Ivanadas

Mamá, quiero ser árbol, quiero ser viento, quiero ser todo. ¿Qué es la Conferencia Episcopal? ¿Por qué la quieres quemar? Me mira el coño en el baño, se asusta, se complace, se pregunta ¿Te gustaría ser un hombre, mamá? No, y a ti ¿Te gustaría ser una mujer? Claro, yo quiero ser todo. Mañana iremos a ver al tío, pero, mamá ¿El tío no se había muerto? ¿Qué dices Iván? ¿Por qué iba a morirse? No sé, mamá, la última vez lo vi con muchas arrugas y después de morirnos ¿Qué hacemos? El tío Pablo dice que vamos al cielo… eso sí que es raro. Ese señor de ahí se va a morir porque está calvo ¿lo ves? Tengo tres novias y un novio: Yadira, Ana, mamá y papá. Estoy muy amorado. Me parece que soy budista, mamá, porque cuando me muera voy a ser otra vez Iván y después otra vez y otra y otra. Y tú siempre serás mamá, muchas veces. Ya sé decir perfectamente helicóptero. Léeme ese libro, ahora léeme otro y ahora éste y cuando hayas terminado otro. Léeme tu libro, no importa que no tenga dibujos, léemelo ¿Qué pone ahí? ¿Y eso qué significa? Sigue leyendo… En mi habitación hay fantasmas una vez a la semana, de verdad de la buena.

Me gusta que tú seas tú y me gusta que yo sea mí.

Gente disfrazada de personas normales

Resulto tan cómoda a veces como un par de zapatillas viejas de andar por casa. Yo todo lo entiendo y así, algunos de mis amigxs y conocidxs, deben tomarme por una especie de confesionario de 24 horas, dispuesto siempre a escuchar y a aliviar la culpa.

Si algo me ha enseñado el feminismo es a no juzgar jamás a ninguna mujer por el camino que pudo tomar para sobrevivir en este mundo de machos. Por eso no condeno ni a la puta ni a la que decidió llegar virgen al matrimonio. Tampoco juzgo a la que usó sus curvas en beneficio de su carrera, ni a la que abraza al patriarcado, se hace fotos con los más rancios varones centenarios y, poco a poco, consigue un puesto cedido por esos mismos viejos. Yo todo lo comprendo: tengo amigas que se depilan y llevan tacones, otras que llevan hijab, otras que lucen axilas aterciopeladas. Todas están en mi círculo de amistades, todas caben en mi vida. Soy cómoda, ya digo. Tampoco me permitiría juzgar a los hombres, es mi amigo tanto el que sigue el dictamen de la tradición, como el que se acuesta con este o con aquella… cualquier cosa menos el machismo, claro está.

Trago con prácticamente todo… pero existe una tipología de persona que me toca mucho las narices. Es aquella que me juzga mal pero hace uso de mi confesionario cuando le conviene. Es esa persona que me critica por ser feminista, por denunciar en mi blog a la Iglesia, por decir palabrotas, por exponer a los cuatro vientos mi bisexualidad, por no respetar las reglas pero luego, cuando echa la canita al aire, viene a mí a ser escuchada y comprendida porque sabe que no conoce a nadie con el embudo más ancho que yo. Es la que en un momento dado me pidió ayuda para sobrevivir a algún ataque de misoginia y hoy me da la espalda porque cuelgo fotos guarras en Facebook. Es la que se lio con alguno de mis ex porque sabría que a mí me daría igual pero que si yo osase a tomarme una cerveza con alguno de los suyos me retiraría la palabra. Es la que obtiene todo el beneficio que puede del patriarcado y de mi amistad paralelamente pero después niega en público ser mi amigx y confidente porque tengo mala fama en ciertos ambientes. Es, en definitiva, el ser humano que vive disfrazado de persona normal, esa persona que en realidad no existe, nunca existió y aún así nos empeñamos en establecer como modelo único.

Queridxs amigxs monógamxs que os escandalizáis de mi vida sexual, estimadxs cristianxs, que tan devotamente lleváis al cuello vuestras medallitas de vírgenes y que os ponéis de mal humor cuando critico al clero, amadxs y respetadísimxs todos y todas, por favor, sabed: no me interesan vuestras canitas al aire, me aburren vuestras aventuras llenas de culpas así que, por favor, no vengáis a contármelas. Estoy harta de guardar los secretos aburridos de vuestras camas extramaritales, no me gusta la mentira y odio que me obliguéis a mentir. Me pone enferma que a la menor insinuación de que quizás debierais ser honestos con vuestras parejas y plantearles la poligamia me salgáis con esos aires de superioridad diciendo “no, no, si es que esto ha sido un desliz, yo no soy como tú” aunque sea ya la tercera vez que venís a mi casa a tomar café y a desahogar el lastre de vuestras culpas con la que en el fondo consideráis vuestra amiga la rarita. Llevaos vuestra normalidad a casa y sufríosla a solas.

Limpiemos los barrios

Me altera, me acalora, me eleva el pulso, me perturba, me aturde, me trastorna, me cabrea, me enerva, me entristece y me cansa que, para justificar lo injustificable, se recurra a la invocación de la patria chica. Es como regalar al forastero más xenófobo, el insulto en bandeja. Es mancillar tu propio origen, ofenderte a ti mismo/a.

Muchas personas de mi barrio, si invaden caminando el carril bici, te dicen pero, hombre, esto es Triana. Ante una incorrección lingüística ¡Da igual, soy andaluz! ¿Una evasión de impuestos? ¡Esto es España!.

¿Y desde cuando los/as españoles/as tenemos más pedigrí por robar? ¿Y por qué uno es más andaluz por hablar mal? ¿Y cuándo un/a trianero/a fue alguien a quien no le importó la seguridad de sus vecinos? ¿De dónde sale esa idea vulgar que algunos/as tienen de sí mismos/as y que pretenden extender a la totalidad de sus coetáneos amparándose en la estupidez de sentirse arropado por una manada de borregos?

…la Zambrano, Juan Ramón, los Machado, Antonia Díaz, Lorca, Blanca de los Ríos y también Juana Reina, Caracolillo, Lola, Camarón, Fernanda y Bernarda, Paco y por supuesto Luisa Roldana, Murillo, Velázquez, etc., etc., etc. todos ellos/as, según una chusma que me es contemporánea, deben ser símbolos andaluces por robar, hablar mal e invadir el carril bici caminando.

Hombres, nombres

Dicen que los nombres nos condicionan. No es lo mismo llevar encima una Angustia que una Lidia. Lo de Alicia lo llevo bien y cuando fui a Grecia me hacía gracia que la gente me nombrase para decir la verdad. Tal cual, y verdades hay muchas pero Alicia sólo hay una. La mitad del día ando enganchada a la otra. Quería contaros que me he reencontrado con un ex y me doy cuenta, una vez más, de lo afortunada que he sido siempre en materia erótico-amorosa. Porque mira que hay tíos chungos por ahí, pues yo parece que los repelo y que se me acercan nada más que los que, moralmente, miden del metro noventa para arriba. Queridas hermanas, que no es lo mismo que te guste un hombre que querer compartir tu cama con ese hombre. Hay gran diferencia entre ambas cosas. Yo eso lo sé, lo aprendí enseguida, pero también hay que apelar a la buena fortuna que apartó a los rastreros que había en mi camino. Dice mi madre que lo que pasa es que yo no gusto a los tíos chungos porque les caigo mal ya de entrada, por lo de feminista y tal. También puede ser, como además es recíproco. Y aquí ando, enganchada a la otra. El otro lado del espejo mola, lo sabe quién lo ha catado. A veces me da miedo no encontrar la salida o, lo que es peor, encontrarla y preferir no salir. Allí se está bien, con los ex desnudos, complacientes siempre, adictos a tu placer, cual horma de zapato a medida. Dicen que los hombres nos condicionan. Hombres, nombres, esos que no pueden mencionarse por respeto a sus actuales novias.

En Madrid

Qué guapa eres, tú no eres una buscona, eres una encontrona y además todo en España lleva eñe, hasta España. Qué guapa eres y qué llena está Madrid, yo en realidad sé porque la gente vive en una ciudad tan tremendamente incómoda.

Me pegan pellizcos en las mejillas y me hacen fotos.

Adiós, Sofía Noel, ayer tú morías y yo cogía un tren en Valencia para conocerte y ninguna de las dos lo sabíamos, tú menos, claro, es mucho peor morirse que coger un tren, eso es verdad, pero lo que quiero decir es que nuestras vidas son hilos que se beben y mientras más hilos mejor, sobre todo si son hilos como los de la España que llena Madrid de eñes, ondas al agua y personas. Son vivos y vivas murientes, que a base de encontrones se van viviendo. Qué guapa eres, es de verdad muy guapa ¿De Triana? Y qué guapa y qué guapa y qué guapa y venga sonreírme y darme pellizcos en las mejillas y probarme vestidos bonitos y hacerme fotos y abrazarme y mirarme con ganas de quererme mientras antes mejor y de ponerme a cantar (asalto a partitura armada) y hacerme dormir en una cama enorme y Hugo en el sofá.

Hugo. Su casa es una especie de abrumadora mentira ritual. Hay un baúl con 25 mantones huérfanos y un maniquí que me da la bienvenida. Lo engalana un maravilloso vestido inglés de estilo victoriano, también huérfano, adopción internacional en esta ocasión, verde agua, encaje roto, es para ti, para el espectáculo, te estará algo corto, habrá que arreglarlo. Me estoy acordando de Italia, de la casa de Daniela, y de que ella no permitía entrar a nadie que no tuviese algún talento. Me estoy acordando de Marruecos y de cómo allí daba igual eso del talento porque había que andar esquivando los golpes. Me estoy acordando de mi abuela y de lo que habría disfrutado viéndome con este vestuario. Me estoy acordando de mi abuela, de cuando me decía que era muy guapa. Me estoy acordando de lo terrible que le resultó a mi abuela ser mujer.

Mira mi cuerpo

Mira mi cuerpo, es redondo y húmedo. Míralo de frente, es amplio, acogedor y tierno, mira este rincón, hueso y piel. Mira mi cuerpo. Mira como se transforma con el tiempo, mira todas las huellas que dejaron a su paso las alegrías, las penas, los amores y el dolor. Míralo, sin tocarlo a menos que yo asienta con mi sonrisa y date cuenta de hasta dónde alcanza su belleza y su poder. Escucha su olor, inúndate de todo aquello que soy yo. Porque nadie lo cubrirá nunca más. Caminaré descalza por el asfalto y no podrás hacer nada. Ya no hay vuelta atrás. Mira mi cuerpo y simplemente, abandónate a la idea de que este cuerpo es el cuerpo de un mundo que comienza, un mundo exorcizado, abatido, un mundo que renace, un mundo bello, el mundo más bello caminando a través de mis piernas, desprendiendo olor a través de mi sudor, el sudor más bello, el sudor de la piel que heredé destrozada y he sabido zurcir. Mírame, mira mi belleza, mira el límite hasta el cual mi culo hace reventar tus ojos, mírame de frente y embelésate con todo lo que me esputaste como un insulto y que siempre deseaste como un perro hambriento. Míralo y toma conciencia de que todo se acabó, de que ya no hay putas malogradas porque nuestros coños hoy están a la venta a un precio que no terminarás de pagar nunca. Míralo y ríndete. Y cuídalo como se cuida al ídolo, a la ama.

El cachas

Salíamos del cine, sonreíamos. Caminábamos charlando animadamente, cruzábamos por un paso de cebra. Éramos dos viandantes normales, de esos que no causan problemas en un domingo tranquilo de un de octubre soleado.

Era un puto paso de cebra y ese vehículo, además de estar mal aparcado, dio marcha atrás inesperadamente y casi nos atropella. Avisé al conductor con un par de golpes leves pero sonoros en la parte trasera de su coche. La tarde era soleada, habíamos dejado al niño con mi padre y estábamos contentos de haber ido al cine. El coche era muy hortera, igual que el tipo que lo conducía, igual que su novia, igual que su cerebro.

Pasó seguro más horas en el gimnasio que en la biblioteca. Mens sana in corpore sano, chaval, que no te enteras. De qué te sirve ese coche tan brillante y tan negro, para qué todos esos músculos y sobre todo, nene ¿Es que no piensas? ¿Para qué coño te depilas el pecho? De nada sirve todo aquello si dentro no eres más que un pávido.

A pesar de nuestra sonrisa dominguera y de un ten cuidadito que casi nos atropellas, el capullo va y nos suelta vale pero poquitos golpes en el coche ¿Eh?

David, Alicia, Alicia, David… tanto monta, nosotros sí que sí… (¿Dónde vas tetitas infladas? Pobre, no sabía que había dado con el esperpento hecho humanismo) y ahí mi David y yo exigiéndole una disculpa como si a un conductor subnormal le pudieses exigir un libro de reclamaciones. Esperpento y humanismo hasta que nos tocan las narices, yo un poco más, eso sí, que David está más leído y evolucionado, pero igual hacemos un equipo de puta madre.

Del coche se bajaron músculos y más músculos y un gilipollas los sostenía sobre el esqueleto de un cobarde que asomaba avergonzado de no atreverse con una mujer y un canijo. Y su chati que va y me pide disculpas ¿Eres su madre? – Le dije – ¿O es que conducías tú, acaso? Pero en realidad la pregunta clave era ¿Qué puede ver una mujer en un saco de mierda semejante?

Se puso chulo, le alcé la voz y le lancé toda la rabia que, por fin, he conseguido hacer salir. Ya no hago más yoga, decidido, esto es mucho mejor.

El de las tetas infladas a base de esteroides nos pidió disculpas. Sus ojos desprendían miedo, los míos rabia.

Chicas, en serio, están acojonados, no dejéis que el miedo os bloquee nunca más.