Los cínicos se equivocan

Marrakech se me hace lejana, mi vida ahora es otra, es la vida de antes, quizás la que siempre debió ser y Marrakech parece desde aquí otro mundo, el de una que no soy yo. David tiene miedo de que nos olvidemos definitivamente de todo, miedo al apalanque, lo llama él porque es muy macarra. Yo, a pesar de todo, no creo que podamos olvidar jamás todo lo que vivimos allí.

Hoy he tenido el primer ensayo con José en el antiguo hostal de toreros que ahora es su casa. Guitarra y voz. La mañana era una de esas mañanas suaves y perfectas que tiene nuestro barrio en estas fechas. Joselillo me ponía vídeos de Silvio Rodríguez y música de Jobin para inspirarnos y mientras se hablaba de las cosas que se hablan en esas esféricas mañanas trianeras. Nos reímos como dos tontos, lo que yo me río con mi José… la perfección, trabajar como se debe, y de pronto Silvio desde el Youtube que me empieza a decir que los cínicos no tienen razón y tal. A veces también yo pienso en las cosas esas de la conciencia de las que me hablas, lo paso mal pero afortunadamente se me pasa pronto, me decía en Marrakech hace un mes un músico francés con el que he trabajado mucho este año, y me acordaba yo de él y de esa última conversación que tuvimos el día antes de irme de allí. Hablamos sobre el rey, sobre la situación de los europeos en Marrakech, sobre toda la pasta que se puede llegar a ganar, sobre la mierda de música que nos hacían tocar, sobre los orfanatos, a lo mejor un día yo también me pongo a ayudar en alguna asociación, decía, por ejemplo alguna que haga algo por los animales, los marroquíes tratan tan mal a los perros. Claro que los europeos tratamos como perros a los marroquíes, o sea que pa’l caso. Una habitación en el hotel Naura Barriere (empresa francesa y clientela europea y saudí) cuesta más de 245 € por noche y el sueldo de una limpiadora es de 190 € al mes con una jornada de 10 a 12 h. diarias. Que nadie vaya a ese hotel, por favor, gracias. Silvio me decía que los cínicos no tienen razón, y me puse a llorar como una tonta en medio del ensayo y Josellillo, que de cínico no tiene un pelo y de francés menos, recibía mis lágrimas con la ligereza, la complicidad y la naturalidad con la que un niño observa el llanto de una compañera de escuela que se cae de bruces jugando al balón. Así da gusto, qué maravilla volver a casa.

2 comentarios en “Los cínicos se equivocan

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