Ayer fui a ver Japiverdy

Ayer fui al teatro. En los últimos años siempre que voy al teatro es porque algún/a compañero/a trabaja en la obra. Ese es el principal motivo, aunque a veces también voy si pienso que alguna persona del cartel podría haber sido mi amiga en el caso hipotético de habernos conocido. Eso sí, nunca voy a producciones en las que yo sepa que los artistas ganan muchos euros por función, aunque alguna persona amiga actúe (a menos que me regalen la entrada en cuyo caso accedo porque siento que estoy haciendo algo así como una copia pirata de la asistencia al teatro). Es una cuestión moral, por eso ya casi nunca voy a la ópera (aunque sea una de las cosas que más amo en este mundo). Me jodo y no voy. Para eso están las grabaciones en DVD, si son piratas mucho mejor.

Me gusta mucho ir al teatro, sobre todo porque las obras las elijo con los criterios anteriormente expuestos. Y por lo demás, ya lo he dicho muchas veces, me estoy quitando.

Ayer fui al teatro (creo que lo he dicho ya). Actuaba una amiga mía y eso hace más lógica mi asistencia. Esta vez pagué la entrada gustosa porque la compañía trabajaba sin caché y sus salarios dependían de lo recaudado en taquilla. Actuaban Raquel Madrid y Cipri López y la obra era Japiverdy. Pasó lo de casi siempre que voy a ver a una amiga actuar, que me quedo de piedra porque asisto a un espectáculo de una calidad tan alta que no puedo comprender como somos sólo cuarenta personas en el público. Lo mismo me ocurrió la semana pasada con el espectáculo Una forma fácil de acabar con todo de María Cabeza de Vaca o cuando Bárbara Sánchez expuso su Gala fantoche. Me resulta incomprensible que todas estas señoras de las que hablo trabajen con subvenciones pordioseras o directamente sin un duro público, pero vamos que lo que yo voy a contaros hoy es que Japiverdi es una obra de teatro como la copa de un pino y que da gusto ver la mirada de Raquel encima del escenario. Por alguna razón, que aún no tengo clara, debemos seguir creando cosas. Esta generación de artistas sin público, sin subvenciones y sin espacios escénicos debemos seguir adelante. Ahora más que nunca, porque ahora ya sí que no debemos nada a nadie.

Me estoy quitando

Judith Scott abrazando una de sus esculturas.

¿Lo hago? ¿Digo la pregunta en cuestión o está ya muy manida?… venga va: ¿Qué es el arte? Mis alumnos/as están componiendo unas canciones que me han vuelto el mundo del revés. Nadie me enseña más música que ellos. Y es que ahora soy profe a jornada casi completa. Echo de menos el escenario con todo mi corazón pero, lo que son las cosas, debo ser bicárdica porque de las clases salgo feliz y con la mente dándome vueltas, llena de ideas sobre cómo facilitarles las cosas, cómo colocar el andamio alrededor de sus construcciones. C, de tan sólo once años, ha escrito una obra para flauta travesera realmente impresionante. Yo no puedo describiros aquí las cosas de los sonidos, tenéis que oírla a ella, que siempre llega con sueño porque los martes flauta pero los lunes y los miércoles inglés, el jueves piano y también pilates y los deberes del cole. Ahí aparece, muertecita, con la flauta acuestas y va y le pone al primer movimiento allegro y al segundo cansado. I en cambio trae una conmovedora melodía de una melancolía tal que la obra de Satie podría quedarse perfectamente para banda sonora de Torrente… y va y le coloca en el título Estoy alegre. Saquen conclusiones si gustan, yo, ya digo, me estoy quitando. Porque esta experiencia y conocer la obra de Judith Scott y ver los dibujos de mi hijo Iván me han dejado un nuevo concepto de creación. Parece ser que el arte sale del corazón de una manera mucho más directa de lo que jamás me imaginé.

Me estoy quitando el miedo.

Ahora mejor


Me gusta no ir a por todas en un certamen, incluso, si así lo decidimos, no ir al certamen. Me gusta levantar, vestir y peinar a Iván, darle el desayuno y muchos besos y llevarlo al colegio a pesar de que todo ello no sea contributivo. Me gusta pasar por delante del edificio de la Seguridad Social. Me gusta pasar por delante del Teatro Maestranza y por delante del Conservatorio. Pasar, pasar y pasar, del certamen, de la Seguridad Social, de las contribuciones, de las subvenciones y de las audiciones. Me gusta sentarme a componer y pensar sólo en componer. Y ahí queda eso. Ya me estaré volviendo majara, dirán, pero hay que ver lo bien que sienta esta crisis a los/as artistas que en cualquier caso nunca habíamos llegado a fin de mes y al menos ahora no tenemos que diseñar el programa de mano a gusto del Sr. Consejero, D. Rosario Torres (en masculino a posta). Qué bien, que os den a todos un poquito por el saco. Y que vivan los cables que os dejan con el saco al aire. Porque aunque las direcciones de los teatros estén en manos de hombres, aunque las subvenciones estén concedidas de forma escandalosa mayoritariamente a hombres, aunque el mundo esté gobernado por hombres, aunque mi labor de madre no sea ni retribuida, ni contributiva, ni valorada, a pesar todo de ello y mal que os pese, aquí estoy y ahora más que nunca, paso de vosotros (en masculino a posta).

Una crisis profesional

Ellos/as han copado los despachos y, desde allí, vigilan, deciden, ordenan, pagan y distribuyen. Los edificios se erigen todopoderosos, son los templos del arte, el sueño hecho materia. Dentro, en el oscuro, dicen que se parte desde cero para crear una nueva luz, jugando a ser dioses. Y los aplausos. En los despachos también juegan los dioses a poner los precios que a veces se pagan a golpe de contribuyente y otras con favores o sexo. No voy a decir que todo sea eso pero es que lo que queda es tan poco y tan dejado a la suerte que al final es como si no existiese nada más.

Y cada día me repito aquello de el/la profesional no cobra por trabajar, al/a la profesional se le paga para que pueda realizar su trabajo. Pero también me oigo lo otro, lo de y con todo lo que yo tengo que decir ¿Me voy a quedar en casa sólo porque las mafias dirijan los teatros?

Algo bueno va a salir de esta crisis porque desde luego si no es para matarnos. Las grandes cosas siempre salieron en los peores momentos. Cuando el dinero se aleja, el ingenio está libre, deja de tener que rendir cuentas y ese es el ingrediente base de una obra de arte.

Traviata: fotos, crónica y confesiones de lo sucedido


Serán los astros alineados de la forma adecuada o la voluntad divina o simple efecto mariposa, pero la cuestión es que de vez en cuando las cosas se presentan de manera esférica, perfecta. La felicidad ha sido, como casi siempre, volátil, imperdurable e intensa y yo, una yonqui. La Traviata terminó y con ella una nueva prueba de que esta profesión mía necesita cuatro o cinco marcapasos por cabeza porque el corazón del que la practica queda extasiado de sensaciones, exuberancia, complicidad, sensualidad, rituales, amor y amistad.

Si ves a un/a cómico/a por la calle cámbiate de acera porque no somos gente de fiar. Estamos todos/as mal de la cabeza. Entramos por una puerta siendo quiénes somos y salimos siendo otros seres imposibles, antiguos, lejanos, siempre vivos, siempre libres. Y así te olvidas de los días pendiente del teléfono, de las facturas que no se pagan solas, de los/as enchufados/as y de las subvenciones no concedidas. Te olvidas de todo porque al mirarte al espejo alguien te transformó en una cómica de teatrucho veneciano de mala muerte, donde las putas y las cantantes eran lo mismo, y te das cuenta entonces de que la función perduró durante siglos hasta hacer llegar a tus manos, a tu cuerpo, un legado único que pasó de generación en generación de desgraciadas divillas y ahora es tuyo. Las bambalinas te dan paso a la habitación de tres muros y, de ahí, al cielo.

En fin, qué contaros que nos os haya dicho tantas veces, lo que pasó de especial, en cualquier caso, fue la buena compañía. Desde lo de Mighiss no me divertía tanto ni andaba tan bien acompañada. Desde aquí gracias a todos/as los compañeros/as que habéis hecho de este trabajo una experiencia única. Espero veros muy pronto.

La vida después del teatro

Para hablar de lo del título de la entrada, así, justo por dar la tabarra, habrá que empezar por analizar la situación del teatro en España. Hablemos de la muerte para poder hablar de la vida. Esto es como Versalles, solo que aquí no rodarán cabezas porque mi gremio gasta todo su poderío reivindicativo en el escenario. Nunca he asistido a una huelga de cantantes ni de actores/actrices. He intentado organizarlas a veces, cuando los abusos se me han hecho insostenibles, pero nunca tuve apoyo alguno por parte de mis compañeros/as.
Un/a solista de ópera, en los teatros españoles denominados de prestigio, puede ganar unos 4000 € por función. Multipliquemos. No, mejor no hagamos cuentas porque desembocaríamos luego en el salario del director de escena de moda y ya eso cabrea más. Pero lo peor es pensar que estos sueldazos salen de las arcas públicas y van a parar a bolsillos privados porque lo que hace esa persona no es capaz de hacerlo nadie más, me dicen. La cuestión es que mi abuela hacía el gazpacho mucho mejor que Arguiñano pero sólo lo disfrutamos en casa y nunca le pagamos por él. Os aseguro que como mi abuela hacía el gazpacho no lo hacía nadie y en teatro pasa igual.
Las fundaciones en cambio son otro mundo, es ese el universo de las estafas, de los blanqueos de dinero y, sobre todo, del timo del que es víctima el nuevo culto, espécimen político mucho más peligroso que el socialista de los noventa (véase la voz nuevo rico) porque aunque deriva de éste, ha evolucionado en su estupidez decidiendo que la calidad de la política cultural de una ciudad es directamente proporcional al dinero que se le pague a un tío famoso que venga a honrarnos con la fundación de su fundación. Fundación es, pues, ese agujero negro por cuyo cuello desaparecen los euros a la misma velocidad con las que el tío famoso en cuestión va inflando sus cuentas en San Marino o Suiza. Y mientras nosotros, los/as artistas de bicicleta, a soportar la crisis y sus recortes.
No me llaméis envidiosa. Vaya, yo mis frustraciones las arrastro como cualquiera, pero lo que quiero decir es que visto que la cosa está como está, más nos vale vivir. Está el organizar la cena para los amigos, bañar a mi niño, que me cuente como le ha ido el cole, ir al banco, poner la lavadora, pasear por la noche después del ensayo camino de casa, escribir mi blog, comerme una palmera de chocolate, leer, correr, vivir. Yo he decidido frenar esa entrega que se comió mi adolescencia enterita, ya está bien de pasarme el día vocalizando, estudiando y esperando esa llamada de teléfono que te anuncia una producción interesantísima cuya gira dura un año y después otra vez a la calle. Ya no, gracias, ahora ya sé que hay vida después del teatro.

Se cambia canción por masaje en los pies

Billie Holiday cuenta que, cuando iba de gira, la orquesta tenía que llevar a una cantante blanca para sustituirla porque en algunos clubs no le permitían la entrada. Aquí en Marrakech no hay segregación racial a nivel legal porque parte del capital está en cuentas a nombres de marroquíes, pero nunca vi a un camarero blanco y los artistas europeos estamos mucho mejor pagados/as que los magrebíes y los negros. En general la original posición social de los músicos de jazz durante la primera mitad del s. XX en EEUU se repite hoy en África: al lado del poder, esclavos del poder.
Una vez alguien me dijo que los/as músicos/as estamos siempre sentados en la misma mesa que los más poderosos recibiendo el trato de los criados. Y es una gran verdad. Después de 20 años dedicada a este mundillo aún me encuentro en situaciones como las de hoy: un cliente que me ofrece dar un concierto a cambio de alojamiento y cena en un hotel de lujo. Debe pensar que las cantantes somos como esclavas, trabajamos por comida y techo. Y no importa cuál sea mi CV, ni mis méritos profesionales, hay una máxima que no cambiará jamás: mientras más pasta y/o más prestigio tiene un cliente, peor tratará al artista.
Sin embargo puedo y debo decir mucho en contra de mi gremio. El dinero nos pasa por delante de las narices, nos acaricia el hocico y desaparece en los bolsillos de los/as empresarios/as. Eso pone muy nerviosos/as a muchos/as de mis compañeros/as que se vuelven pelotas, viscosos/as lameculos sin dignidad capaces de cualquier cosa por un contrato o, incluso, una mísera propina. No sabemos lo que significa la unión profesional y cada cual piensa exclusivamente en sus propios intereses.
Tengo un amigo guitarrista que cuando habla con las clientas sonríe como aquel teleñeco de los 80 y dice “madame” cada vez que termina una frase, aunque la mujer esté tambaleándose y haga muchas horas que haya dejado bien claro que no es una “madame”. He visto a otros/as perder la dignidad en cenas con políticos mendigando giras o dejarse el tabique nasal compartiendo noches locas con mafiosos. Y después está la cama, moneda de cambio valiosísima para ellos, los directores de las óperas, y ellas, sopranos soñadoras… por todo ello, a veces, me encanta estar en paro o ganarme la vida escribiendo artículos de Historia.

Nuevo recital de Alicia Murillo, vídeo promocional

Como ya os anuncié hace unas semanas andamos cociendo un nuevo proyecto. Lo mejor de esta historia, como siempre, lo personal. Por una lado haber conocido a Juanlu, operador de cámara y editor del vídeo, que llegó a mi vida a golpe de Google y click acertado. Hemos coincidido en lo profesional y en lo norteafricano. Esto no se quedará así, vamos que no, dentro de nada concierto benéfico para el Sahara en Utrera, quién no venga se lo pierde. Y, además, claro, reencuentro con El Pájaro que no necesita presentación en este blog, es viejo amigo de todos/as. Qué meneo más bueno de teclas tiene este hombre y yo sin saberlo, a ver, tanta zanfoña y tanto medievo…

Por último dar las gracias a todos los que habéis colaborado de manera indirecta: David y Vicente.

Y sin más dilación os dejo el vídeo promocional, espero que os guste y espero también vuestras opiniones y críticas. Dentro de unos días colgaré más vídeos del proyecto, para los jartibles. Besos.