Pasar por el aro

María Callas y Meneghini, Imperio Argentina y Florián Rey, Marlene Dietrich y J. von Sternberg, Concha Piquer y el maestro Penella, Penélope Cruz y Tom Cruise, Sofia Loren y Carlo Ponti y así un eterno etc. Son todos ejemplos de ilustres carreras femeninas apoyadas en las influencias de hombres poderosos.

¿Qué es el amor? Nadie lo sabe con certeza y quizás haya tantas definiciones como seres vivos sobre este planeta ¿Quiénes somos, pues, para juzgar como frívola la opción de “pasar por el aro”? Porque a veces yo me pregunto a qué obedece aquello que llaman “amor verdadero”. A mí, por ejemplo, siempre me han gustado los chicos listos, esos que estudian mucho o tienen una habilidad intelectual o artística. Normalmente no hallan donde caerse muerto y eso acentúa enormemente el nivel de mi libido, de mi pasión y de mi amor, porque a mí los que me ponen, son los artistas incomprendidos. Y creo que al final todos/as buscamos lo preestablecido porque somos seres sociales y llegar a las cualidades genéticamente puras de un ser humano es por definición imposible. De esta manera yo amo a los hombres pobres, María Callas amó a los ricos y eso no me hace ser mejor que ella. Cuentan que en la primera conversación telefónica que tuvo con su marido, después de que saltara a la luz pública su relación con Onasis, lo primero que le dijo fue ¿Me darás mis joyas? , a lo que Meneghini respondió con total naturalidad ya veremos…

No vale juzgar. No, no vale porque los matices son demasiados, son tan abundantes que saturan la historia, la de la Callas con Meneghini y cualquier otra, pero vamos, por no perder el hilo sigamos con María, la voz más grande de todos los tiempos que, de no ser por haber “pasado por el aro” (marido millonario 30 años mayor que ella) jamás hubiese sido escuchada por nadie más que por sus afortunados vecinos. Porque es men-ti-ra, es una rotunda mentira que el talento al final sale a flote. Hay talentos enormes bien hundidos en las profundidades del oscuro País Sin Productores.

El Sr. Ford fabricaba coches lo suficientemente baratos como para que los propios obreros de sus fábricas pudiesen adquirirlos, así se aseguraba el reembolso de gran parte de los salarios que él mismo les pagaba. Algo parecido ocurre con el sexo en nuestra sociedad. El poder está en los hombres y la represión en las mujeres, pero nos han dejado usar un arma, la sexual, para poder cobrarla cuando a ellos les apetezca. Eso sí, previa estigmatización, porque ellos pueden prostituir la mente para alcanzar el poder pero está muy mal que nosotras prostituyamos el cuerpo con el mismo fin.

Las empleadas de hogar en Marruecos

Nunca se miran frente a frente, eso se me hace desde fuera ¿Cómo hacerlo? Cada una vive la vida de la otra en cierto modo. El hombre siempre está ausente, son largos los periodos en Europa para seguir la evolución de las empresas. Ya sea marroquí o colono, el varón se desentiende de todo. La mujer rica casi, casi lo mismo. Coge al hogar con la punta de los dedos y, tapándose la nariz, se lo entrega a ella, a la sacerdotisa de lo doméstico (el hogar incluye a los/as hijos/as). Madame se lo entrega a tati sin mirar, no quiere saber de él más que lo justo. Su marido ni eso, pero es mejor así, cuando está en casa se pone muy nervioso, las semanas en Europa le hacen más llevadero “todo esto”. Todo esto, el calor, el que no funcione nada, el rey cagándose en los movimientos inútilmente ágiles de una burguesía bien controlada, los mocos de los niños que te venden pañuelos en los semáforos, las mujeres golpeadas, los hombres magullados y tati, silenciosa, limpia, cocina, plancha, lleva al colegio a los/as niños/as y disfruta de sus sonrisas. Tati se escribe con mayúscula sólo si va detrás de un punto porque hay muchas tatis, una en cada casa rica y muchas por las calles, desempleadas, deseando entrar en el hogar de otra, renunciar a tener un marido, a vivir en una casa propia, a parir, a amamantar, a controlar su tiempo. Ser una tati es como casarse con el marido de otra y también con la esposa, los hijos, las bolsas de la compra. También las llaman mami, femme de ménage y muchas cosas más. Nadie las llama esclavas, curioso. A cambio de una ristra de nombres ajenos ellas trabajan de sol a sol, sin horario respetado o ni siquiera preestablecido, a cambio de cobijo, comida y 200 € mensuales. Y a fuerza de hacer el trabajo sucio reciben la recompensa: ser de verdad la madre y el padre, disfrutar del verlos crecer, no perderse los progresos. Los/as niños/as las adoran y las quieren más que a sus propios/as progenitores.

Una vez una mujer me dijo: no hay forma de encontrar una doméstica de fiar. Acabo de despedir a la mía, llevaba seis años viviendo con nosotros, mi hija la adoraba, pero he descubierto que me robaba. No entiendo por qué lo ha hecho, me quitó cosas sin valor, ropa que yo no sabía ni que tenía, estaban olvidadas en algún rincón de uno de mis armarios ¿Para qué habrá robado esos trapos pasados de moda? Ahora la niña está hecha una rebelde, claro, es pequeña ¿Cómo explicarle que su querida tati, esa que la acunó de pequeña, que jugó con ella tantos años, es sólo una vulgar ladrona? Ahora mi hija me grita y me dice que la ladrona soy yo.

A veces pienso que la finalidad de este blog es la de aprender a chillar como esa niña.

Quiero ser un cuerpo adornado

Con más de 2000 años de era cristiana a los hombros y lo que vino antes, que para el caso era lo mismo, hoy 10 de agosto de 2010 me encuentro adorando, como siempre, a Marilyn Monroe. Y de camino a Howard Hawks, que bien se lo merece. Ayer fui al cine de verano, con mi bocadillo de bistec empanado y mi lata de refresco de limón. No se creó el habitual efecto microclima (*), cosa rara, pero vamos, que aguantamos con la piel húmeda pegada a la silla de plástico muy contentos porque la película era una de esas maravillas que ocurren en Hollywood de vez en cuando. A Howard Hawks habría que hacerle un monumento por ser el autor cinematográfico que, en pleno musical taquillero, te pone en entredicho los roles masculinos y los femeninos y se divierte y nos divierte enseñando la homosexualidad como lo que es, algo evidente, diario y natural. También porque dirige tela, pero tela de bien.

Violà dos escenas que os invito a disfrutar. En la primera Marilyn deja muy clarito a un señor calvo y viejo lo mismo que decía yo en este blog en mi última entrada: el disfrute de lo frívolo y el acceso femenino al dinero de una forma rápida hace chirriar los dientes de una sociedad que, en cambio, aplaude las mismas actitudes en los hombres. Marilyn en cualquier caso, lo dice con mucho más arte y más agua oxigenada que yo, no vale perdérselo. La segunda escena muestra el baño que Jane Russel se da en un mar de cuerpos masculinos, tal cual, sin más pretensiones ni cerebros, sin menos perjuicios ni sentimientos de culpa. Es la reivindicación del hombre cachas que, por fin, hace justa y digerible su equivalente: la mujer objeto.

Espero que os gusten. Besos a todos.

(*) Todos los cines de verano del mundo gozan de una transformación medioambiental por la que se hace necesario el uso de “el rebequita”, independientemente de las circunstancias atmosféricas que den lugar en el resto de la superficie metropolitana).

Video 1: (Si preferís la versión original : http://www.youtube.com/watch?v=oHp3OO0DalE&feature=related )

Video 2:

La mujer-bebé, prototipo clásico

Múltiples, variados, pintorescos, tristes, sádicos y, en cualquier caso, infinitos son los mecanismos que la sociedad ha utilizado y utiliza para controlar a las mujeres. Algunos ejemplos son la valoración de la virginidad en relación con su estatus social, la condena de su goce sexual para fiscalizar su cuerpo, el menosprecio a las actividades ejercidas por ellas de manera tradicional (labores domésticas, prostitución…) como fórmula implacable contra el reconocimiento social y el enriquecimiento, etc. Se trata de un hecho común a casi todas las culturas del mundo. No importa la fórmula, que a veces resulta incluso opuesta de un país a otro, el fin es siempre el mismo. Por ejemplo, existieron tribus durante el Medievo en Asia cuyas mujeres se tatuaban pequeñas señales en la piel de los brazos que informaban sobre la cantidad de experiencias sexuales que hubiesen tenido en el pasado. A mayor número de tatuajes, mayor experiencia y, por consiguiente, mayores posibilidades de encontrar un marido más rico que le otorgase una mejor posición social. Una vez más es el hombre quien da la posición a la mujer si bien el canon es opuesto al occidental que dice: a mayor pureza, mayor virtud. Y así, podemos seguir con multitud de casos: la depilación en Europa en los años 60 era un signo de opresión contra las mujeres, las feministas dejaban florecer sus axilas como protesta ante lo que consideraban una tortura machista. Hoy día, en cambio, en Marruecos, muchas mujeres casadas se ven obligadas a dejarse crecer el entrecejo y el bigote porque sus maridos opinan que es un signo de coquetería con los desconocidos el acicalarse, maquillarse o depilarse el rostro si éste va al descubierto.

Surgen así polémicas absurdas como la abolición del burka en Europa (mientras las monjas de clausura viven recluidas y controladas por una entidad machista donde las haya) o la abolición de la prostitución (ante el miedo de que las mujeres accedan al dinero de forma rápida, privilegio casi siempre masculino). Es por todo ello que os propongo plantearos cuestiones como estas: un señor que especula con la construcción de viviendas se hace rico en pocos años y goza del prestigio y la admiración social por su habilidad en los negocios, a pesar de que ha jugado con un bien básico. Nadie se planteará quitarle la custodia de sus hijos y ni por asomo se le juzgará mal si realiza su trabajo de forma pública y a cara descubierta. En cambio si una mujer se prostituye y gracias a ello alcanza un nivel económico alto en poco tiempo, deberá enfrentarse al estigma social.

Sueño con un mundo donde las mujeres, por fin, dejemos de ser consideradas niñas.

El cuerpo de la mujer, otro espacio masculino

De buenas tardes y buenos días, de sonrisa cordial y cotilleo a tiempo, de furia doméstica, hipócrita, embustero, chaquetero y prototipo de vecino común. En el ascensor me asfixia su colonia, en el portal me revientan sus sonrisas y a cualquier hora no me bastan los algodones en los oídos para dejar de escuchar sus amenazas a través de las paredes, claras, rotundas, sin rodeos ni posibles interpretaciones: un día te voy a matar. Yo tengo muchas ganas de enfrentarme con uno de esos en algún sitio que no sean las escaleras de mi casa o la puerta del supermercado, para poder estar en posición de igualdad. Ayer mismo me encontré cubriéndome el escote porque un birria de esos se empeñaba en saludarme sin mirarme a los ojos (qué tal la familia, bla, bla, bla…). Y yo ahí, dale que te pego, más pesada que él: cabrón, si me quieres mirar las tetas lo vas a tener que hacer con descaro porque valentía ya sé que no tienes. Y de pronto, mi cuerpo, el mismo que he enseñado por exigencias del guión sin que me supusiese ningún drama, el mismo al que doy baños de sol en la playa sin ridículos triángulos que me molesten al nadar, ese mismo, de pronto, deja de ser mío y me obligan a compartirlo. Que yo lo conozco, y ese, como la mayoría de los maltratadores y acosadores, más que salido es cotilla. He ahí el complejo, la falta de verdadera hombría. Las mujeres, señores, nos lo contamos todo, y de ese que me miraba de arriba abajo sé yo que toma Viagra y ni con esas, por eso insulta y amenaza, dame la pistola que la voy a limpiar, y la otra tonta acojonada ¿La pistola? ¿A mí me vas a venir con esas y ni si quiera eres capaz de mirar a una mujer de frente? Conmigo podías dar…
Sólo nosotras podremos acabar con esta situación, no sirve de nada el sentimiento paternalista que ve a la mujer como un ser indefenso que necesita ayuda y protección. Por cada maltratador hay una mujer que se deja maltratar, una señora que esconde los moretones, que sonríe en el ascensor, que oculta, que hace recaer en los hijos toda la mierda que no se atreve a combatir.

El deporte, otro espacio masculino

¿Sabíais que la selección masculina española de fútbol ha ganado el mundial? Ah, que ya os lo habían dicho… claro, qué cosas, si se ha enterado todo el mundo, incluso a los que dicho deporte nos importa un pimiento. Es absolutamente imposible huir del beso de Casillas, del gol del último minuto, del pulpo de las narices, de las primas millonarias, del autobús paseando a los héroes por las calles de Madrid, del color rojo, de las banderas rescatadas y de su nuevo significado patriótico, de orgullo nacional y de, por qué no decirlo, frivolidad. Opio pal pueblo. Si la cosa encima coincide con la polémica del Estatuto de Cataluña tenemos a un Zapatero loco de contento de ver que nadie habla de nuestros viejos/as y de sus pensiones congeladas, de la política neocolonialista que anda haciendo (precisamente en África, concretamente en el Magreb), de las irrefrenable ola de violencia doméstica que sigue costando la vida a mujeres de todas las nacionalidades, culturas y clases sociales. Opio pal pueblo, fútbol, mucho fútbol. Pues muy bien, hablemos de fútbol y de deporte, así, por hacer de este blog, un blog a la moda.

Que la posición de las mujeres en el deporte es siempre la posición de la segundona no es nuevo. Tradicionalmente, en la mayoría de los países (a excepción de los de la Unión Soviética, en una era hoy lejana), el presupuesto empleado tanto por instituciones públicas como privadas para el fomento del deporte masculino es infinitamente superior al dedicado al femenino. En cualquier caso la discriminación no es sólo monetaria. La sociedad celebra, vitorea y aclama a los deportistas masculinos de una manera continua, cotidiana, exasperada (e incluso a veces histérica) mientras que las deportistas, con sus medallas y sus records, quedan siempre olvidadas en la oscura caverna del anonimato. Sigamos penetrando en la cuestión. No se trata tampoco sólo de reconocimiento a la ganadora, sino que además existe una discriminación al deporte femenino en general, es decir, a aquellos en los que las mujeres destacamos por nuestras características físicas con respecto a los hombres, los deportes en los que elasticidad es la palabra clave. Estas disciplinas no suelen ser televisadas salvo en periodo olímpico, y las deportistas, aun habiendo realizado carreras brillantes, sufren importantes problemas económicos en su etapa post profesional, ya que no existen primas millonarias como las del fútbol o el baloncesto y a veces ni si quiera sueldos decentes.

¿Sabíais que la máxima goleadora del mundo es una mujer? Se llama Mia Hamm, es estadounidense y su record supera al masculino. Otro caso parecido es el de la mexicana Maribel Dominguez, que cansada de ver como sus compañeros gozaban de más prestigio y mejores primas que ella (a pesar de que sus resultados eran superiores), solicitó jugar en la liga masculina, petición que, obviamente, le fue denegada. Y es que no basta con renunciar a nosotras mismas porque ni si quiera cuando una mujer se cansa de ver que ciertos reconocimientos son sólo masculinos y decide entonces pagar el duro precio de dejar de ser mujer y convertirse en hombre, ni siquiera entonces la cosa se hace más sencilla.

Cuestión de pelotas

Selección española femenina de fútbol.

La ciudad está ruidosa y petarda a pesar de rondar la media noche. Iván, milagrosamente, resiste dormido. Una vez más me asomo a la ventana a observar al mundo celebrando algo que no comprendo. Intento descifrar el código que tan inmediato aparenta ser para la mayoría y quisiera sentir la empatía que haría de mi vida algo más sencillo y seguramente mucho más feliz, pero simplemente la cuestión me parece hueca. Que nadie me pida por favor que me relaje porque yo de relax ando bien, en serio, lo he dicho muchas veces, me sé poner bizca cuando es menester. Mi enhorabuena, que no quede, vamos, faltaba más, pero, en serio ¿Nadie lo va a decir? En todas estas semanas ¿Quién pensó en Sudáfrica?

Hemos ganado el campeonato mundial del que probablemente sea el deporte más machista del mundo. He aquí un enlace a la triste y olvidada selección española femenina de fútbol. Os dejo también un vídeo, así, por reflexionar sobre lo que sería el deporte femenino con las mismas inversiones que el masculino. Vamos a pensar en ello aunque sólo sea un poquito, pero sin pasarnos que esta noche es para salir con la cara pintada, cual indio siux, a dar saltos a la plaza del ayuntamiento.

Y qué tristeza me entra a mí con estas cosas. Qué poco me gusta este mundo tal y como es. Y qué miedo me da a veces decir lo que siento pero, de verdad ¿Dónde van a parar las primas de los señores estos de pantalón corto? ¿A los fondos de las tambaleantes pensiones de los/as españolitos/as de a pie? ¿Por eso están todos/as tan contentos/as y tiran tantos cohetes? ¿Por qué nadie sale a protestar por los atracos a mano armada del gobierno y se movilizan de forma tan espontánea, rápida y natural por el deporte?

Por otro lado, perdonad que sea tan monotemática, no quiero insistir, pero es que en África hay tela, pero tela de hambre.

Piropeadores en el mundo


He pasado un par de días en Rabat, nunca había estado y lo habría pasado muy bien de no haber sido por el verdadero acoso al que me vi sometida por parte de la población masculina. Creedme, tras doce años dando vueltas por este planeta nunca me había pasado una cosa igual. No estaba asustada porque conozco muy bien a los marroquíes, en cuanto les dices shuma y les recuerdas a su madre y a su hermana se deshacen en disculpas y desaparecen avergonzados (algo bueno debía tener la represión sexual), pero la cuestión es que a las 21 h. tuve que refugiarme en la habitación del hotel porque no cabía ninguna posibilidad de poder comer tranquila en la terraza de ningún restaurante. Observé que yo no era ni mucho menos la única en sufrir el suplicio de los donjuanes de poca monta, de hecho es algo completamente intrínseco y admitido en la sociedad de Rabat: si una mujer camina sola por la calle debe aguantar las salidas de tono de los hombres.
Eso que muchos llaman piropos, es una costumbre extendida por casi todo el mundo, no es exclusivo de Rabat, lo que pasa es que allí es un fenómeno particularmente excesivo. Ni si quiera en la Plaza de España en Roma las turistas están sometidas a algo parecido. Sevilla o Madrid son también lugares muy desagradables por cualquier barrio y a cualquier hora. Si una mujer camina sola es o porque su dueño no está con ella o porque no tiene dueño y por tanto, cuando llega el verano y las mujeres nos colocamos las tirantas es como si nos hubiésemos colgado al cuello el cartel de DIME BORDERÍAS, GRACIAS. El “piropeador” español tiene las siguientes características:

-Te mira siempre cuando cree que no lo miras.
-Si habla nunca lo hará mirándote a los ojos.
-Si no habla entonces hará un ruidito de esos como para llamar a una cabra o a un cochino o a cualquier animal de granja y lo hará cuando ya hayas pasado.
Todo esto es consecuencia de su miedo, de su complejo de inferioridad y de la infinidad de represiones sexuales relacionadas con la culpa católica.
Pero, por favor, que nadie me malinterprete, yo no hablo de represiones de la expresión del deseo, yo hablo precisamente de lo contrario, de tener el valor de tratar a una mujer de igual a igual, de mirarla a los ojos y de expresar lo que se siente con libertad. Es posible hacerlo, ocurre en muchas ciudades del mundo, yo lo he vivido por ejemplo en Seattle y en una ocasión que viajé a Milán me quedé maravillada de las costumbres que encontré allí en el plano de la seducción. Quien no conozca Italia debe saber que Milán es una especie de excepción para todo y, para el sexo, también. En general existe una gran naturalidad a la hora de expresar los deseos y la represión católica no hace los mismos estragos que en el resto del país. Es, por ejemplo, naturalísimo que mientras una señora toma un café en un bar un hombre se acerque y le diga mirándole a los ojos y sin ningún titubeo señora, es usted bellísima, permítame que pague su café. Después el caballero en cuestión se sentará en alguna mesa a leer el periódico y a esperar la respuesta, si la hubiera, sin incordiar a la mujer. Ni que decir tiene que la situación bien puede darse al contrario, las mujeres pueden tomar la iniciativa sin ser por ello tachadas de nada indecente. A todo esto hay que añadir que en Milán los hombres son bellísimos, claro que, en Rabat lo son mucho más sólo que la torpeza les hace quedarse a dos velas.

Elogio a la nueva mujer, por Héctor Abad

Os dejo este texto de Héctor Abad que me ha hecho llegar mi amiga Estitxu. Hay muchos textos que apoyan la lucha contra el machismo pero este me ha parecido espectacular por una razón: el uso de la primera persona del singular. Espero que os guste tanto como a mí.
«Estas nuevas mujeres, si uno logra amarrar y poner bajo control al burro machista que llevamos dentro, son las mejores parejas. A los hombres machistas, que somos como el 96 por ciento de la población masculina, nos molestan las mujeres de carácter áspero, duro, decidido. Tenemos palabras denigrantes para designarlas: arpías, brujas, viejas, traumadas, solteronas, amargadas, marimachas, etc. En realidad, les tenemos miedo y no vemos la hora de hacerles pagar muy caro su desafío al poder masculino que hasta hace poco habíamos detentado sin cuestionamientos. A esos machistas incorregibles que somos, ancestrales por cultura, por herencia, nos molestan instintivamente esas fieras que en vez de someterse a nuestra voluntad, atacan y se defienden.

La hembra con la que soñamos, un sueño moldeado por siglos de prepotencia y por genes de bestias (todavía infrahumanos), consiste en una pareja joven, mansa, dulce y sumisa,con una sonrisa de condescendencia en la boca. Una mujer bonita que no discuta, que sea simpática y diga frases amables, que jamás reclame, que abra la boca solamente para ser correcta, elogiar nuestros actos y celebrarnos bobadas. Que use las manos para la caricia, para tener la casa impecable, hacer buenos platos, servir bien los tragos y acomodar las flores en floreros. Este ideal, que las revistas de moda nos confirman, puede identificarse con una especie de modelito de las que salen por televisión, al final de los noticieros, con curvas increíbles (te mandan besos y abrazos, aunque no te conozcan), a tu entera disposición, apariencia como si nos dijeran “no más usted me avisa y yo le abro las piernas”, dispuestas a un vertiginoso desahogo de líquidos seminales, entre gritos ridículos del hombre (no de ellas, que requieren más tiempo y se quedan a medias).

A los machistas jóvenes y viejos nos ponen en jaque estas nuevas mujeres, mujeres de verdad, que no se someten y protestan y por eso seguimos soñando,con jovencitas perfectas que lo den fácil y no pongan problema. Porque estas mujeres nuevas exigen, piden, dan, se meten, regañan, contradicen, hablan y sólo se desnudan si les da la gana. Estas mujeres nuevas no se dejan dar órdenes, ni podemos dejarlas plantadas, o tiradas, o arrinconadas, en silencio y de ser posible en roles subordinados y en puestos subalternos. Las mujeres nuevas estudian más, saben más, tienen disciplina, iniciativa y por eso mismo les queda más difícil conseguir pareja, los machistas les tememos.

Pero estas nuevas mujeres, si uno logra amarrar y poner bajo control al burro machista que llevamos dentro, son las mejores parejas. Ni siquiera tenemos que mantenerlas, pues ellas no lo permitirían porque saben que ese fue siempre el origen de nuestro dominio. Ellas ya no se dejan mantener, que es otra manera de comprarlas, porque saben que ahí -y en la fuerza bruta- ha radicado el poder de nosotros los machos durante milenios. Si las llegamos a conocer, si logramos soportar que nos corrijan, que nos refuten las ideas, nos señalen los errores que no queremos ver y nos desinflen la vanidad a punta de alfileres, nos daremos cuenta de que esa nueva paridad es agradable, porque vuelve posible una relación entre iguales, en la que nadie manda ni es mandado. Como trabajan tanto como nosotros (o más) entonces ellas también se declaran hartas por la noche y de mal humor, y lo más grave, sin ganas de cocinar. Al principio nos dará rabia, ya no las veremos tan buenas y abnegadas como nuestras santas madres, pero son mejores, precisamente porque son menos santas (las santas santifican) y tienen todo el derecho de no serlo.

Envejecen, como nosotros, y ya no tienen piel ni senos de veinteañeras (mirémonos el pecho también nosotros y los pies, las mejillas, los poquísimos pelos), las hormonas les dan ciclos de euforia y mal genio, pero son sabias para vivir y para amar y si alguna vez en la vida se necesita un consejo sensato (se necesita siempre, a diario), o una estrategia útil en el trabajo, o una maniobra acertada para ser más felices, ellas te lo darán, no las peladitas de piel y tetas perfectas, aunque estas sean la delicia con la que soñamos, un sueño que cuando se realiza ya ni sabemos qué hacer con todo eso.

Los varones machistas, somos animalitos todavía y es inútil pedir que dejemos de mirar a las muchachitas perfectas.. Los ojos se nos van tras ellas, tras las curvas, porque llevamos por dentro un programa tozudo que hacia allá nos impulsa, como autómatas. Pero si logramos usar también esa herencia reciente, el córtex cerebral, si somos más sensatos y racionales, si nos volvemos más humanos y menos primitivos, nos daremos cuenta de que esas ujeres nuevas, esas mujeres bravas que exigen, trabajan, producen, joden y protestan, son las más desafiantes y por eso mismo las más estimulantes, las más entretenidas, las únicas con quienes se puede establecer una relación duradera, porque está basada en algo más que en abracitos y besos, o en coitos precipitados seguidos de tristeza. Nos convencen para hacer cosas que creíamos iban contra nuestros principios.Esas mujeres nos dan ideas, amistad, pasiones y curiosidad por lo que vale la pena, sed de vida larga y de conocimiento.

Vamos hombres, por esas nuevas mujeres !!!!!!!!!!!!! «