Quiero ser santa, porque el coito apesta

Cilice
Cilicio

Me encanta leer las cosas que la gente escribe sobre mis post en lugares donde piensan que no voy a leerles (foros, muros de Facebook “alejados” de mi perfil, comentarios en blogs donde se me linkea…). Soy egocéntrica y cotilla, lo reconozco. Hay cosas peores como… no sé… ser hombre, por ejemplo. Hace poco escribí en este mismo blog una entrada dedicada al coito. Le puse un título, a mi entender y aunque me esté mal el decirlo, muy acertado, que llamaba a la reflexión, al debate y al intercambio respetuoso de ideas: “El coito apesta”. Se me debió entender mal porque todo el mundo se enfadó conmigo. Yo solo pretendía que se enfadasen los hombres, pero al final se enfadaron también las personas. Cosas que pasan, pero bueno, también hubo alguna gente a la que le gustó. A lo que voy es que en uno de esos lugares de Internet donde la gente comenta sobre mí, leí a una señora que decía algo así como que no entendía como una chica con unas ideas sexuales “tan subversivas” podía, al mismo tiempo, “defender las bases fundamentales del Opus Dei”. Me encantó la idea de esa señora no entendiendo nada de nada y pensando sobre el tema del coito en su casa, en otro continente, muy lejos, muy lejos… me encantó, de verdad. Ese tipo de comentarios son los que me llenan de vida y me dan más ganas de seguir escribiendo y tocando las narices al personal. Hoy me he acordado mucho de esa señora porque he ido a visitar el convento de las Clarisas Descalzas de Sanlúcar de Barrameda (Cádiz). En el grupo de visitantes, que conducía una guía que se llama Regla (como me gusta ese nombre), íbamos: dos curas de los que van vestidos de cura, un vestidor (vestidor, de vestidor de una Virgen de nosequé pueblo) con su aprendiz, un capillita andaluz de patilla y pantalón de pinza y esas cosas, un par  de turistas y yo. Todo muy friki lo que cuento hoy, lo sé. Pero por favor, no os rindáis, seguid adelante con la lectura que al final todo esto lleva a algún sitio (o eso espero). Estaba claro que cada uno buscaba algo muy diferente en ese lugar. A mí las monjas de clausura siempre me han fascinado porque se trata, a fin de cuentas, de un grupo de mujeres que viven en un sitio donde no pueden entrar hombres, que son independientes económicamente, que tienen trabajos preciosos (hacer pasteles y bordar, dos de las cosas que más me gustan en el mundo) y que están predispuestas con todo su cuerpo al rechazo del coito, porque, señoras, esas monjas y yo lo sabemos: el coito apesta. Por si todo esto fuera poco, muchas se pegan latigazos. Me enamoran, en serio. En mi próxima vida, si no hemos arreglado ya el asunto este de que manden los hombres (y tiene toda la pinta de que nos queda aún un poco) quiero ser monja de clausura.

En la capilla hay unas ventanas con rejas ¡Con pinchos hacia afuera! No sé si me estoy explicando: con-pin-chos. Eso es muy feminaNcy, señoras, los tíos no podían ni acercarse a las ventanas. Contó Regla (precioso nombre) que la congregación la fundaron unas pocas monjas que fueron de aquí para allá, dando tumbos por el pueblo, compartiendo espacio con machirulos con los que tuvieron grandes enfrentamientos, hasta que consiguieron lo que querían: un espacio reservado para ellas de forma exclusiva.

A un cierto punto de la visita me puse a charlar con el vestidor de la Virgen de nosequé. La tradición sevillana dice que las camareras deben ser mujeres porque a las vírgenes no las pueden ver desnudas los hombres, así que ellas les ponen la ropa interior y luego ya entran los vestidores (hombres gays, tradición no escrita pero, creedme, es así) que se encargan de vestirlas con lo que se ve desde fuera. Le pregunté a este vestidor que si no existían vestidoras mujeres y me dijo que no porque “las mujeres no tienen esa sensibilidad”. Entonces, ya sabéis, me pasó lo de siempre, se me volvieron los ojos hacia atrás y cuando ya los tenía blancos del todo empecé a echar espuma por la boca y a recitar algo que, según me dijeron, sonaba a arameo o a latín medieval, no se aclaran bien los testigos a este punto del relato. El caso es que gracias al espectáculo de mis convulsiones, escupitajos y, sobre todo, ya cuando eyaculé y me meé encima, al chico le dio cosilla y reculó. Me dijo entonces que no era “que no tuvieran sensibilidad”, sino que solo unas pocas se habían acercado a “aprender el oficio”. Le perdoné la vida porque había mucha gente delante y no me iba a ser fácil encontrar coartada, pero lo odio. Mucho.

 Bueno, pues eso, que voy a seguir visitando a monjas de clausura, a muchas, a partir de ahora. Lógicamente ninguna de ellas me va a contar “eso” que estoy segura que pasa intramuros, y hacen muy bien, pero nada me haría más feliz (y la esperanza es lo último que se pierde). A lo mejor ocurre un milagro y alguna confía en mí o… quién sabe, quizás incluso me inviten a participar.

9 comentarios en “Quiero ser santa, porque el coito apesta

  1. Por favor, pasame el link de lo que escribiste antes así entiendo a que va todo esto, o no… pero me interesa saber de que se trata eso de «el coito apesta». Si seguís haciendo intertextualidades de tus textos anteriores en los próximos vas a lograr que se genere una cadena de lectura a la reversa, es decir: para entender del todo de que hablás en tal texto, deberán leer el anterior, y lo mismo con ese y así sucesivamente hasta que se leen todo. Yo lo seguiría y eso que a veces no entiendo una banda de cosas por tu manera de decirlo, cosas del español… no sé como chota hace alguien de otro idioma para comprendernos, jajaj. Saludos desde Argentina

  2. En un momento determinado de mi vida llegué a plantearme mucho mucho hacerme monja, pero luego la idea no prosperó, no tanto por ser atea como porque si paso demasiado tiempo rodeada de gente acabo que muerdo.

    Mira por dónde, ahora entiendo mejor qué tenía en mente en aquella época, jajaja.

  3. Alicia, sólo en mi calidad de femifan y que te doy la razón en todo, espero que me publiques, aunque no sé cuantos heteros y varones como yo, se atreven a escribirte, para alabarte.
    Esta última entrada, además de llegar al alma, es divertida, instructiva y como “pan al aceite” sobre la mencionada de “el coito apesta”. Debo reconocer, que aquella me costó defenderla (tampoco mucho) a quien se la enseñaba, y sufrí lo mío al enfrentar algunas críticas en tu nombre, de las personas no iniciadas en A.M., pero la lealtad de femifan bien vale un rapapolvo.
    Ciao.

  4. Si el tema de Parálisis Permanente nos descubrió que ser monja tenía su punto, esa mirada feminista tuya hace que tenga mucho más respeto hacia esta vocación. Y ni que decir tengo que, en caso de ganarte la confiaza .
    de alguna de ellas, me encantaría que nos confirmaras esa impresión que tienes sobre algunas cosas que ocurren tras esos gruesos muros xD Un saludo, Alicia.

  5. He comentado en tu entrada «el coito apesta» sobre algo que aquí ya pareces responder. Comparto la opinión de la persona que te atacó por utilizar argumentos del Opus Dei contra la sexualidad. No sé en que sentido lo diría, muchxs admiramos a las monjas por haber hecho una sustracción al orden heteropatriarcal y poder vivir apartadas y entre mujeres en un convento. Más allá de eso, el problema de utilizar los argumentos del Opus Dei o de ciertos fundamentalismos cristianos contra el coito no tiene que ver sólo por quien enuncia esa idea sino por la idea misma. La idea de asimilar arbitrariamente los genitales con las enfermedades y con la decadencia y deterioro del cuerpo humano es puramente biopolítica y busca a redimir nuestros cuerpos y nuestros «instintos malsanos» de aquellos vicios que lo perjudican (-para una mejor productividad en el sistema capitalista-). Busca a purificar el cuerpo, a gestionarlo, controlarlo, normalizarlo y hacerlo puramente funcional y utilitario (sexo para procrear únicamente, aun con los riesgos que conllevaría). De ahí que reutilices argumentos eugenésicos que busquen a patologizar la sexualidad, a volverla un problema de «salud pública», de viralidad, de infecciosidad, no es de recibo (aunque se comprenda tu posicionamiento estratégico, pero condenas, ya te digo, ademas de alimentar el discurso del poder sobre el control de nuestros cuerpos).

    Como ya digo en el otro comentario, no tengo nda que añadir al resto de tu artículo.

    1. En primer lugar esa señora no me «atacó», simplemente expresó lo que el texto le inspiró, pero en ningún momento lo hizo personal ni me ofendió. En segundo lugar, y siendo muy sincera, me suda un poco lo que el Opus diga sobre el coito o sobre el café con leche. Yo hablo por mí misma y sin complejos del tipo » a ver qué han dicho los curas pa llevarles la contraria». Se llama pensamiento libre. Condió!

  6. Pingback: Anónimo

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