Me encanta, me encanta

Para David, compañero de indignaciones y alegrías, anecdótica especie de hombre bueno.

Qué placer infinito e íntimo: ese, el de ver al que está en posición de dominio temblar por el miedo de perder la hegemonía. El machista cabreado, el misógino indignado, el que nos llama exageradas, histéricas, brujas, putas sin saber que nos honra con su cabreo. El que nos regala esa maravillosa terminología para que nosotras la adoptemos con todas nuestras ganas, abriendo nuestros coños, siendo, a cada paso, más exageradas, más histéricas, más brujas, más putas y recrearnos en ello, en la felicidad de ser lo que nos prohibieron, lo que pretenden que no seamos, lo que nos arrojan como insulto, lo que reciclamos como identidad.

Qué delicia ver al que niega la evidencia, al que defiende lo indefendible dando la vuelta a la frase, haciendo de lo plural lo singular, de lo general lo anecdótico, sin creérselo ni el mismo, con el color rojizo en los ojos del que anda ebrio de autoengaño, de ira retenida.

Qué goce observar al que disimula, al que finge la distancia con una lucha que disfraza de ajena, con la que crea una falsa distancia que, a cada rato, viene desboronada en tantos sutiles momentos de debilidad. Porque si la sangre te hierve es difícil hacerla emanar de tus agujeros con verdadera soltura. Sólo las mujeres lo hacemos. También algunos hombres puros, ellos desde el alma, pero son muy pocos, así que hagámoslo anecdótico y así cabrearemos más al personal que es de lo que hoy se trata.

Qué placer luchar a vida o muerte contra un enemigo tan potente como cobarde. Cuánta felicidad le debo al feminismo.

Trini y yo

¿Saben uds. quién fue Trini Ramos? Pues la mujer que inspiró la conocida copla Triniá en la que se cuenta (más o menos) la historia de su vida. En la canción ella es la mala. En la vida real, por lo que llegó a mis oídos, el malo era el pintor que iba pa’ lo que iba na’ más según dicen que ella dijo. Trini, bailarina, cantante y actriz sevillana, se casó no con un banquero (como dicta la tonadilla) sino con un empresario americano y judío para más señas. Pasar de tener relaciones con un calé para casarse con un judío debió ser en la época motivo de bastantes cuchicheos pero ella, por lo que sé, era más bien de las valientes. En América llegó Gardel y hasta aquí puedo leer. La cuestión es que antes de partir vendió su casa… a mi abuela. Siempre escuché hablar de esta tal Trinidad, de su madre, de su hermana, de que la inmensa casa roja donde me crié se llamaba Villa Trini hasta que mi abuela la comprara y nunca le di importancia. Ahora, después de muchos años de ausencia, por avatares de la vida vuelvo a vivir en esta preciosa casa hoy que mi abuela ya no la necesita más.
Trini Ramos y yo compartimos profesión, un viaje a América por amor y una casa.

Comisión de igualdad de género de acampada Sevilla

Mujeres revolucionarias mexicanas

Mañana se celebrará en la acampada de Sevilla la primera reunión de la futura Comisión de igualdad de género (adopto este nombre provisionalmente ya que uno de los puntos a tratar en la reunión será precisamente cómo denominarnos).

Así que, ya sabéis, todos/as los/as interesados/as:

1ª REUNIÓN DE LA COMISIÓN DE IGUALDAD DE GÉNERO
MIÉRCOLES 25 A LAS 15 H.
ACAMPADA SEVILLA PLAZA DE LA ENCARNACIÓN,
LAS SETAS (ESCALERAS TRASERAS).

Además se están organizando las comisiones/asambleas de universitarios, de artistas, por barrios, etc. La finalidad de estas comisiones es la de dar voz y coordinación a los diferentes colectivos para el logro final de los ocho puntos considerados de mayor urgencia. A saber www.democraciarealya.es/?page_id=234 .

Antes, después

Esta es la foto del inicio, cuando había que ser políticamente correctos/as. Zapatero y sus chicas… porque siempre fueron consideradas eso, chicas, pequeñas, manejables, sin importancia:

Esta es la foto del final, cuando las cosas están feas. Ahora ya hay que dejarse de chorradas de esas de feminismos. Vueleve el hombre. El espíritu heteropatriarcal del PSOE da la cara porque la verdad es como el corcho, antes o después sale a flote. Zapatero y los grandes (v)barones:

El Hotel Sandra busca un machote

Los famosos cinco millones de parados/as han dado lugar (aunque quizás siempre existió y puede que un tiempo pasado fuera peor) a un estilo literario que adorna de mugre los anuncios de las páginas de búsqueda de empleo. Se nos ve el plumero. En femenino todo lo que sea quitar mierda o agradar amablemente al personal (una limpiadora, una camarera de hotel, una azafata, una dependienta…) y en masculino lo que sea de mandar o imponer (un directivo, un gerente, un coordinador de área, un jefe de departamento…). Es, el ponerse a buscar empleo, todo un deleitarse en estos recursos poético-lingüísticos que nos dejan ver, a base de sufijos, la dura realidad de esta España cañí retrógrada y machista.

Pero de todos los poemas que he estado leyendo estos días, elijo esta maravilla de la lírica (copio y pego):

«PUESTO DE RECEPCIONISTA ESPECIAL PARA HOMBRES QUE TENGAN MAS DE 30 AÑOS, QUE TENGA 2 IDIOMAS Y EXPERIENCIA EN DICHO PUESTO»

Faltas de ortografía aparte se trata, al parecer, del Hotel Sandra, sito en Alcalá de Henares. Según me aclararon por teléfono, su dueña (Dª Sandra, no podía ser de otro modo) busca un machote que desde la recepción imponga con su hombría el respeto necesario y sea capaz de velar por el bienestar y la tranquilidad del hotel en el turno de noche. Una mujer no podría, según ella.

De todo esto deduje que Dª Sandra debe sentirse muy insegura al pensar que la defensa de este país está en manos de una ministra, o quizás no lo ha pensado o quizás no piensa ¿Sabrá Dª Sandra que cada día hay más mujeres en el ejército y que España es el país que más mujeres soldados aporta a la OTAN?

En realidad no entiendo nada. Alcalá fue siempre un pueblo de chicas duras, con su cárcel femenina y su bombera, la gran Eva Araujo, primera mujer bombera de la provincia de Sevilla. Será que Dª Sandra prefiere que le apague el fuego un señor, que son los que saben de verdad manejar la manguera.

Os propongo un juego, sin ánimo de lucro, sin ánimo de cambiar las cosas, sin ánimo de ofender, sin más ánimo que el de dar un poco por culo. Enviemos este mensaje a hotelsandra@gmail.com :

“Estimada Sandra:
Le escribo para recordarle que la discriminación por cuestiones de sexo a la hora de dar un empleo es un delito en nuestro país. Sea moderna y, sobre todo, sea profesional: dele el puesto de recepcionista a la persona que más idiomas hable, a la que tenga más experiencia en el sector o, si las cuestiones de seguridad del turno de noche le preocupan, a quien tenga hecho un curso de defensa personal, pero por favor no se guíe por el tipo de genitales que el aspirante tenga entre las piernas.

Los hombres no han demostrado por el momento ser más valientes que las mujeres.

Un saludo cordial”

Nota: id avisando si lo mandáis, sobre todo si os contesta.

Pobres hombres barbudos


Recuerdo que cuando vivía en EEUU conocí a un chico afgano que me contó algo muy curioso. Tenía aproximadamente mi edad (algo más joven) de manera que la época más radical de los talibanes le pilló en plena adolescencia. Me dijo que durante esa época su sueño era salir del país, quería estudiar fuera, estaba harto de que no me dejasen afeitarme y de no poder llevar la ropa que a mí me gustaba, era casi un niño, un niño muy rebelde. Me quedé sorprendida ante tal afirmación, nunca me imaginé que las leyes talibanas fueran prohibicionistas también con la indumentaria masculina. Además este chico me contó que antes de llegar a EEUU las únicas mujeres a las que había visto sin burka eran a sus hermanas y a su madre de manera que imaginaros el shock que supusieron para él cosas tales como asistir a una fiesta universitaria, pedirle los apuntes a su compañera de pupitre o, simplemente, pasear por el campus. Tardó años en superar un bloqueo psicológico que iba mucho más allá de la timidez. De hecho más bien se trataba de una enorme represión sexual y social.

Lo que más me sorprende de esta historia es que nunca se escuche hablar de las represiones masculinas de los sistemas heteropatriarcales. Es como si se pensase que de quien hay que preocuparse es de las mujeres que son las que no saben decidir por sí mismas. No tengo noticias de ningún chico musulmán expulsado de su centro de estudios (universidad o instituto) por llevar barba a pesar de que es una costumbre tan extendida entre los musulmanes como el hijab.

Y es que ellos son machotes, saben lo que quieren.

La perspectiva implacable

Crecemos en las advertencias del por tu bien y también en la consigna del eso no tiene importancia. A las mujeres se nos añade además la de ya lo tenéis todo conseguido. El disimulo, el no querer ver es general y la ceguera casi universal.
Pero un día miras a tu alrededor y te das cuenta de que aunque ningún hombre te cruzó la cara tu situación laboral y familiar es completamente diferente a la de los varones de tu entorno. Puede ser casualidad, te dices, y abandonas la cuestión que a los pocos días te vuelve a molestar, durante un paseo por tu ciudad, en el que te percatas de que no existen calles dedicadas a conmemorar el recuerdo de las mujeres. Y esta vez te repites que la cosa, simplemente, no tiene importancia.
Y así pasan muchos años y ocurre que un día vives algo realmente difícil de justificar (pierdes tu empleo por quedarte embarazada o consuelas a una amiga que ha sufrido una violencia sexual o sufres el acoso de tu jefe…) y es entonces cuando ocurre: tus ojos se abren y ya no hay vuelta atrás.
Siempre existe el momento en la vida de una mujer en el que se da cuenta de que todo está al revés en este mundo, comienza así la perspectiva implacable. El señorita y no señora, lo que no puedes explicar de una mirada, el empleo que no te dieron, los zapatos de tacón, tu placer sexual bajo cronómetro, el vestido de novia, las ingles brasileñas, Walt Disney, la no presencia en los libros de texto, en las portadas de los periódicos, en los puestos directivos… Todo entonces es feminismo porque la sociedad, como por arte de magia, se te revela un día preciso, a una hora precisa, en un instante, como lo que realmente es: un lugar en el que no se te quiere tal y como eres. La toma de conciencia de esta verdad es mucho más dolorosa que la hostia de un maltratador porque contra ella no hay leyes (porque ella misma es la ley). Ley y tradición.
Y a pesar de eso, el segundo paso es el de hacer de la alegría la mejor de nuestras armas, debemos pensar en el nosotras como en una coalición de libertad y ejercer esa libertad con pasión porque es la única forma que existe de aprenderla.

La sumisión del hombre sin pene

El hombre sin pene viste normalmente con traje oscuro de chaqueta y falda sastre. Sus zapatos son semiplanos y lleva la melena teñida. Aprieta fuerte la mano al saludar porque en política o industria, ese terreno tan resbaladizo para las vaginas, los dos besos serían señal de debilidad, de exceso de confianza y, quien sabe, incluso en algunas ocasiones pudiese ser interpretado como predisposición sexual de intereses amorales. Todo ello haría del hombre sin pene un ser menos competitivo, menos profesional. Igual que sus menstruaciones, combatidas a base de ibuprofeno y mucho disimulo. Igual que su parto, despachado en quince días. Igual que sus polvos, rápidos, sin preámbulos ni despedidas. Igual que su llanto, escondido en el despacho, a puerta cerrada. El hombre sin pene, además, menosprecia el bordado, la cocina, el cuidado del hogar, la prostitución y cualquier otra labor realizada tradicionalmente por las mujeres, esas que no añoran poseer un falo, esas orgullosa y felices de su destino mediocre.

El hombre sin pene, llegado los 30, aprieta el acelerador, a pesar de todo, a pesar de saberlo, a pesar de que una consciencia clara se le reveló una mañana dándole la llave de la sabiduría, del apogeo. A pesar de ello, el hombre sin pene siguió saliendo cada mañana a sostener su yugo.

He aquí la sumisión del hombre sin pene, consiste básicamente en intentar ser lo que no se es. Y es que algunas se creyeron aquello de que las mujeres éramos peores.

Mi identidad

Cantar fue un acto que se me impuso de forma postiza y que en los principios de mi más tierna infancia me producía incluso enfermedades psicológicas tales como colitis musical (que aparecía en cuanto pisaba el conservatorio), pérdida del apetito, enuresis, estrés y, sobre todo, aburrimiento crónico. Odiaba la música, ahora lo sé, entonces ni si quiera me atrevía a pensarlo por aquello de la obediencia filial. La cuestión es que, misterios de la vida, algo ocurrió durante la adolescencia que lo cambió todo y hoy por hoy considero estar dedicada a esta profesión por verdadera vocación. Es parte de mi identidad de una forma mucho más fuerte de lo que jamás hubiese imaginado y por eso me pregunto ¿Qué ha quedado de esa niña que se culpaba por encontrar aburrido a Czerny?

En los últimos meses intento basar mi trabajo en la introspección psicológica de la voz. Quiero saber cómo sonaría si pudiese liberarme de el qué dirán. Necesito saber cómo soy sin querer decir más que: éste es mi yo escondido. Qué horror, parezco una bailarina de danza contemporánea, he metido en la misma frase las palabras introspección, psicológica y trabajo. Ustedes sabrán perdonarme, como sabrán también perdonar este rollo medio psicoanalítico que estoy soltando. Lo que ocurre es que, una vez más, me he dado de bruces con el feminismo. Contarme es contarme como mujer y yo quisiera poderme contar como ser humano ¿Es eso posible para alguien que pertenece al género femenino en el 2011? Parece que las mujeres seamos primero mujeres y después todo lo demás. Y es que si dejamos de lado esa faceta de nuestra identidad siempre llega alguien para recordárnosla obviando nuestro trabajo o menospreciándolo o juzgando nuestro físico o castigándolo o poniendo nuevo significado a nuestras palabras o borrándolas. No podemos dejar de defendernos en un mundo hecho a medida de ellos. Después nos llaman exageradas, pesadas, radicales o incluso, a modo de reproche, simplemente feministas. Yo, sintiéndolo mucho, no bajo la guardia ni un segundo. Y a quien no le guste, ya se sabe, ajo y agua. Ahora bien, no dejo de darme cuenta de la repercusión que eso tiene sobre mi vida. Las mujeres, una vez más, estamos expuestas a la auto-traición, tomemos el camino que tomemos.

Según Clara Campoamor la libertad se aprende ejerciéndola.

Miro mi infancia, miro a Czerny, a mi enuresis, a mi camino y veo el camino de una mujer pero debo también permitirme el derecho de ser feliz y de conocerme a través de mis propios ojos. Al fin y al cabo, seamos sinceros/as, Czerny es un verdadero tostón.