Heteronormatividad, coitocentrismo y otras palabras mágicas

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Esto va sobre el lenguaje. Los despachos de los departamentos feministas de las facultades son una especie de fábricas de palabrotas mágicas que sirven para despistar al personal y pensar que las cosas han cambiado. Estas palabras se inventan, se publican y se difunden impresas en papel, que es como funcionan los términos como Dios manda. Hembrismo, coitocentrismo, violencia de género,  micromachismos, heteronormatividad… ahí van quedando, en las cabezas y las lenguas de quienes las oyen, las dicen y las incluyen en sus vocabularios diarios, acallando su conciencia, diciendo cosas como “eso en mi casa no pasa, pero es verdad que, por desgracia, es la norma”. Y así llega la muerte de la revolución, porque no hay revolución sin radicalidad ni autocrítica constante.

No existe el hembrismo, eso es mentira, porque las mujeres nunca hemos pretendido someter a los hombres (bueno, yo a veces sí, pero sólo en la cama y con un látigo).

No existen los micromachismos, porque no hay violencias invisibilizadas en lo cotidiano, lo que hay son personas invisibilizadas: las mujeres. No somos tontas,  somos perfectamente conscientes y capaces de evidenciar esas violencias,  nuestras abuelas las denunciaban a diario, el problema es que sus reivindicaciones nunca  fueron escuchadas con respeto. Y así, en lugar de decir: “las abuelas fueron conscientes de ser las esclavas de la casa y muchísimas de ellas denunciaron activamente esta injusticia durante toda su vida” decimos “se llama micromachismo, porque son violencias machistas pequeñas de las que nadie se da cuenta”. De esta forma la Academia mata dos pájaros de un tiro, hace ver que son violencias de “poca importancia” y además deja a las mujeres en un lugar infantilizado, incapaces de evidenciar y describir su situación de abuso por sí solas.

No existe la heteronormatividad, eso es mentira, se lo han inventado, señoras. Lo que existe es la heterosexualidad: un sistema creado por los hombres y que es mucho más que una orientación sexual (orientación, otro palabro…). No es que lo diga yo, lo decía la Beauvoir que era más lista, esa historia de los dos sexos (sobre los que, por cierto, se cimienta la heterosexualidad) es una falacia que se inventaron para someter a la mitad de la población. Beauvoir decía que para que hubiese justicia solo debía existir un sexo, Preciados que deben existir tantos géneros como seres humanos. Me da igual, cualquiera de las dos visiones me parece bien, lo importante es dejar de creer en el binarismo hombre/mujer y destruir la relación basada en ese binarismo, la heterosexualidad. Y habrá quien me diga que los términos pueden resignificarse, pero eso es otra falacia: “yo soy heterosexual de una forma diferente a la que lo fue mi madre, mi casa es una burbuja de amor y respeto en medio de una sociedad que apesta a machismo”. Otra vez el “eso en mi casa no pasa”. Pero la realidad es que no podemos aislar nuestras relaciones del mundo exterior, forman parte de la sociedad: por muy guay que sea tu marido/novio ganará más que tú o será menos acosado sexualmente por la calle o habrá sufrido menos violencias sexuales durante su vida o tuvo menos represión de libertad durante la adolescencia… o todo ello junto condicionará directamente vuestras relaciones emocionales, sexuales, afectivas, económicas, etc.

“Eso en mi casa no pasa”  viene a ser como la antigua frase masculina “todas las mujeres son unas putas menos mi santa madre”. Es decir, las mujeres feministas admitimos la injusticia, pero no dentro de nuestras familias. Nos decimos: “no es mala la heterosexualidad, lo que es malo es la heteronormatividad, el hecho de que ese tipo de relación sea impuesta”. O sea, que a ti no te la han impuesto. Vamos, que toda la propaganda hetero a la que nos someten desde pequeñas no ha contribuido a que tú te declares hetero, vamos, que es algo biológico, no social. Ya.

Pues no, no es biológico. La heterosexualidad es aquello que se inventaron mientras nombraron otra cosa que era, por lo visto, la homosexualidad. Una cosa era buena y la otra mala. También había otra cosa que era el lesbianismo. Eso no era malo ni bueno, eso simplemente no existía o era invisible, así que no constituyó un gran problema. La heterosexualidad viene así transmitida históricamente como algo bueno, frente a la otredad corrupta. Con los años, ahora que somos modernos, nos hemos dado cuenta de que “ser gay no es malo” y vamos con nuestro complejito y una bandera del arcoíris diciendo “yo también soy normal”. Pero nadie es normal ¿heterosexualidad? ¿homosexualidad? ¿lesbianismo? ¿Qué coño es todo eso? Son solo etiquetas para nombrar una falsedad. Nadie es hetero o gay, sólo somos seres sexuales, emocionales, sociales… (independientemente de la necesidad de nombrar a la otredad para visibilizarla que se genera desde el inicio mismo de la creación del concepto).

Seamos sincerxs, el problema no es el coitocentrismo, el problema es el coito. Es más, el problema es que el coito no venga nombrado como lo que es: una experiencia sexual de sumisión. El coito no se eligió como práctica principal de la heterosexualidad por casualidad, el coito es el origen del control del cuerpo femenino y sigue siéndolo. No se eligió ni siquiera porque sea lo que más le gusta a ellos, les hicieron creer que eso era lo más placentero, pero ni si quiera eso es verdad. El coito se eligió como práctica principal de la heterosexualidad porque es la que genera embarazos y con la que se transmiten mayor número de ETS. No se eligió al azar, la casualidad no existe. No es casualidad, es patriarcado. Y en estos tiempos que corren nos venden el coito como “una práctica sexual más que durante siglos fue el centro pero que hoy día ya es una como cualquier otra”. Mentira, nunca será como cualquier otra, porque cualquier otra no trae como consecuencia el tener que hormonarse para prevenir embarazos (con las consecuencias nefasta para nuestra salud) ni el elevado riesgo a contraer ETS frente a otras mucho más seguras como la felación, cunnilingus, masturbación, chupetones, caricias, miradas, latigazos, bocados, cortes superficiales con bisturí, bondage, etc.

La historia es que la sumisión en el sexo no tiene nada de malo, siempre que se den dos condiciones: que dicha sumisión sea pactada y que sea nombrada como tal. Pero en el coito no siempre se da la primera condición y la segunda no se da jamás. Las personas que practican sado tienen las cartas sobre la mesa. Por ejemplo, eligen una palabra clave a través de la cual se para el juego, cuando algunas de las personas implicadas se siente incómoda o superada. Cualquiera de estas prácticas es pactada a priori. Las consecuencias para la salud se conocen y se asumen de forma consciente. Y aún así son tachadas a menudo como “actos de depravación”. Para mí la mayor depravación es realizar una práctica como el coito y no ser conscientes de que es una experiencia de sumisión sexual. El coito trae consigo embarazos no deseados, la posibilidad de ETS, la medicalización del cuerpo (normalmente el femenino) con hormonas sintéticas como medio aticonceptivo, tiene una carga histórica machista que difícilmente se cancelará de nuestros subconscientes en varios siglos y, por si todo esto fuera poco, dificulta en gran medida el orgasmo femenino (el 75 % de la vagina tiene una sensibilidad similar a la del codo, es decir, casi nula). Aún así nos puede gustar realizarla, claro está, pero, por favor, asumamos que se activa el mismo mecanismo de sumisión en el coito que en quien se deja flagelar. Es más, si me apuras los latigazos son menos perjudiciales para la salud que la mayoría de los anticonceptivos.

Sé que esto irrita, que cuando escribo estas cosas las mujeres se sienten cuestionadas. Es normal, se pone en tela de juicio un pilar enorme en sus vidas, la pareja  heterosexual, pero es que yo no estoy diciendo que dejen de practicar el coito ni de vivir con hombres. Lo que estoy diciendo es que llamemos a las cosas por su nombre y asumamos nuestras contradicciones como feministas, igual que cuando hablamos de la depilación o de los celos.  De hecho si critico la heterosexualidad es porque puedo hacerlo, porque vivo en ella y de ella, de todos los privilegios que me otorga (matrimonio blanco y europeo, con estudios superiores y con un hijo y otrx en camino). Soy una «respetable señora casada» y eso me hace por definición esclava de mi marido, por mucho que ambos nos esforcemos a diario en que eso no sea así.

No tenemos que ser feministas perfectas, pero sí mujeres conscientes de nuestra posición en el mundo.

4 comentarios en “Heteronormatividad, coitocentrismo y otras palabras mágicas

  1. Desde el postporno se lleva desde principios de los 90 diciendo que sacar el sexo de los genitales es una práctica antisistema. Genitalismo podría ser lo mismo que coitocentrismo? Está genial tu texto.

  2. Muy bueno, Alicia. No es nada fácil nombrar este tipo de cosas de forma «nítida». Precisamente hace un par de días llegaba yo también a una conclusión similar: que el placer es el placer, y que no responde a esquemas preconcebidos, ni siquiera a los «guays y modernos». ¿Por qué querer deformar la caricia de una amiga hasta convertirla en una extensión de no-se-sabe-qué? ¿Y que ello suponga renunciar a coitear con un hombre? En fin…..qué complicado parece haberse tornado lo sencillo: quererse, sentirse, vivir…..los conceptos son nuevas cárceles del cuerpo. Y sí, aunque duela, dado que toda una identidad se ha sustentado en ello, la pura verdad es que la mayoría de los de mi generación no tuvimos como posible referencia ningún otro «modelo afectivo» ( no sé cómo llamarlo) que no fuera el romántico-heterosexual. Es una obviedad innegable. Ha habido un extraño interés en reconducir toda la líbido hacia ese único puerto de la pareja típica…..a veces me pregunto si lograré sentirme auténticamente a mí misma con tanto descalabro y violencia vividas desde siempre…..genial tu reflexión, y con este fondo azulito, queda muy ligero y fresco…..

  3. Me encantan tus comentarios; entre lo emocional y lo teórico, sin concesiones y metiendo el dedo en la llaga para llegar al fondo del asunto. Creo que no se puede negar la carga simbólica de poder con la que la sociedad dota al coito y como esta sigue plenamente vigente en el inconsciente colectivo; incluyendo las nuevas generaciones, en las que se puede observar como los comportamientos machistas se siguen reproduciendo, incluso con más fuerza.

    No sé si es el crecer educándose el porno mainstream o qué, pero me parece que el binarismo cultural: hombre/sujeto/activo/dominante VS mujer/objeto/pasivo/sumiso continua funcionando mayoritariamente como la forma en que las personas entienden sus relaciones, aunque estas lo hagan de manera inconsciente. La cuestión es que, de todas las prácticas sexuales, si se decide prescindir del coito en una relación, todo este esquema -incluida la propia relación-, parece tambalearse, con lo cual pienso que «la sospecha» sobre esta práctica está más que justificada. Ahora mismo se me ocurre otro significado heteropatriarcal asociado al coito que podría ser el concepto de adultez/madurez: «No eres un hombre adulto o un hombre completo hasta que no practicas el coito con una mujer» El sexo coital como un hecho ineludible en el desarrollo de la identidad masculina, lo cual no es raro pensar que en los chicos se convierta muchas veces en una fijación/obsesión, cuando no en el único objetivo a alcanzar con la otra persona.

    Sobre la resignificación de los términos de la heterosexualidad, no se si es posible pero dificilmente se hará si no hay antes una clara identificación y cuestionamiento de los mismos, cosa que no veo que abunde, de hecho hay posts aquí que lo critican. Hay indicios no obstante, de avances, creo. Generaliando, prácticas cada vez más populares como el cunnilingus, la importancia de los preliminares (aunque como un medio, no un disfrute en sí mismos) la inversión de roles con el strapon (a petición del hombre, raramente al revés), el mencionado y creciente mundo del sado, donde al menos esas pulsiones de poder se canalizan para un disfrute consensuado (aunque habrá quién opinie que no es más que una vuelta de tuerca del patriarcado para perpetuarse) lo que me parece es que al menos nuestra sexualidad empieza a racionalizarse y enriquecerse, y pese a todo, aún queda mucho camino para que eso llegue a empezar a difuminar unas creaciones simbolicas de milenios que son pilares de nuestra sociedad.

    ¡Gracias, me gusta tu nuevo blog!

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