Que gobiernen los/as niños/as

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Iván- Mamá ¿Cuándo votamos?

Yo- El año que viene.

Iván- ¿Pero cuándo?¿En qué mes?

Yo- No sé, no me acuerdo… mayo creo… no sé… pero Iván, tú no puedes votar, eres pequeño.

Iván- Sí, bueno, ya… es que quería proponerte que votaras por mí: yo te digo a quien y tú echas la papeleta que a mí no me dejan.

Yo- … eeeeh…

Iván- Es que quiero votar a un partido que cuide la naturaleza ¿hay alguno?

Yo- De acuerdo, cariño, votarás tú.

Siete tiernos años de conciencia política.

¿Os acordáis de lo del coito?

10478111_10152542652479785_6320621461359290236_n¿Os acordáis de la que se lió este verano con este artículo mío sobre el coito? Señoras ofendidas, machitroles cabreadísimos, gente del Opus pensando en hacerse feminista (esto último me lo acabo de inventar). Bueno, pues de todo aquello nació un grupo de trabajo que, a través de las redes sociales, hemos estado elaborando un maravilloso cuestionario (que te dejo aquí) y esta comunidad de Facebook donde perrearemos mucho y pondremos en entredicho, con mucha guasa, esta historia del mete-saca.

Somos conscientes de que los resultados de una encuesta por Internet no tienen mucha fiabilidad, no podemos impedir que los machitos aburridos se metan a jodernos las estadísticas rellenando la encuesta mientras titan un dado para elegir las respuestas. A pesar de ello te animamos a realizarla porque el solo hecho de plantearte estas cuestiones a ti misma es ya interesante. Es totalmente anónima y muy amena.

Me despido, no sin antes añadir que el coito apesta.

¿Qué ocurriría?

_MG_8679Sinceramente creo que hay un ejercicio muy sano que todas las mujeres deberíamos hacer: empezar a diferenciar, de una vez por todas, estructura social de libertades personales. Son dos conceptos que se tocan y se influyen y a veces pueden parecer lo mismo, pero, queridas congéneres, no lo son. Realizar este ejercicio es, sin duda, un hábito mucho más saludable que comer zanahorias.

Lo que yo os propongo es que, cada vez que estéis a punto de analizar alguna cosa desde el punto de vista feminista, cada vez que queráis señalar cuán machista es un hecho, no señaléis a la mujer que lo sufre o lo comete, sino a la estructura social que lo impone. Esto nos ayudará sin duda a permanecer unidas y, por tanto, a ser más fuertes.

Y saltarán ahora las listillas: “¿Estás diciendo que las mujeres no tenemos responsabilidad sobre nuestros actos y que hay que perdonarnos todas las cosas machistas que hacemos durante el día?” Obviamente no. Lo que estoy diciendo, más bien, es que dejemos de mirar la paja en el ojo ajeno, practiquemos más la autocrítica y desistamos de pensar que el “pecado” machista de la otra es más grave que el nuestro  porque, estimadas amigas, aquí todas estamos pringadas ¿O es que nunca te depilaste las piernas?¿O es que siempre respondiste con valentía al acoso callejero?¿Acaso no agachaste la cabeza aquella vez que tu jefe se propasó por miedo al despido?¿Seguro que tus prácticas sexuales no contienen ningún resquicio de patriarcado, ni si quiera en el subconsciente?¿Nunca tomaste medicamentos sin plantearte que el médico estaba medicalizando tu cuerpo innecesariamente? ¿Has respondido a todo esto negativamente? Vale, pues ponnos verdes a las demás si tan pura y limpia estás de influencia del entorno, este artículo no va contigo. En cambio, si eres un ser humano, quería proponerte que pienses en cada una de las veces que, durante el día, negocias con el sistema y sus estructuras patriarcales y que te des respuestas sinceras, total, no se va a enterar nadie. Una vez hayas realizado el elenco de faltas veniales (o mortales… ¡Oh, diosas!) piensa que quizás una señora musulmana, de esas que llevan telas en la cabeza, no ha cometido tus faltas o que René Zellweger, la del careto nuevo, tampoco. Piensa que quizás la que decidió dedicarse a criar a sus hijos y renunciar a la independencia económica, lleva pelos en los sobacos y tú en cambio te los quitas. O también, por qué no,  que la que se quita los pelos de las ingles tiene en casa un arsenal de juguetes sexuales con los que se provoca más placer del que podrá imaginar jamás tu chocho peludo. Que la diputada del partido de derechas supo pasar por encima de un machirulo y ascender y eso es también un logro para las demás. Que la que no quiso dar la teta para triunfar en la oficina, se opuso a hormonarse y consiguió que el marido se hiciese la vasectomía. Que la puta que le cobra a tu marido (sí, a tu marido), es cinturón negro en judo y al caminar se le nota. Que, queridas amigas putas, las esposas que atendemos hijos y cocinamos no somos unas estrechas ni unas reprimidas. Que tu abuela, esa que aguantó a tu abuelo hasta el día en que murió, supo aliarse con las vecinas y se ayudaron unas a otras sin necesidad de poner a ese acto el nombre cursi y rebuscado de “sororidad” o “comunidad”. Que hay mujeres que no se nombran feministas porque no les sale del coño y están más liberadas que tú. Te propongo que pienses que, cuando las cosas empiezan a nombrarse con palabras raras es quizás porque no se conocen o porque pretenden ser transformadas en otras cosas o porque quieren nombrar un concepto que ya vivía, intentando negar la existencia que han tenido hasta ese momento. O por las tres cosas a la vez.

Una vez hecho esto ¿Qué tal si, todas juntas, vamos a la yugular de quien oprime a las mujeres? ¿Y si hundimos a los gobiernos que obligan a quitar o a poner velos en las cabezas de las mujeres? ¿Qué os parece si nos aliamos para frenar una industria sexual dominada por hombres y apoyamos a las mujeres que quieren y pueden hacerse cargo de dicho mercado? ¿Qué me decís de pedir más derechos, más libertades, más posibilidades sin dañarnos de forma personal? ¿Qué tal si dejamos de ofrecer nuestra creatividad y esfuerzo en sacar adelante proyectos que intentan convencernos de que un obrero es lo mismo que una obrera y nos dedicamos a luchar por lo nuestro? ¿Qué ocurriría si todas las mujeres nos uniéramos y entendiésemos que la lucha de nuestro género solo triunfará si atacamos a la estructura y no a la negociación o acción de supervivencia que, cada mujer por separado, realiza cada día?

Teologías con Cola Cao

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-Mamá ¿Qué es catequesis?

-Es un cole de religión al que van los niños y las niñas de las familias católicas antes de hacer la comunión.

-Ah, pues yo no voy a ir, que seguro que cuentan mentiras- Iván el científico dixit.

-Pues me parece muy bien.

-¿Y qué pasa si Y****. quiere ir?

-Pues si quiere ir, irá.

-Y****. ¿Tú eres católica?

-No.

-Pero ¿Crees en Dios?

-Sí.

-Anda, mamá…-me dice, como quien me está comunicando un problemón enorme, del rollo: ¿Y ahora qué hacemos con esta papeleta?- Bueno, Y****., pues que sepas que yo no creo en Dios, yo creo en los dinosaurios.

– Ah, pues entonces yo creo en laz princezaz. ¿Tu creez en Dioz, Alicia?

-Yo no, yo creo en las diosas.

-¿En laz diozaaaaaz? Ah, puez yo también.

– De todas maneras, Y****., yo creo que si resulta que Dios es solo uno, seguro que es negra, mujer y lesbiana.

-¿Lezbiana? ¿Ezo qué ez?

-Son las mujeres que aman a otras mujeres.

-Puez en ezo creo yo entoncez.

Radio Y.

bocadillo-negro_318-8580No es que Y. no sepa hablar español, es que habla un español muy flamenco. El problema, en todo caso, es que nosotros no sabemos entender el español flamenco. Iván en cambio habla un español científico, poético, gráfico, con muchas esdrújulas. Define, en tres o cuatro palabras y de forma precisa, el nudo emocional más grande que puedas imaginar, la solución a un problema importante, el problema mismo, la prueba irrefutable de que Dios no existe o el origen del universo (materia y antimateria incluidas). Por eso, cuando Iván nos ve preocupados por cualquier cosa, nos mira y dice ligeramente, desde sus 7 años: “No os preocupéis más, Y. es feliz, yo la veo feliz”.

Y. nunca usa esdrújulas. Tiene un español flamenco, ceceante, rítmico y con sonoras des que se acentúan cuando quiere imitar hablar a su hermano. Hay un país del que no recuerda nada y que siempre va con ella, en la punta de su lengua y en dos vestidos colgados en su armario que se pone para ir al colegio cuando algún compañero la llama negra con mala leche. Y. habla con interferencias, como una radio loca que intenta sintonizar con algún canal cabal. Y. son muchas locutoras que se suceden unas a otras, frenéticas, grita mucho: “me pica er zobaaaacoooo” “vale, pero no grites, y se dice axila” “pero ezo ez ingléz”.

“¿Por qué te llevaron al centro?” ha soltado así, sin esdrújulas, Iván en la comida. Y. se ha convertido en la radio loca. Quería sintonizar, contarlo todo, pero una locutora bebé ha aparecido. Se ha metido las manos en la boca y las ha pringado con la salsa de los espaguetis que se estaba comiendo. Hablaba pero no se le entendía porque tenía las manos en la boca y los espaguetis bailando de por medio. Iván dijo “no te entiendo”. Después de la locutora bebé, de balbuceos y manos babeadas, ha aparecido la locutora muda. La radio se sintonizaba poco a poco, todos aguardábamos, sin prisas. La locutora muda mueve los labios y hay que aprender a leerlos para entender el mensaje. La primera vez que me habló con la locutora muda fue para decirme “eres güena”. Fue el primer día que pasamos solas, se aburría mucho porque no estaba Iván y empezó a desesperarse, pero se dio cuenta de mi agobio y de todos mis esfuerzos por divertirla y creo que debí darle un poco de pena o algo porque la locutora muda soltó “eres güena». Y voy yo y entiendo “eres guarra” (es que entonces no entendía el español flamenco mudo). Todo se aclaró.

Una cosa terrible, moviendo los labios. Una cosa que no se puede decir porque duele solo pensarla. Decirla es dolerla de nuevo y al decirla sin decirla se ha mezclado con los espaguetis, la mesa, las servilletas, un sábado cualquiera, la casa. Una cosa horrible se ha mezclado con cosas normales, de todos los días. Una cosa enorme que es solo el pico del iceberg, ha sido contada y escuchada (leída). Sucedieron caricias, promesas de que nunca le volverá a ocurrir y hacerle saber que, a partir de ahora, solo ella manda en su cuerpo.

Cromatismos

Ha sido su primer día de clase en un colegio nuevo. Estrena todo: ropa, zapatos, casa, hermano, abuelos… No estrena ni papá y ni mamá, porque eso son palabras mayores. Todavía nos tiene sin estrenar. A lo mejor nunca nos estrena, puede que decida dejarnos siempre envueltos en papel de regalo, este que nos han puesto en la institución: “Un papá y una mamá, toma, te los regalamos, pequeña Y****., son para ti, no te hemos preguntado si los quieres, solo te los damos”. Y nos ha mirado, ha fruncido el ceño y después ha sonreído.

Al colegio sí le ha quitado el papel de regalo porque dice que allí se aprenden muchas cosas, pero al salir, venía disgustada. En clase todo el mundo le preguntaba: cómotellamascómotellamascómotellamas… y eso no le ha gustado. Va por la calle y ve un perro grande, se esconde detrás de mí, porque aunque tengo el papel de regalo puesto, soy un escudo de bastante calidad. En cualquier caso, el escudo bueno, el bueno de verdad, ese lo lleva a cuestas siempre. Un cuerpo duro, fuerte, ágil, rápido, sabio, antiguo, con una coraza enorme.

Ha salido disgustada del colegio porque todo el mundo le ha preguntado a la vez cómo se llama y porque un niño ha dicho: “¡Es negra!” refiriéndose a ella. Negra. Llegó la palabra. En el primer día de un colegio al que acababa de quitarle el papel de regalo. Negra.

-Me han dicho negra y a mí no me gusta que me digan negra, porque yo no zoy negra, zoy marrón.

-No te preocupes, Y****.-le ha dicho su hermano, ya estrenado y jugado- que a mí me dicen blanco y soy de color carne.

Después hemos leído a Victoria Santa Cruz, y la hemos visto recitar gritando: “Negra, negra, negra…” como solo una negra puede gritar negra. Sus ojos hipnotizados clavados en la pantalla y el hermano estrenado impresionado ante el poema, el ritmo y la negritud. Entonces, ha decidido: “Vale, yo zoy negra”. Así que, pequeños racistas de patios de colegios estrenados, allá va mi pequeña… y es negra.