren, van a un sitio donde los queman… ¡Ja! Ya lo veremos, ya veremos, a ver quién tiene razón. Debería respetar más mis ideas la prima Paula. El año pasado les hicieron otra foto, otra marea azul de espaldas derechitas, pero Iván estaba de lado y saludaba con el pulgar en alto: “¡OK!”. Nunca entendí como se las avió para salir así, seguramente nadie se dio cuenta y cuando imprimieron la foto ya era demasiado tarde. Me preguntaba cómo sería la de este año y resultó ser, otra vez, otra marea azul con un Iván rojo detrás… Iván. Iván es el único que es mi hijo en toda la foto. Hay muchas caritas preciosas que sonríen, pero Iván es el único que es mi hijo. Iván es el único. La marea azul y él de rojo, rojo pregunta, rojo sangre, rojo pasión por la ciencia. Un murciélago se come a una rana. Qué asco me da ver eso, ya lo sé, mamá, pero yo me tengo que aguantar, si eres científico te tienes que aguantar, es lo que tiene ser científico… Iván esconde algo. En medio de una marea azul, un bellísimo punto rojo sin uniforme y algo escondido: un pulgar que señala al cielo… ¡Sí, ha vuelto a hacerlo! ¡Lo ha conseguido una vez más! Me mira desde la foto, con su pulgar camuflado y me dice: “Tranquila, mamá, todo va… ¡OK! Estos cabrones no podrán conmigo, mi pulgar sigue en alto porque yo sigo encendido. Mi piloto rojo está encendido y siempre va a estarlo. Confía en mí, mamá”. Confío en ti, mi amor.

Violadores liberados y el silencio feminista



No entendía nada. Pasaban los días y… sin respuesta, apenas algún colectivo aislado y voces individuales pero, en general, el movimiento feminista permanecía impasible ante la liberación de los violadores en serie que se han ido llevando a cabo estos días gracias a la anulación de la doctrina Parot. Preguntaba, hacía llamadas en las redes sociales, planteaba el tema entre mis compañeras y las respuestas eran siempre del tipo “¡Uf, sí, qué fuerte! Todos esos tíos en la calle ¡Qué peligro!” y a continuación más silencio o un cambio de tema. Hasta que una de las mujeres sabias de mi entorno me dijo esta mañana: “Es por Gallardón, está feo ponerse de su parte”.
No me jodáis, por favor.
 Estoy cansada.
Decid lo que tengáis que decir, compañeras, pero basta de silencio, basta de mirar a otro lado solo porque el tema es espinoso.
Yo también quisiera un sistema judicial que no estuviese basado en años de condena sino en éxito de proceso de reinserción y, en mis pretenciosos planes de salvar el mundo, esa reivindicación va una de las primeras, pero esto no es Youkali.
Estoy cansada de que, en nombre del comunismo, se nos venga a las mujeres con discursos del tipo: “no podéis pedir prestaciones y sueldo por los trabajos de cuidados porque a lo que hay que aspirar es a que un día (lejano e hipotético) no exista el concepto de empleo y salario”. Estoy cansada de que, en nombre de la libertad sexual, se diga a las lesbianas: “está mal que os caséis porque  lo que hay que hacer es luchar por la abolición de la monogamia y del matrimonio como la institución opresiva que es”. Estoy cansada de que, una vez más, sea el cuerpo y la vida de las mujeres la moneda de cambio: “no debéis pedir que los violadores en serie estén en la cárcel porque lo que hay que reivindicar es que se haga una reforma de sistema judicial al completo” “no debéis exigir que se revisen los casos, porque quizás esto se mezcle con el tema de la ETA y no conviene que se piense que el feminismo se pone del lado de los fachos”. Los fachos, queridxs lectorxs, me comen mucho el coño. Aquí se está hablando de MUJERES, así, con letras mayúsculas, con total presencia, siendo nuestra integridad y nuestra seguridad el tema central, sin más satélites. Dejemos de pedir derechos básicos usando el “por favor” y arrebatemos privilegios machos de una puñetera vez.
Pues ¿Qué queréis que os diga? Yo, personalmente, mientras el capitalismo exista, celebraré el triunfo de cada una de las mujeres que accedan al poder y al dinero. Mientras que exista el matrimonio, celebraré las uniones de personas del mismo sexo y su acceso a los mismos derechos que las heterosexuales. Y también creo que, mientras que el código penal sea el que es, los violadores deben estar encerrados.
Por otro lado no hay casos de violadores reinsertados, lxs profesionales están cansadxs de decirlo, ni si quiera en los países con los mejores centros penitenciarios. No hay manera de cambiar la mente de un agresor sexual, el que lo es lo será hasta el día de su muerte.
Estoy muy hasta el coño de que se nos pida siempre a las mujeres bajar las armas mientras nos rodea una sociedad entera apuntándonos con metralletas, que se nos pida esperar a que llegue el mundo idílico que deseamos, que se nos pida ser “mejores”, “no ponernos al mismo nivel que el resto de la sociedad”, mientras seguimos siendo esclavizadas, violadas y asesinadas, mientras nuestros derechos se ven ninguneados de forma sistemática.
Instituciones judiciales, políticas y sociales y fuerzas de seguridad ciudadana han demostrado ya, con creces,  que ni saben ni tienen el más mínimo interés en defender la integridad y los derechos más básicos de las mujeres ¿A qué estamos esperando, pues? ¿Cuándo entenderemos las mujeres que ante un agresor, la única defensa posible es la autodefensa? ¿Vamos a seguir tragándonos el cuento ese de que “somos mejores que ellos  y por eso no debemos defendernos”? ¡Ya está ocurriendo en otros países (el ejército del sari rosa en India, los grupos por pueblos en El Salvador y Perú…). En cada barrio, en cada bloque de piso, sabernos fuertes, entender que si tocan a una nos tocan a todas. Es urgente un plan de autodefensa basado en la prevención y en la organización y debe partir de cada comunidad de vecinas, de los pequeños núcleos de ciudadanas.

¿A qué estamos esperando? ¡Ni una muerta más! Esto es un asunto nuestro y de nadie más.
(Para más información sobre los casos de los violadores podéis consultar este artículo: http://tendenciasdelmundocontemporaneo.blogspot.com.es/2013/12/fotos-de-los-violadores-liberados-por.html)