Marfil

Me cuesta trabajo contártelo sin caer en contradicciones: en la guerra nos invadía a todos una excitación única, es algo que no se parece a ninguna otra sensación. Las salas de fiesta estaban siempre llenas y los rubios (franceses y americanos sobre todo) hacían buenos negocios. Yo cantaba entonces para los soldados. Al principio no me enteré muy bien de cómo estaban las cosas porque en la capital estábamos mejor protegidos pero cuando el conflicto civil terminó y la gente decidió echar a los franceses del país todo cambió. En mi casa llegamos a dormir más de 20 personas, eran parientes que venían a refugiarse de los ataques, los saqueos y las violaciones. Reinaba el caos… sí, sí, por supuesto, los soldados rubios también violaban a las mujeres, era un todos contra todos.


Ella es Marfil porque nació en la Costa de. Y cuando en el escenario nuestras manos se unen para cantar la misma coplilla, siento su piel suave, amiga y negra.

Tierra trágame y déjame salir por Australia

Vale, yo lo cuento y os echáis unas risas a mi costa pero luego vosotros me tenéis que contar algo que os haya pasado en ese plan, una de esas situaciones en las que mejor que se lo/a trague a uno/a la tierra.

Pues resulta que llamo a mi jefe para saber si tengo que ir a trabajar esa noche. Me dice que no. Mira tú que bien. Le escribo un sms a mi marío anunciándole que estoy libre y diciéndole más cosas que no os voy a escribir aquí por más que me roguéis, que bastante vergüenza ya pasé como para que encima vosotros os ensañéis. Para que los lectores se hagan una idea, el contenido era una cariñosa invitación con alusiones a nuestra vida íntima. Una vez escrito el dichoso mensajito le doy a enviar y se ve que el móvil estaba en modo graciosillo porque en lugar de mandárselo a mi consorte se lo mandó a mi jefe. Debo añadir que, por si ya la situación fuera poco digerible, encima mis relaciones laborales tumultuosas con dicho jefe han hecho que llevemos más de dos meses sin dirigirnos la palabra más que para lo justamente profesional. Para colmo habla perfectamente español así que no tuvo ni que recurrir al diccionario para enterarse de cuales eran mis propósitos para esa noche en la que no tenía que cantar.

La bola de nieve

Empieza como una simple canica que se desliza bailando caprichosa cuesta abajo, camino de la ladera, y en su viaje alegre va tomando más y más volumen. Hacia la mitad de la montaña ya es una señora bola de nieve pero nadie podría imaginar cuanto pesa porque su caminar es tan ligero, tan despreocupado el brío con el que se desplaza, tan juvenil y alegre su paseo que toda aquello no puede ser otra cosa más que ligereza. Hasta que de pronto aparece un pino. No tiene que ser un pino gordo, basta un pinillo cualquiera. De ahí lo humillante de la situación, si al menos se tratase de uno de esos impresionantes abetos alpinos suizos, pero no, no hace falta más que un triste tronquillo con cuatro ramas recién germinadas y la bola de nieve se desmorona.

Esa soy yo. Más burra no la hay. Ayer me encontré con un pino. Ya se me irá pasando y después vuelta a empezar.

¿Quién me presta unos pulmones? Los devuelvo detrás de las fiestas

Ay dios, qué malita… vaya entrada de año, compare. Llevo tres días en cama con una bronquitis de esas de antibiótico y termómetro. Hoy me he levantado algo mejor y me he podido arrastrar hasta el ordenador para leer el periódico y escribir estas líneas. Eso sí, ando con un ciego que ni Pantani en sus buenos tiempos. Estoy tan mareada que he abierto la web de El País y no me enteraba de nada de lo que ponía en los titulares. Claro que eso me pasa casi siempre, tampoco le vamos a echar la culpa a la bronquitis de lo locos que están los políticos israelíes y los de Hamas. Que ya podría Alá o Yahvé o los tres Reyes Magos, mandar bronquitis en plan al por mayor a todas esa peña para que dejaran a los chiquillos correr tranquilos por las calles. ¿Y yo por qué no podré hacer una entrada en este blog sin hablar de política? Sólo una… a ver, hablábamos de la bronquitis. Mi madre que no se preocupe, que sé que lee este blog, la saludo desde aquí. Ya estoy buena mamá. Los demás tampoco os preocupéis, vamos que no me muero, por lo menos por ahora, claro, algún día si me moriré, como todo el mundo.
Buenos Reyes, ya me contaréis que os han traído.