El hermano de acogida

6a00d8341bfb1653ef01b7c768b81f970bHoy Y*** ha tenido visita con su otra madre. Al llegar al punto de encuentro, justo antes de bajar del taxi, Iván se ha dado cuenta de que la mamá de Y*** estaba en la esquina y me ha avisado disimuladamente, sin que su hermana se percatara. Gracias a eso he podido decirle a la peque que entrara en el coche de nuevo y le he pedido al taxista que nos dejara algo más adelante. Iván ha guardado el secreto por amor a su hermana y lo ha hecho con un temple y una madurez que me ha sorprendido. Se hace mayor, y lo hace en un entorno que le está facilitando la empatía y la responsabilidad.

Después de la visita, Y*** ha ido a un taller para menores en acogida. Iván y yo hemos entrado un momento en el aula para recogerla. Al salir hemos tenido esta conversación:

Iván- Jo, me he sentido extraño, no conocía a nadie y tenía envidia.
Y***- Yo te hubiese dejado entrar a jugar pero es que era un taller sólo para niños/as que tienen una madre de acogida y otra «ecológica».- Así llama Y*** a las madres biológicas.
Yo- ¿Tú con envidia, Iván? Pero si tú nunca tienes envidia…
Iván- Pero no porque no sea envidioso, mamá, sino porque nunca estoy en situaciones como esas.

Y así, seguimos adelante, aprendiendo.

La tristeza que está en las costillas

Don_Quijote_de_la_Mancha_by_sn0w1etIván dice que la tristeza vive entre las costillas y la piel, que está ahí siempre aunque no la sientas y que solo se hace notar cuando entra o sale de ti. La tristeza puede estar dentro o fuera de tu cuerpo y, dependiendo de donde se ponga, las cosas se te presentarán bien distintas. Estar triste por dentro y estar triste por fuera es diferente. Dice que cuando lo estás por dentro es más difícil de quitar, se pasa solo a ratos, cuando haces cosas que te gustan como jugar o dibujar, pero cuando dejas de hacerlas te vuelve esa «tristeza de dentro». En cambio la de fuera dura solo un instante, un ratito al máximo, y viene cuando ocurre algo fuera de ti «por ejemplo cuando te tienes que despedir de alguien que se tiene que ir y con quien te gusta estar». Estos días Iván ha tenido tristeza de dentro y decía que no sabía por qué era hasta que esta mañana ya se ha dado cuenta: «Papá, mamá, nos hemos dado pocos besos estos días».

Habla de las emociones con una precisión que impresiona. Define sensaciones, elabora preguntas, da soluciones, explica concienzudamente… camina rodeado de cosas que solo él ve: el miedo, la vergüenza, la alegría, la tristeza. Ve un triceratops que se lleva mal con un T-Rex. Ve Maincraft. Crece muy rápido, más que cualquier otro niño de su edad. Un mes para él es como un año para cualquier otro. En un mes le da tiempo de aprender muchas palabras, de percibir estados de ánimo, de convencer a mamá para que vote en su nombre, de que el miedo le salga y entre mil veces de las costillas.

Todo eso hace. Pero otras veces solo se acurruca conmigo en el sofá, me saca una teta de la camiseta y mama como si fuese un bebé.

Identidad leopardo

642En el mercadillo:
Iván- (Emocionado) Mira, mamá, una tela de estampado de leopardo de colores.
Yo- Ay, qué bonita, la compramos y te hago una capa.
La vendedora (gitana), pone cara de asombro. Le explico:
-Es que a mi niño le encantan las telas de brillos y los estampados de leopardo.
Un momento de silencio y reflexión por parte de la señora y suelta:
Po a vé ci es que er niño es gitana…
Yo pienso que eso es algo así como Foucault de mercadillo o cómo entender la identidad sin ser una feminista blanca repelente y muy leída.

La noche antes fuimos a ver un teatro de mimo. Y*** parecía diferente, había algo distinto en ella. Había visto a los mimos hacer cosas y las traducía: «ahora anda deprisa porque está nervioso» …estaba en un mundo sin palabras y eso la relajaba. Y*** habló inglés hasta los 4 años. A esa edad la separaron de su familia biológica y en pocos meses aprendió el español, en el centro de acogida. En menos de un año olvidó por completo su lengua madre. Ahora tiene un ezpañol flamenco, con seseos y ceceos que no obedecen a ninguna lógica geográfica y con un deje africano que la acompaña cuando habla, anda y baila.

Y*** ha descrito verbalmente su rechazo a nuestras muestras de amor. Le ha costado mucho, le llevó exactamente cuatro días conseguirlo y como es la niña más valiente del mundo (por lo menos pa mí que soy su madre), una mañana lo soltó: me agobia, me enfada y no me gusta (lo dijo con ímpetu porque va para alcaldesa o para algo de mandar mucho). El resto es todo un dibujar árboles y enseñárselos a los mayores haciendo especial referencia en las raíces. «Mira qué raíces ¿Has visto qué raíces? Yo antes no pintaba raíces, la gente no se da cuenta de lo importante que son las raíces, sin las raíces los árboles se mueren». También dibuja a su mamá V*** pero no le pone la palabra mamá con una flecha, solo su nombre de pila. Al rato borra el nombre y escribe «mummy». Ella se dibuja en el mismo folio, pero a cierta distancia. Las dos tienen la misma estatura, a veces incluso Y*** parece más grande y lleva el peinado que mamá V*** le hacía antes, cuando aún le dejaba peinarla. Es como una caja cerrada incapaz de abrirse. Sus dibujos son gritos. Sus palabras milagros. Y ella la valentía hecha animal.

A veces pienso que no tengo hijxs, tengo dos leoparditos.

-Y***, si este verano no quieres irte al pueblo con los yayos me lo dices, nadie te obliga. Si te da vergüenza porque hay gente que no conoces o lo que sea, me llamas y vamos a por ti.

– Es que yo no cé que es la vergüenza.

-La vergüenza- dice Iván- es lo que hay entre el miedo y la alegría.

Al escuchar a Iván a Y*** se le ilumina la cara porque se ha dado cuenta de dos cosas: ya sabe lo que es la vergüenza y se acuerda de un momento en el que la sintió:

-¡Cuando os conocí tuve vergüenza!

Ya sé que es poco. Es solo la expresión de algo que para los demás es una obviedad, pero en mi familia las obviedades no existen. La identificación de una emoción, el poder dar nombre a algo que Y*** siente o sintió es siempre un acontecimiento intenso porque ella habla en un idioma que le dificulta expresarse y vivió cosas que no deberían existir. Son cosas con nombres raros y dolores intensos, por eso cuesta nombrarlas. Así que dice eso y me abraza, ella que nunca abraza, lo dice y me abraza. Y me pregunta:

-¿Cuándo Iván os conoció también tuvo vergüenza?

-Iván salió de mi barriga, Y***, con él fue todo muy diferente.

-Ah, claro, entonces cuando llegó ya te conocía a ti pero no a papá.

-Bueno- dice Iván- es que conmigo fue distinto, Y***, yo me fui acostumbrando a ellos poco a poco.

 

Ser listo

-Iván ¿Y a ti te importa que los niños te llamen mariquita en el cole?.
-No, qué va, mami. Además, Mario y yo, como sabemos palabras que ellos no conocen, se las decimos y se tienen que callar porque no las entienden. Por ejemplo, uno me viene y me dice «Iván eres una niña» y yo voy y le digo «Pues tú eres muy desconcertante». Y como no sabe lo que es se queda callado, pone la cara así y se va.

Pekin mira al cielo

EFE-Pekin-lluviaHan descubierto que las tablets que les trajeron los Reyes graban vídeos de manera que ha empezado en casa una intensa actividad audiovisual. Los reportajes en cuestión incluyen el grabarse el uno al otro mientras cagan y también el hacer “telediarios” en los que Y*** es una reportera en China que informa del tiempo atmosférico (¿Quién no ha querido saber alguna vez si va a llover durante el fin de semana en Pekin?).

Está cada vez mejor.

-Mira mami, le he explicado esta mañana a Y*** lo de la teoría del Big Bang y le he hecho un dibujo para que lo entienda. Esta es la materia y esta es la antimateria y esto una churra que le he pintado porque parecían dos huevillos.

-Ah, qué bien ¿Y tú qué dices, Y***? ¿Estás de acuerdo con esa teoría? ¿Crees que fue así el origen del universo?

-Yo creo que zi, porque me fío de mi hermano.

Ya está en casa.

El Día del Libro en mi casa

Juan de la Cierva, inventor del autogiro
Juan de la Cierva, inventor del autogiro

-Mamí ¿A que no sabes quién inventó El Quijote?.

-Iván, los libros no se «inventan», los libros se escriben.

-Bueno, también se inventan.

-Esto… en cierto modo, sí… es verdad, también se inventan.

-Pues eso ¿a que no sabes quién se lo inventó?.

-A ver, dime.

-Miguel de… ¿de la Cierva?

-No hay nada que hacer, Iván, eres de Ciencias…

-Sí, es verdad.

El Chocolate de la risa

Chocolate-image-chocolate-36212107-1920-1061-¿Por qué está to la enzalada roja?

-Porque lleva remolacha, ten cuidado no te manches.

-Pues si mancha tanto debería llamarse “remomancha»… – dice Iván – Ya he terminado, mamá… por cierto ¿Sabes que al comer chocolate el cerebro genera una sustancia que te hace más feliz?- ciencia y chocolate… de repente siento que algo trama…

-Ah ¿Sí?- le respondo- cuántas cosas sabes, hijo.

-Sí… ¿Podemos comer chocolate?

Voilà.

-Vale.

-Qué bien, vamos a ponernos contentos Y***.

Van a la cocina. Se lo comen y escucho:

-¿Tú no notas nada?

-No.

-Pues yo sí, estoy como… más feliz… lo pone en mi libro, en serio ¿Estás segura de que no notas nada?

-No, de verdad.

-Qué raro.

Equilibrio

-¿Qué haces subida ahí? Que te vas a caer…

-Me zubo en el tamburete porque no llego… que vi a cogé er keshu y la bayonesa.

-No se dice bayonesa.

-Ya lo zé,  es “bahonesa”-dice muy fina.

-¿Sabes que hoy me ha reñido la seño?- me cuenta Iván.

-¿Por qué?

-Porque dice que no me aprendo las tablas de multiplicar.

-¿Y tú que le has dicho?

-Decirle nada pero he pensado: “las tablas no me las aprendo pero sé dividir y hacer raíces cuadradas desde hace dos años ¡Zasca!”.- y se descojona él solo- …pero eso, mami, que lo he pensado, pero no se lo he dicho

 

Tictac tocotoco

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Camino del cole, las ruedas de las mochilas rodando, tocotocotoco…

-Mamá ¿A que Miguel y Michael es lo mismo?-dice Iván.

-Claro, Miguel es Michael en español.

-Uy, Mayte, como una zeño de mi cole- informa Y***.

-Mayte no, Michael.

-Po ezo he disho.

Este martes hubo visita. Una vez al mes vamos a ese sitio, entramos y nos hacen rodear pasillos y cerrar puertas a nuestras espaldas. Llegamos 15 minutos antes que ella, todo está calculado para que no nos crucemos. Después alguien entra en la habitación donde esperamos y se llevan a Y*** que ese día siempre se mueve mucho y se convierte en “Radio Y” a cada momento.

-Hasta dentro de una hora, cielo, que lo pases bien. – me escucho a mí misma y me doy cuenta que mi buena intención salió del revés, se convirtió en algo parecido a un sarcasmo involuntario. Pasarlo bien… ella no contesta. Jugamos mucho a hacer que no pasa nada, no se puede vivir siempre dando golpes sobre el yunque.

Hablo un rato con la trabajadora social, informes médicos, preguntas sin respuestas, el yunque de nuevo. Entonces Iván y yo tenemos un rato de “como eran antes las cosas”. Él hace un dibujo con tres dinosaurios y a cada uno le pone una flecha que señala a una palabra diferente: “papá”, “mamá” e “Iván”. Dice que es un dibujo del pasado y le pone una fecha antigua. También me dice que lo guarde en el bolso, no sea que Y*** lo vea.

Hemos comprado zapatos nuevos. Y**** los ha escogido de plata, iguales que los míos. Iván unos de purpurina rosa, así que, al día siguiente, se presenta en el cole con su melena, su diadema y sus zapatos rosas de purpurina y dos matones le dicen “mariquita” y “niña” pero a él le da igual porque lo defendió toda la clase y su mejor amigo, Mario, fue muy bueno y muy valiente porque gritó delante de todo el mundo: “¿Mariquita? Muy bien, mi amigo es mariquita, de acuerdo ¿Y qué pasa? ¿Qué tiene de malo ser heterosexual?” Mario es un tío estupendo, lo que pasa es que se lía un poco con la terminología queer, pero da igual porque los matones tampoco se aclaran mucho y sustancialmente el mensaje quedó bien clarito: a mi amigo ni toserle.

-Y***, no puedo dormir contigo, roncas mucho.

-Yo no ronco, Iván, es que respiro fuerte.

-Te voy a tener que despertar con un tanque.

-A ver si eres capaz.

-Es una forma de hablar ¿Es que no sabes lo que es un tanque?

-Po claro que lo zé, aonde viven lo pato.

Nunca paso el examen del primer martes del mes. Esta vez ha sido la piel, estaba poco hidratada. Es una hora difícil para todos. Iván y yo aguardamos en una cafetería hasta que ella se va. Veo moverse las agujas de un reloj de pared y pienso en el tiempo. Nunca empatizo con Y***, solo con su madre (con la otra madre). No quiero que se le acabe la visita, es la hora más cruel del mes. Ella solo tiene sesenta tictacs cada treinta días y yo tantos tocotocos de mochilas arrastradas como quiero.