Ellos/as han copado los despachos y, desde allí, vigilan, deciden, ordenan, pagan y distribuyen. Los edificios se erigen todopoderosos, son los templos del arte, el sueño hecho materia. Dentro, en el oscuro, dicen que se parte desde cero para crear una nueva luz, jugando a ser dioses. Y los aplausos. En los despachos también juegan los dioses a poner los precios que a veces se pagan a golpe de contribuyente y otras con favores o sexo. No voy a decir que todo sea eso pero es que lo que queda es tan poco y tan dejado a la suerte que al final es como si no existiese nada más.
Y cada día me repito aquello de el/la profesional no cobra por trabajar, al/a la profesional se le paga para que pueda realizar su trabajo. Pero también me oigo lo otro, lo de y con todo lo que yo tengo que decir ¿Me voy a quedar en casa sólo porque las mafias dirijan los teatros?
Algo bueno va a salir de esta crisis porque desde luego si no es para matarnos. Las grandes cosas siempre salieron en los peores momentos. Cuando el dinero se aleja, el ingenio está libre, deja de tener que rendir cuentas y ese es el ingrediente base de una obra de arte.