La tristeza que está en las costillas

Don_Quijote_de_la_Mancha_by_sn0w1etIván dice que la tristeza vive entre las costillas y la piel, que está ahí siempre aunque no la sientas y que solo se hace notar cuando entra o sale de ti. La tristeza puede estar dentro o fuera de tu cuerpo y, dependiendo de donde se ponga, las cosas se te presentarán bien distintas. Estar triste por dentro y estar triste por fuera es diferente. Dice que cuando lo estás por dentro es más difícil de quitar, se pasa solo a ratos, cuando haces cosas que te gustan como jugar o dibujar, pero cuando dejas de hacerlas te vuelve esa «tristeza de dentro». En cambio la de fuera dura solo un instante, un ratito al máximo, y viene cuando ocurre algo fuera de ti «por ejemplo cuando te tienes que despedir de alguien que se tiene que ir y con quien te gusta estar». Estos días Iván ha tenido tristeza de dentro y decía que no sabía por qué era hasta que esta mañana ya se ha dado cuenta: «Papá, mamá, nos hemos dado pocos besos estos días».

Habla de las emociones con una precisión que impresiona. Define sensaciones, elabora preguntas, da soluciones, explica concienzudamente… camina rodeado de cosas que solo él ve: el miedo, la vergüenza, la alegría, la tristeza. Ve un triceratops que se lleva mal con un T-Rex. Ve Maincraft. Crece muy rápido, más que cualquier otro niño de su edad. Un mes para él es como un año para cualquier otro. En un mes le da tiempo de aprender muchas palabras, de percibir estados de ánimo, de convencer a mamá para que vote en su nombre, de que el miedo le salga y entre mil veces de las costillas.

Todo eso hace. Pero otras veces solo se acurruca conmigo en el sofá, me saca una teta de la camiseta y mama como si fuese un bebé.

Identidad leopardo

642En el mercadillo:
Iván- (Emocionado) Mira, mamá, una tela de estampado de leopardo de colores.
Yo- Ay, qué bonita, la compramos y te hago una capa.
La vendedora (gitana), pone cara de asombro. Le explico:
-Es que a mi niño le encantan las telas de brillos y los estampados de leopardo.
Un momento de silencio y reflexión por parte de la señora y suelta:
Po a vé ci es que er niño es gitana…
Yo pienso que eso es algo así como Foucault de mercadillo o cómo entender la identidad sin ser una feminista blanca repelente y muy leída.

La noche antes fuimos a ver un teatro de mimo. Y*** parecía diferente, había algo distinto en ella. Había visto a los mimos hacer cosas y las traducía: «ahora anda deprisa porque está nervioso» …estaba en un mundo sin palabras y eso la relajaba. Y*** habló inglés hasta los 4 años. A esa edad la separaron de su familia biológica y en pocos meses aprendió el español, en el centro de acogida. En menos de un año olvidó por completo su lengua madre. Ahora tiene un ezpañol flamenco, con seseos y ceceos que no obedecen a ninguna lógica geográfica y con un deje africano que la acompaña cuando habla, anda y baila.

Y*** ha descrito verbalmente su rechazo a nuestras muestras de amor. Le ha costado mucho, le llevó exactamente cuatro días conseguirlo y como es la niña más valiente del mundo (por lo menos pa mí que soy su madre), una mañana lo soltó: me agobia, me enfada y no me gusta (lo dijo con ímpetu porque va para alcaldesa o para algo de mandar mucho). El resto es todo un dibujar árboles y enseñárselos a los mayores haciendo especial referencia en las raíces. «Mira qué raíces ¿Has visto qué raíces? Yo antes no pintaba raíces, la gente no se da cuenta de lo importante que son las raíces, sin las raíces los árboles se mueren». También dibuja a su mamá V*** pero no le pone la palabra mamá con una flecha, solo su nombre de pila. Al rato borra el nombre y escribe «mummy». Ella se dibuja en el mismo folio, pero a cierta distancia. Las dos tienen la misma estatura, a veces incluso Y*** parece más grande y lleva el peinado que mamá V*** le hacía antes, cuando aún le dejaba peinarla. Es como una caja cerrada incapaz de abrirse. Sus dibujos son gritos. Sus palabras milagros. Y ella la valentía hecha animal.

A veces pienso que no tengo hijxs, tengo dos leoparditos.

-Y***, si este verano no quieres irte al pueblo con los yayos me lo dices, nadie te obliga. Si te da vergüenza porque hay gente que no conoces o lo que sea, me llamas y vamos a por ti.

– Es que yo no cé que es la vergüenza.

-La vergüenza- dice Iván- es lo que hay entre el miedo y la alegría.

Al escuchar a Iván a Y*** se le ilumina la cara porque se ha dado cuenta de dos cosas: ya sabe lo que es la vergüenza y se acuerda de un momento en el que la sintió:

-¡Cuando os conocí tuve vergüenza!

Ya sé que es poco. Es solo la expresión de algo que para los demás es una obviedad, pero en mi familia las obviedades no existen. La identificación de una emoción, el poder dar nombre a algo que Y*** siente o sintió es siempre un acontecimiento intenso porque ella habla en un idioma que le dificulta expresarse y vivió cosas que no deberían existir. Son cosas con nombres raros y dolores intensos, por eso cuesta nombrarlas. Así que dice eso y me abraza, ella que nunca abraza, lo dice y me abraza. Y me pregunta:

-¿Cuándo Iván os conoció también tuvo vergüenza?

-Iván salió de mi barriga, Y***, con él fue todo muy diferente.

-Ah, claro, entonces cuando llegó ya te conocía a ti pero no a papá.

-Bueno- dice Iván- es que conmigo fue distinto, Y***, yo me fui acostumbrando a ellos poco a poco.

 

Cantar en Sevilla

No recuerdo muy bien cuándo canté por última vez en Sevilla con un proyecto dirigido por mí. En la última década he servido varias veces de instrumento a directores musicales y de escena en los teatros de mi ciudad, la última vez hace seis años, pero con algo mío, de verdad mío… ya ni me acuerdo. Cuidado con la Perra se pre-estrenó en el 2013. Han pasado ya cerca de dos años y el espectáculo aún no ha pisado Sevilla. No es casualidad, es miedo. Durante dos años he estado dándome excusas para no traer la Perra a Sevilla, dos años de salas llenas por toda España, de aplausos, de entrega de un público que ha acogido esta nueva etapa de mi vida artística con los brazos abiertos… y aún así, tan solo de pensar que el 22 de mayo actuaré en mi tierra, me tiemblan las piernas y se me hace un nudo en la garganta.

Han pasado muchas cosas desde la última vez que pisé un escenario sevillano. Yo antes no era como ahora. Ya sé que todxs cambiamos, pero hay cambios que atraviesan nuestras vidas de manera especialmente violenta. Yo antes era así, como en este vídeo, pero en el 2013 decidí que ya no más. Ya no más vestidos de princesas, no más directores hablándome en imperativo, ya no más fiestas de millonarios que bailan mientras yo canto “Cheek  to cheek”, ya no más morderme la lengua, ya no más sonreír sin ganas, ya no más zapatos incómodos. Ya no más de todo aquello: así nace Cuidado con la Perra. Y la cuestión, si no quiero engañarme, es que yo no quería que Sevilla la conociese.

Me costó mucho esfuerzo que mis padres estuviesen orgullosxs de mí y el 22 de mayo voy a echarlo todo a perder porque ya nunca más subirá al escenario esa soprano preciosa y joven con su vestido largo de raso color cobre, esa a la que tanto querían y que tantas alegrías les dio. La que sube al escenario el 22 es una mujer madura, con un vientre flácido atravesado por costurón de cesarea, una mujer lesbiana, una mujer rapada, una mujer que dice palabrotas y se ríe a cada rato. Y subo mandando. Ya no les voy a gustar, al menos no tanto, y eso me duele. Intenté esconderme de todos esos compañeros músicos. Me encantaría que sus opiniones me trajeran al fresco, pero no es así. Todos los que me formaron, de los que tanto aprendí, todos esos que me tuvieron paciencia cuando yo solo era una cría que quería ser cantante…

Cantar en Sevilla el 22 de mayo va a ser mucho más que actuar en mi ciudad. Esa noche cerraré una etapa, esa noche morirá una parte de mí que hacía tiempo que ya debía haber despedido. Sé que defraudaré a mucha gente y eso me duele, pero ya no puedo seguir fingiendo que en todos estos años no ha pasado nada. Marruecos, mis hijxs, el feminismo y tantas mujeres no pasan por encima de una pequeña soprano sin dejar huella.

El día 22 de mayo os espero en la Sala Tramallol para morirme y nacerme. Y para abrazaros en una actuación íntima como ninguna. Ojalá me acompañéis. Muero de miedo, que lo sepáis.

El rosa por bandera

 

Para Frida.

Cuando digo que el 90% de los hombres que conozco son unos gilipollas me refiero a esto: desmontar la masculinidad es el único modo que encuentro para entender la inclusión de las personas diagnosticadas hombres al nacer dentro de la lucha feminista. Pero desmontarla de verdad, no haciendo una paella el domingo mientras aseguras que la cocina se te da mejor que a tu mujer. Conozco a muy pocas personas que estén realmente en ese proceso. Desmontar la masculinidad no es hablar de ti en femenino en la asamblea de los miércoles (esa que organizas TÚ, anarcomacho, y que pones a las 7 de la tarde impidiendo a las mujeres que criamos poder asistir). No te nombres en femenino si no eres capaz de pasearte por tu barrio con un vestido rosa. El rosa y la -a son privilegios a los que no te vamos a dejar acceder de forma intermitente, en fiestas feministas, en centros sociales, allí donde de repente, ese color es lo políticamente correcto. El vestido rosa hay que sudárselo en una entrevista de trabajo, por ejemplo, o en una cena de Navidad. Creo que el movimiento feminista no es suficientemente consciente de hasta qué punto debe integrar la transexualidad en sus filas y en sus reivindicaciones.

Cuando era pequeña yo también fui princesa, me infectaron el cerebro con héroes salvadores en caballos blancos pero eso se me pasó al primer polvo en la adolescencia. Intuí la gilipollez masculina en seguida, afortunadamente. Es decir, muchos de los aditivos del rosa, esos que quisieron meterme a base de pollazos, fueron desmontados a tiempo.

Me sigue fascinando la manera en que la libertad de las mujeres se manifiesta donde menos te lo esperas. El rosa es para Y*** una bandera que delimita un espacio no mixto, un lugar donde los opresores del balón no entran a menos que demuestren que lo merecen ¡Quiero banderas rosa ondeando en los balcones de las casas! ¿Cómo pude olvidarme? La purpurina fucsia es la construcción del bando de las buenas, es la prueba de fuego. Si un niño era capaz de sentarse con nosotras a jugar con las Barbies y aguantar las burlas (y las agresiones físicas y verbales) de los opresores del balón, ese niño merecía ser aceptado entre nosotras como una más. Era “el test de la Barbie”, que hacíamos sin ni siquiera ser conscientes. No había amor romántico con ese chico, ninguna construía mierdas de dependencias con él, era realmente una más… una niña más del bando de las buenas, del bando de las que no pegaban balonazos, de las que estudiaban, de las que no abrían la puerta del baño cuando alguien estaba dentro, de las que no pegaban patadas, de las que no levantaban las faldas para humillar, de las que no cogían el culo sin permiso… era el bando de las niñas, el bando rosa. No había nada de malo en esa construcción más que el provecho que sacaba de él el bando de los niños. No se me ocurre nada más anarquista: nos respetábamos porque era lo justo, sin necesidad de que una autoridad adulta nos estuviese castigando a cada rato como ocurría con ellos.

No es malo ser complaciente, es malo aprovecharse de la complacencia. No es malo sonreír, es malo que te nieguen la rabia. No es malo vestir de rosa, es malo pensar que es un color de lerdas. No, machirulo de patio de colegio, las niñas que visten de rosa no son lerdas, es que te están poniendo a prueba para ver cómo de gilipollas eres.

Las princesas no éramos (no somos) imbéciles. Me he faltado al respeto a mí misma en otra época pensándome más lista en el presente. La Alicia de ahora se olvidó de aquel chico, se llamaba Juan. Él sonreía y nos hablaba, contaba cosas y nos escuchaba. A veces jugaba al balón y otras a las Barbies. Era receptor del acoso masculino infantil de mi barrio, pero afortunadamente supo siempre donde estaba el bando de las buenas, el bando rosa. También hubo quien recorrió el camino a la inversa. Hubo niñas que prefirieron el balón. Muchas se unían al acoso hacia el bando rosa y eso no lo perdonábamos porque lo vivíamos como una traición. En cualquier caso eran siempre machos de segunda así que el mismísimo bando enemigo se encargaba de vengarnos. Otras en cambio, sencillamente, eran mejor en los deportes y los tutús de purpurina les impedían moverse con libertad, por eso no los llevaban, tan sencillo como eso. Con esas no teníamos problemas.

Deja de ser hombre y dejaré de considerarte un gilipollas. Yo, mientras, desmontaré mi blancura, lo prometo, y prometo también no llamarme negra, gitana, mora o mestiza hasta que no haya sido capaz de desmontar mi etnia y mi clase allá a lo lejos, muy lejos de la asamblea de los miércoles. Quizás así empiece a ser, yo también, un poco menos gilipollas.

 

Manifiesto dirigido a las prostitutas

dominio-13-10Existe una institución que fiscaliza el cuerpo de las mujeres y comercia con sus relaciones sexuales. Esta institución es una de las que más protege y bajo la que más abusos sexuales se cometen. También ampara el asesinato y maltrato machista sistematizado. Esta institución lleva a las mujeres al estado de la esclavitud y está sostenida sobre la manipulación de los conceptos llamando amor y sexo a lo que no es más que pura especulación del esfuerzo, el trabajo y la humillación femenina a través del cuerpo.

La ley de muchos países permite que menores de edad sean sometidas a formar parte de esta terrible institución. Existen un verdadero tráfico internacional de mujeres cuyas organizaciones cuentan con la colaboración y el apoyo de las propias familias de las víctimas las cuales son, literalmente, vendidas para ejercer una “profesión” indigna y deshonrosa.

Pero no hace falta irse a países lejanos, en nuestra progre Europa muchas mujeres se ven obligadas a formar parte de este horror y a asumir el vacío legal que supone para su vida como ¿trabajadoras? y lo hacen porque no les queda otra, porque a veces es la única opción. Las mujeres inmigrantes encuentran en ella una manera de sobrevivir.

Pero esta lacra en Europa no solo llega a las inmigrantes, también muchas mujeres blancas y de clase media alta se ven afectadas por el machismo del que hablamos, obviamente con perspectivas económicas y culturales diferentes, pero con idéntica problemática en cuanto a las violencias patriacales que esta institución favorece (violaciones, vejaciones, asesinatos, fiscalización del cuerpo, control de la economía, etc.).

Sé que muchas me vendrán a decir que pueden darle la vuelta, que las instituciones machistas están ahí también para negociar con ellas y saberles sacar partido… pero eso lo dicen porque están alienadas por el maltrato y son incapaces de ver la realidad. Una mujer maltratada deja de ser ella misma…

Queridas putas, como muchas de vosotras ya habréis imaginado la institución de la que hablo es el matrimonio. Por eso escribo este manifiesto pidiendo vuestra solidaridad. Visto que hay tantas mujeres casadas pidiendo la abolición de la prostitución, os ruego que nos ayudéis. Putas, no seáis chungas, luchad por nuestra dignidad igual que las abolicionistas de la prostitución están luchando por la vuestra. Es verdad que estaría bien que cada cual decidiera donde quiere poner su dignidad, pero visto que no se puede, vamos a dignificarnos ya unas a otras y así nos quedamos tranquilas.

Y las putas casadas… no sé, chicas, a este punto os veo muy indignas por todos los lados.

En cualquier caso: ¡ABOLICIÓN DEL MATRIMONIO YA!
Firmado:
Una mujer casada

Naturalezas vivas

IMG_0159-Nadie dibuja las raíces de los árboles pero los árboles tienen raíces, dice Y***. Yo a partir de ahora las voy a dibujar siempre ¿Ves, mamí?.

-Me encanta tu árbol, Y****.

Fue como si de pronto se hubiese dado cuenta de lo de las raíces, como si hubiese tenido una revelación, y en el mantel de papel del restaurante dibujó un árbol con raíces bien afianzadas y fuertes. Hicieron, entre los dos, una verdadera obra de arte. Fue una pena que Iván derramara el vaso de agua. Siempre derrama cosas en las mesas: zumos, agua, Acuarius… y los demás nos ponemos nerviosos y nos enfadamos porque se lo decimos mil veces: cuidado Iván, no vayas a tirar algo. Y al final… nada, lo vuelve a hacer.

Pero es que Iván tiene un pequeño “problemilla” con las manos. En realidad lo que pasa es que no tiene manos, tiene dinosaurios: la mano derecha es poseída frecuentemente por el alma de un T-Rex y la izquierda por la de un Triceratops y, bueno, todos sabemos que las relaciones entre ambas especies nunca fueron precisamente… diplomáticas. Así que Iván va andando por la calle mientras sus manos se pelean entre sí en sangrientas batallas prehistóricas que requieren toda su atención. A veces, cuando la cosa se pone seria se acerca mucho las manos a la cara y se pone bizco y la gente se cree que la mente de Iván va lenta o está estropeada o algo así. En realidad parece ser que el “problema” es que la mente le va muy rápido. O que el mundo va lento, claro. En cualquier caso este mundo se le queda corto, yermo, sobrio, aburrido… así que su mente viaja y las manos también. Y detrás viajan los vasos de Acuarius en los bares. IMG_0160

Fuimos a ver un espectáculo precioso en el Alcázar de Córdoba. Los chorros de las fuentes se teñían de colores y bailaban al son de una música medieval.

-Yo sé cómo se hace, dijo Y***, hay un señor abriendo y cerrando un grifo.

-Que no, dijo Iván, cada chorro está conectado a los demás por un cable rojo, ya me he fijado yo al llegar. Es el cable rojo lo que hace que funcione todo, no hay ningún grifo.

Después seguimos dibujando (esta vez en cuadernos, no en el mantel, para evitar tsunamis prehistóricos de Acuarius). Había un jardín y una flor. Mira mamí (dice Y***) ¿ves? Aquí hay un ratón que se está comiendo a la flor, por eso un señor ha venido y la ha metido en la maceta. Después la ha llevado a este jardín tan bonito donde estás tú, que la estás regando para que la flor se ponga contenta. Ahora la flor ya está contenta. El dibujo se titula “Las plantas y el jardín de Alicia”.

Soy como la Pantoja, soberbia y trianera

TRAJE DE FLAMENCA DE RAYAS VERTICALES BLANCAS Y NEGRASSe establece el acuerdo tácito de que lo masculino es normativo: cuando se habla de “deporte” se habla en realidad de “deporte masculino”, cuando se habla de “prensa generalista” se está hablando de “prensa hecha por hombres que habla de hombres”. El problema gordo empieza cuando se implanta una prótesis con forma de rodilla de hombre en la pierna de una señora o hablan de la clase obrera como si fuese exactamente lo mismo un obrero que una obrera. También  me jode cuando un tribunal juzga igual a una mujer que a un hombre bajo la máxima de “todos somos iguales ante la ley”. La verdad es que a estas alturas de la vida empiezo a cagarme un poco en eso de la igualdad. La igualdad fue el timo del s. XX y parece que pretende implantarse también en el XXI. Las mujeres somos iguales ante la ley criminal pero no lo somos ante la ley civil, esto ya lo decía Concepción Arenal en 1861, así que la cosa viene de antiguo. Pero además yo añado que, aparte de en lo civil, tampoco somos iguales en lo económico, lo social, lo educacional y un largo etc. ¿Por qué entonces sí lo somos ante un juzgado? Ser mujer debería ser un atenuante. Se pasan la vida recortándonos derechos y libertades en nombre del paternalismo social e institucional y de nuestra supuesta incapacidad para poder decidir sobre nuestras vidas y nuestros cuerpos pero a nivel penal se nos exige luego igual que a los hombres.

Hoy quiero hablaros de corrupción. Me cansa, la verdad, que se hable de ella sin añadir el adjetivo “masculina” porque resulta que los corruptos de este país son hombres, así que dejemos de generalizar, que bastante tenemos con ir con prótesis que no se adaptan a nuestras piernas.  Según este artículo sobre corrupción de Elena Ledda y June Fernández “el 87,4% de las personas condenadas en 2011 fueron varones, así como el 83,6% en delitos de falsedad documental. Esa clara predominancia masculina exige matizaciones, como que la brecha de género es todavía mayor en el dato total de personas condenadas (90,6% de hombres frente a 9,4% de mujeres)”. ¿Por qué entonces no hablar de “hombres corruptos”? No es corrupción, es corrupción masculina. No debemos hablar de “personas”, así en general, sino de machos: varones, de clase media-alta, heterosexuales, de mediana edad, con estudios superiores, blancos y sin discapacidad. Sí existe un modelo de persona corrupta.

Bien es cierto que existe un modelo de mujer corrupta que no debe ser ignorado. Es más, analizar ese modelo me va a ser muy útil para redactar este artículo. Hay que fijarse atentamente en esos pocos casos y darnos cuenta de cómo el género atraviesa el fenómeno social de la corrupción y, al hacerlo, nos damos cuenta de que ellas están implicadas casi siempre a través de los negocios sucios de sus parejas hombres. Estamos ante una de las consecuencias más nefastas del amor romántico y que, por cierto, no solamente  afecta a la clase alta: el amor romántico como estafa económica.

Yo no estoy diciendo que las mujeres de los corruptos no sean corruptas y no deban ir a la cárcel. Lo que estoy diciendo, amigas, es que las mujeres debemos hacernos dueñas y señoras de nuestra vida fiscal y dejar de delegar cuestiones en nuestros maromos a pesar de que nos hayan educado para lo contrario. Esto no es solo un asunto solo de ricas.  Tradicionalmente a las mujeres se nos educó en la gratuidad. Nos enseñaron que existían unos trabajos “de mujeres”, unas labores feminizadas, que se caracterizaban, entre otras cosas, por estar mal pagadas o no pagadas, por ser carne de cañón de economía en negro y abusos laborales y por implicar asuntos como el acoso sexual o la disponibilidad plena. Las cosas no han cambiado tanto como pensamos. Las amas de casa pobres antes conciliaban la crianza y los cuidados con el coser o lavar ropa “para la calle” o amamantar a bebés de las/os ricos/as. Nosotras, mientras criamos, damos clases particulares mal pagadas, también en negro, por cierto. Y quejarse ante esta situación es ser una mala mujer porque las mujeres como deben ser no tienen que preocuparse por el dinero, que es cosa de hombres. Nosotras somos mejores, unas santas, nosotras somos unas santas… mi madre fue una santa… más buena… ni una queja, nunca… una esclava del hogar, siempre entregada sin pedir nada a cambio, resignada… Me contaba una amiga abogada que uno de los problemas más grandes que tiene cuando trabaja para defender a mujeres maltratadas es lo desastre que son para los asuntos del papeleo: “Eso lo lleva mi marido” y no saben ni si quiera qué es lo que tienen en propiedad (negocios familiares, deudas, vivienda, coches…). Esto es un problema grave señoras, nos tienen pilladas por la economía y en una sentencia de divorcio un juez solo va a ayudar a nuestros hijos porque ante la ley las mujeres no somos personas, somos madres.

El imaginario social dibuja a mujeres despiadadas que se quedan con todo tras los divorcios. La realidad son madres luchando inútilmente porque se respeten unos acuerdos mínimos.

Por otro lado, si te atreves, si pones precio a las labores que, como mujer, se te permiten realizar, debes pagar el precio del estigma: la puta que vende lo que debe entregarse por amor; la mala madre que pretende cobrar por gestar y/o criar; la esposa del millonario que ascendió en la escala social cobrando con diamantes por dejarse tocar las tetas, la cantante que se hizo rica en un género musical femenino y que, por ello, es  inculta y casposa.

La Pantoja es una señora que estafó a Hacienda y por ello está en la cárcel, de acuerdo, pero está pagando una pena doble (¿triple, cuádruple?) porque ser coplera es ser casposa y ser andaluza, inculta, claro y tener orígenes humildes y familiares gitanos es ser cateta. Además no es Infanta de España como otras que yo me sé (no quiero señalar a nadie). Da igual que conozcas e interpretes como ninguna un patrimonio musical único en el mundo, como es la tonadilla, que en tu juventud te apadrinaran y apoyaran gracias a tu talento los mejores compositores y letristas de la historia de la tonadilla (varones, sí, pero muy maricones ellos), dan igual todos tus méritos culturales porque reinas en un mundo de segunda, un mundo andaluz y femenino: la copla.

¿Pues sabéis que os digo? Que yo nací en el mismo barrio que la Pantoja y que mi acento es el mismo y que tengo su misma soberbia. Me gusta ser soberbia. No tengo el más mínimo interés en que digan de mí lo que dicen de los hombres cuando son como yo: “Qué carisma y qué carácter tiene”. No, las mujeres somos soberbias, no fuertes. Pues sí, yo soy muy soberbia, ya lo habréis notado. Y también muy mala madre, muy zorrón, muy inculta, muy casposa y muy bollera. Soy muy Pantoja de hecho, ahora que lo pienso. Lo siento, no todo el mundo tiene la suerte de ser trianera. Viva Triana y viva la Virgen de la Estrella y su hermana la Virgen de la Esperanza. Dicho esto, sacúdanse la caspa si les preocupa, prosigamos.

Me parezco mucho a La Pantoja pero hay una cosa que nos diferencia: ella confió en el hombre del que se enamoró y cuando vio que su cuenta bancaria se inflaba se hizo la longui o se siguió fiando o pensó que eso eran cosas de hombres y no se metió en el asunto… y así se ve ahora. Yo en cambio no pienso poner mis asuntos fiscales en manos de ningún tío y si un día me equivoco, o estafo o me hago rica o me arruino, será porque mi soberbia feminista me hizo controlar y ser conscientes de la existencia de todos mis euros. Esto que digo es muy soberbio, lo sé.