feminismo
Porno casero, porno igualitario
En varias ocasiones hemos tratado en este blog el tema del porno desde la perspectiva feminista. También se ha hablado de la distribución de las diferentes formas artísticas a través de internet y hoy, en este post, todo se trenza.
A los/as que opinan que la industria sexual es por definición machista o a los/as que creen que la sexualidad femenina es reprimida por naturaleza yo les diría que se diesen una vuelta por páginas como www.cam4.com para que comprobasen como en las circunstancias adecuadas también nosotras sabemos disfrutar del sexo por el sexo.
Y por situaciones adecuadas entiendo situaciones de respeto. Yo no voy a comprar jamás una peli en la que ya en el título empiezan insultándome (el otro día en una gasolinera vi que vendían el DVD “Zorras en la cuneta”, lo digo así, por poner un ejemplo). La cuestión es que hasta hoy el porno estaba dirigido a los hombres porque lo diseñaban los hombres. Ojalá que algún día sectores como la prostitución se diseñen por fin pensando también en nosotras así, además de demostrar al mundo que sabemos disfrutar de nuestro cuerpo tan desinhibidamente como ellos, además, digo, nos podremos divertir más.
Sobre la sumisión masculina

Y como no podía ser menos, he aquí la segunda entrega de esta novela pseudosado de dos capítulos, porque sexos hay muchos pero géneros, por suerte o por desgracia, sólo dos. Y también ellos se someten, también ellos tienen su yugo. Desde pequeñitos/as nos hacen conscientes de nuestros deberes y los de los hombres son los públicos. Tal y como la mujer es esclava de su abnegación en lo familiar, el hombre lo es de su cobardía como empleado.
Hay quien dice (y también quien no) que el orgasmo femenino es superior al masculino. El clítoris es ocho veces más grande de lo que parece a simple vista por eso el placer femenino quedaría oculto tras el velo de la incomunicación y la madriguera física porque ¿Cómo se mide eso? Mi orgasmo fue mejor, tú que sabes el mío moló más, el mío fue así pues el mío también qué te crees. Hombres y mujeres estamos condenados a no llegar jamás a comprendernos. Por eso yo, a veces, en la intimidad de mi lecho, intento imaginar qué se sentirá siendo hombre y encontrándose delante de ese jefe omnipotente al que no se le puede ni si quiera decir: hoy no vengo a trabajar porque mi hijo tiene 39 de fiebre. El jefe de los maridos es esa entidad que vigila constante, un Gran Hermano que duerme en medio de la cama de matrimonio porque suyo es el poder, suya la gloria. El jefe de un marido es como el placer del clítoris de una esposa: un ser oculto de dimensiones y poderes indescriptibles y, siempre, incomparable con el de la pareja. Aunque, debo decir que, si bien me he escuchado decir eso de si tú pides la baja no se ve tan mal como si la pido yo, no puedo afirmar que la cosa me excitara.
Sobre la sumisión femenina
El cuerpo de las mujeres
Os dejo este fantástico documental, me encantaría crear debate. Espero que os guste.
Mi reflexión del día
Ahora mejor
Me gusta no ir a por todas en un certamen, incluso, si así lo decidimos, no ir al certamen. Me gusta levantar, vestir y peinar a Iván, darle el desayuno y muchos besos y llevarlo al colegio a pesar de que todo ello no sea contributivo. Me gusta pasar por delante del edificio de la Seguridad Social. Me gusta pasar por delante del Teatro Maestranza y por delante del Conservatorio. Pasar, pasar y pasar, del certamen, de la Seguridad Social, de las contribuciones, de las subvenciones y de las audiciones. Me gusta sentarme a componer y pensar sólo en componer. Y ahí queda eso. Ya me estaré volviendo majara, dirán, pero hay que ver lo bien que sienta esta crisis a los/as artistas que en cualquier caso nunca habíamos llegado a fin de mes y al menos ahora no tenemos que diseñar el programa de mano a gusto del Sr. Consejero, D. Rosario Torres (en masculino a posta). Qué bien, que os den a todos un poquito por el saco. Y que vivan los cables que os dejan con el saco al aire. Porque aunque las direcciones de los teatros estén en manos de hombres, aunque las subvenciones estén concedidas de forma escandalosa mayoritariamente a hombres, aunque el mundo esté gobernado por hombres, aunque mi labor de madre no sea ni retribuida, ni contributiva, ni valorada, a pesar todo de ello y mal que os pese, aquí estoy y ahora más que nunca, paso de vosotros (en masculino a posta).
Los pantalones, la universidad, el tiro corto y mis genitales presionados
1. Tengan una minusvalía o enfermedad.
2. Sean deportistas de élite (faceta, el deporte, también de tiro corto como ya hemos tratado en otras entradas).
3. Desempeñen actividad laboral o prácticas de empresa.
4. Y por último, mi favorito: “Estudiantes que puedan acreditar una situación de baja médica por riesgo durante el embarazo, durante la lactancia y/o una situación de baja por maternidad, esta situación se asimilará a aquellos estudiantes que sin generar derecho a baja laboral por maternidad puedan acreditar dicha circunstancia y hasta un máximo de 16 semanas o 18 en caso de parto múltiple”.
(El punto cuatro es para enmarcarlo, por el uso del masculino y por el pseudoprogresismo del contenido).
En fin, lo de siempre, que mis genitales se libran de asistir a clases no por mi trabajo como madre, ese que me ocupa la mayor parte de mi tiempo, mi esfuerzo, mi corazón y mi concentración, no es por eso sino por mi actividad remunerada, con la que cotizo, con la que me parezco a lo que siempre fue un hombre, aquella diseñada con tiro corto que las feministas de los 60 me dejaron de herencia con la consigna “realízate”.
Yo no sé si mi trabajo de madre no se valora porque tradicionalmente lo hicieron mujeres o si tradicionalmente lo hicieron mujeres porque no se valora. En cualquier caso, gallina y huevos a parte, es lo más bello e importante que he hecho nunca y mis genitales están cansados de no ser aplaudidos por ello.
La calle, otro espacio masculino (segunda parte) o nueva embestida hacia el desconocido hortera que se dirige a su amigo, refiriéndose a mi culo

Tienen los grandes lastres sociales aquello de cotidiano y lo otro de dramático al mismo tiempo y es por lo primero que a veces hasta se puede originar la comedia. Así, lo de esta mañana, por ejemplo, eran tres veinteañeros de vida sexual inexistente admirando mi profuso trasero y las curvas de mi amiga y de ahí sacamos poesía y chistes todos los que queráis pero la verdad es que no me hace ni puta gracia. No consigo reírme de todo y sé que eso es un defecto, pero sepan que no tengo ni el más mínimo interés en evolucionar de aquel flanco. Soy más de la otra acera, de pensar si cuando un/a negro/a en Marrakech (o un/a gitano/a en Sevilla, o un/a Peruano/a en Barcelona) ve pasar las taxis uno tras otro sin que ninguno le pare se siente igual que cuando yo salgo de mi casa y voy hablando en inglés con mi preciosa amiga rubia de las curvas y tengo que aguantar a cuatro veinteañeros diciendo sandeces porque creen que las dos somos guiris y no los vamos a entender. Porque esa es la muerte del piropeador, el masturbarse con la palabra, en hacer un uso exhibicionista de la lengua, en pasear su fantasía como pasea flácido un pene el viejo que lo enseña en el parque a unos niños que no comprenden qué es eso colgón que el hombre agita, en no compartir el verbo, en no usarlo en su principio único e infalible que debe ser la comunicación, en disfrazarse con él de valiente ante los amigos porque las guiris no se enteran de nada. Esa es la muerte rancia y hortera del seductor de mediodía: el balbuceo incomprensible, la palabra sesgada, escondida, humillada, porque en el fondo ambos lo sabemos, que no ofende quien quiere pero hasta el coño, ese que él nombra, estoy de aguantar ofensas que no pueden serlo. Y si yo me vuelvo y me encaro a la risita paternalista del amigo y al acojone o la poca vergüenza del susodicho, me encuentro con unos ojos vacios, redondos, lerdos que jamás podré atravesar porque no habla inglés, pero tampoco domina el español, ni para ir ni para venir. Que te jodan bien jodido, machista paseador de palabra flácida, la calle es mía porque la merezco más que tú.




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