Cantar fue un acto que se me impuso de forma postiza y que en los principios de mi más tierna infancia me producía incluso enfermedades psicológicas tales como colitis musical (que aparecía en cuanto pisaba el conservatorio), pérdida del apetito, enuresis, estrés y, sobre todo, aburrimiento crónico. Odiaba la música, ahora lo sé, entonces ni si quiera me atrevía a pensarlo por aquello de la obediencia filial. La cuestión es que, misterios de la vida, algo ocurrió durante la adolescencia que lo cambió todo y hoy por hoy considero estar dedicada a esta profesión por verdadera vocación. Es parte de mi identidad de una forma mucho más fuerte de lo que jamás hubiese imaginado y por eso me pregunto ¿Qué ha quedado de esa niña que se culpaba por encontrar aburrido a Czerny?
En los últimos meses intento basar mi trabajo en la introspección psicológica de la voz. Quiero saber cómo sonaría si pudiese liberarme de el qué dirán. Necesito saber cómo soy sin querer decir más que: éste es mi yo escondido. Qué horror, parezco una bailarina de danza contemporánea, he metido en la misma frase las palabras introspección, psicológica y trabajo. Ustedes sabrán perdonarme, como sabrán también perdonar este rollo medio psicoanalítico que estoy soltando. Lo que ocurre es que, una vez más, me he dado de bruces con el feminismo. Contarme es contarme como mujer y yo quisiera poderme contar como ser humano ¿Es eso posible para alguien que pertenece al género femenino en el 2011? Parece que las mujeres seamos primero mujeres y después todo lo demás. Y es que si dejamos de lado esa faceta de nuestra identidad siempre llega alguien para recordárnosla obviando nuestro trabajo o menospreciándolo o juzgando nuestro físico o castigándolo o poniendo nuevo significado a nuestras palabras o borrándolas. No podemos dejar de defendernos en un mundo hecho a medida de ellos. Después nos llaman exageradas, pesadas, radicales o incluso, a modo de reproche, simplemente feministas. Yo, sintiéndolo mucho, no bajo la guardia ni un segundo. Y a quien no le guste, ya se sabe, ajo y agua. Ahora bien, no dejo de darme cuenta de la repercusión que eso tiene sobre mi vida. Las mujeres, una vez más, estamos expuestas a la auto-traición, tomemos el camino que tomemos.
Según Clara Campoamor la libertad se aprende ejerciéndola.
Miro mi infancia, miro a Czerny, a mi enuresis, a mi camino y veo el camino de una mujer pero debo también permitirme el derecho de ser feliz y de conocerme a través de mis propios ojos. Al fin y al cabo, seamos sinceros/as, Czerny es un verdadero tostón.
Alicia,
cuántas de nosotras no nos preguntamos lo mismo? En mi caso, que soy músico, en los últimos años preferí no participar en grupos con otras mujeres, para evitar ser vistas como eso, las mujeres que también lo hacen. Me da la comezón de la identidad, del no querer ser apreciada por ser mujer en la música haciendo lo que en su mayoría hombres, sino ser apreciada como músico en general, sin bandera. Por eso, cuando me tengo que dedicar a otras cosas que me dejan dinero como artesanías que en su mayoría son consumidas por mujeres, o atraen a mujeres, siento que vivo en un mundo extraño, estereotipado, donde me dejo llevar por el río de las costumbres e imposiciones. Y me siento como dices tú. Luego lo repienso, y qué tiene de malo, si lo importante es vivir. Pero luego regresa, y entiendo también que hay que hacer por el futuro, hay que ayudar a romper ideas que ya no sirven, no hay que vivir solo en el «mientras yo vivo». Y me siento como dices tú, otra vez. Pero al final de cada ciclo, cada crisis nos empuja a una nueva luz y nos hace más sabias.
Saludos!
Bienvenida Anhelo… ¡¡Y qué descubrimiento tu web!! Me alegro mucho de haber dado contigo.
Hasta muy pronto.