¿Qué ocurriría?

_MG_8679Sinceramente creo que hay un ejercicio muy sano que todas las mujeres deberíamos hacer: empezar a diferenciar, de una vez por todas, estructura social de libertades personales. Son dos conceptos que se tocan y se influyen y a veces pueden parecer lo mismo, pero, queridas congéneres, no lo son. Realizar este ejercicio es, sin duda, un hábito mucho más saludable que comer zanahorias.

Lo que yo os propongo es que, cada vez que estéis a punto de analizar alguna cosa desde el punto de vista feminista, cada vez que queráis señalar cuán machista es un hecho, no señaléis a la mujer que lo sufre o lo comete, sino a la estructura social que lo impone. Esto nos ayudará sin duda a permanecer unidas y, por tanto, a ser más fuertes.

Y saltarán ahora las listillas: “¿Estás diciendo que las mujeres no tenemos responsabilidad sobre nuestros actos y que hay que perdonarnos todas las cosas machistas que hacemos durante el día?” Obviamente no. Lo que estoy diciendo, más bien, es que dejemos de mirar la paja en el ojo ajeno, practiquemos más la autocrítica y desistamos de pensar que el “pecado” machista de la otra es más grave que el nuestro  porque, estimadas amigas, aquí todas estamos pringadas ¿O es que nunca te depilaste las piernas?¿O es que siempre respondiste con valentía al acoso callejero?¿Acaso no agachaste la cabeza aquella vez que tu jefe se propasó por miedo al despido?¿Seguro que tus prácticas sexuales no contienen ningún resquicio de patriarcado, ni si quiera en el subconsciente?¿Nunca tomaste medicamentos sin plantearte que el médico estaba medicalizando tu cuerpo innecesariamente? ¿Has respondido a todo esto negativamente? Vale, pues ponnos verdes a las demás si tan pura y limpia estás de influencia del entorno, este artículo no va contigo. En cambio, si eres un ser humano, quería proponerte que pienses en cada una de las veces que, durante el día, negocias con el sistema y sus estructuras patriarcales y que te des respuestas sinceras, total, no se va a enterar nadie. Una vez hayas realizado el elenco de faltas veniales (o mortales… ¡Oh, diosas!) piensa que quizás una señora musulmana, de esas que llevan telas en la cabeza, no ha cometido tus faltas o que René Zellweger, la del careto nuevo, tampoco. Piensa que quizás la que decidió dedicarse a criar a sus hijos y renunciar a la independencia económica, lleva pelos en los sobacos y tú en cambio te los quitas. O también, por qué no,  que la que se quita los pelos de las ingles tiene en casa un arsenal de juguetes sexuales con los que se provoca más placer del que podrá imaginar jamás tu chocho peludo. Que la diputada del partido de derechas supo pasar por encima de un machirulo y ascender y eso es también un logro para las demás. Que la que no quiso dar la teta para triunfar en la oficina, se opuso a hormonarse y consiguió que el marido se hiciese la vasectomía. Que la puta que le cobra a tu marido (sí, a tu marido), es cinturón negro en judo y al caminar se le nota. Que, queridas amigas putas, las esposas que atendemos hijos y cocinamos no somos unas estrechas ni unas reprimidas. Que tu abuela, esa que aguantó a tu abuelo hasta el día en que murió, supo aliarse con las vecinas y se ayudaron unas a otras sin necesidad de poner a ese acto el nombre cursi y rebuscado de “sororidad” o “comunidad”. Que hay mujeres que no se nombran feministas porque no les sale del coño y están más liberadas que tú. Te propongo que pienses que, cuando las cosas empiezan a nombrarse con palabras raras es quizás porque no se conocen o porque pretenden ser transformadas en otras cosas o porque quieren nombrar un concepto que ya vivía, intentando negar la existencia que han tenido hasta ese momento. O por las tres cosas a la vez.

Una vez hecho esto ¿Qué tal si, todas juntas, vamos a la yugular de quien oprime a las mujeres? ¿Y si hundimos a los gobiernos que obligan a quitar o a poner velos en las cabezas de las mujeres? ¿Qué os parece si nos aliamos para frenar una industria sexual dominada por hombres y apoyamos a las mujeres que quieren y pueden hacerse cargo de dicho mercado? ¿Qué me decís de pedir más derechos, más libertades, más posibilidades sin dañarnos de forma personal? ¿Qué tal si dejamos de ofrecer nuestra creatividad y esfuerzo en sacar adelante proyectos que intentan convencernos de que un obrero es lo mismo que una obrera y nos dedicamos a luchar por lo nuestro? ¿Qué ocurriría si todas las mujeres nos uniéramos y entendiésemos que la lucha de nuestro género solo triunfará si atacamos a la estructura y no a la negociación o acción de supervivencia que, cada mujer por separado, realiza cada día?

6 comentarios en “¿Qué ocurriría?

  1. Hola Alicia, es la primera vez que aterrizo aquí y la verdad es que me ha encantado porque nunca me ha gustado la palabra feminismo ni feminista. Creo que al ponerle un nombre lo limitamos, pues el feminismo para mí (en un momento dado) sería simplemente ser Mujer en mayúsculas, lo que pasa que con otra etiqueta que nos divide y en la unión está la fuerza. Me ha gustado mucho. Saludos

  2. ¡Una reflexión muy necesaria! El pensamiento de la diferencia italiano aportó en su momento una distinción sumamente útil para esto: la de política segunda y política primera, así como el de libertad femenina. La invención del concepto de libertad femenina ayuda a restituir historias de vida, genealogías y prácticas cotidianas de las mujeres (pasadas y presentes) que solo «aparentemente» no son revolucionarias (o «feministas», que es lo que nos ocupa), como señalas. Luego hay otro asunto, y es el de lo limitador que es movernos en el pensamiento dicotómico patriarcal: reprimida-liberada, etc. Por eso es maravilloso que hables de «negociaciones», porque no solo son esas mediaciones las que hacen de este mundo un lugar vivible para nosotras, sino que, además, ese arte de la mediación, de la negociación, de los desvíos, de las notas al margen, de lo subterráneo, del «eppur si muove», de lo que se sale de la raya (sumamente creativo, civilizador y libre) es algo que hay que reivindicar como capital en nuestra herstory (cosa que no significa que no rompamos la baraja cuando nos salga del chocho -de nuevo, huyamos de las dicotomías que asfixian-). Lo dicho, gracias por tan valiente artículo, Alicia.

  3. «¿Qué tal si, todas juntas, vamos a la yugular de quien oprime a las mujeres? ¿Y si hundimos a los gobiernos que obligan a quitar o a poner velos en las cabezas de las mujeres?»

    He ahí el problema, Alicia. De la misma forma que muchas mujeres occidentales no entienden que depilarse las piernas implica someterse al patriarcado, otras tantas musulmanas tampoco entienden que ponerse el velo implique eso mismo. Tanto en un lado como en otro te pueden contestar (y de hecho te contestan) que lo hacen porque les da la gana y no porque se lo imponen. Si derrocamos/arruinamos a los gobiernos/multinacionales que efectivamente viven de esas normas (escritas o no, pero normas), me pregunto si las mujeres se sentirán así REAL y FELIZMENTE liberadas. No olvides que hay algo mucho más angustioso para el ser humano que carecer de libertad: tenerla y no saber qué hacer con ella.

    Espero que esto no te suene a verborrea filosófica barata, porque no intento desmontar tu argumento ni convencerte de algo opuesto a lo que dices. Al contrario, estoy absolutamente de acuerdo en la raíz de tu post, cuando dices:

    «[…]estimadas amigas, aquí todas estamos pringadas ¿O es que nunca te depilaste las piernas?»

    De hecho, es la frase que ha provocado mi comentario. Me he sentido directamente aludida, porque sólo con los pelos de mis pantorrillas podría fabricar un juego de brochas. Me has hecho pensar «¡Al carajo con la depilación! ¡Alicia tiene razón!» Después me he preguntado si efectivamente no me habré cebado excesivamente con las mujeres con evidentes comportamientos machistas, que nada más escuchar mi discurso feminista han defendido a sus opresores masculinos (hijos, padres, etc.) y me han dejado a mí como la mala de la peli (es lo que tiene ser militante). Es cierto… llevo muchos años depilándome las piernas, así que yo también estoy pringada. Te prometo que me lo pensaré dos veces antes de coger la Epilady y por la misma razón me lo pensaré aún más antes de criticar a la madre que acepta como justo y necesario diferenciar la educación de los niños y las niñas.

    Te juro que no estoy ridiculizando lo que dices, sólo reflexionando. Vuelvo a lo que digo en el primer párrafo: si las mujeres que TIENEN LA OPCIÓN de liberarse y no lo hacen, si prefieren calzarse las rodilleras y apencar, después de demostrar que son perfectamente capaces de liberarse ellas solitas (ya lo hicieron: divorcio difícil, ruptura con la familia facha, salida del armario,… ¡qué sé yo!), ¿qué hacemos?
    1.- ¿Predicar con el ejemplo? De poco sirve: tú eres una feminista (muy mal vista), y yo un puto travelo de mierda (mucho peor).
    2.- ¿Educar? Es inútil enseñar a quien no ve la necesidad de aprender, tan inútil o más que curar a quien no reconoce estar enfermo.
    3.- ¿’Bombardear’ a las instituciones patriarcales? Si las dos primeras labores no han sido eficaces, ésta no lo será tampoco. Si no te sigue nadie, no puedes tomar el castillo por asalto.

    Lo sé, soy pesimista. Quizá la rabia/frustración que tengo dentro me ha hecho tan dura con los comportamientos machistas de las mujeres de mi entorno, defensoras por acción u omisión de sus ‘machitos’. Pero no lo haré más. Dejaré que ellas mismas se den cuenta de lo equivocadas que están, que identifiquen a quienes realmente condicionan ilegítimamente su existencia y se unan a un verdadero movimiento de liberación para tomar por asalto ‘el castillo patriarcal’. Eso sí, ten por cierto que yo, con mis casi 52 años ahora, no veré caer esa breva en vida. Te deseo de todo corazón que tú sí lo veas, siendo parte de ello.

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