La mujer como opresora

Hannah Arendt
Hannah Arendt durante la entrevista realizada por Günter Gauss y emitida por la televisión de Alemania Occidental el 28 de Octubre de 1964.

Hannah Arendt afirma tajantemente que cree que debe defenderse desde la identificación de un grupo oprimido si se ha sido atacada por la pertenencia al mismo. “Debo defenderme como judía si soy atacada como judía”. Y al mismo tiempo afirma no amar al pueblo judío y no sentir que la pertenencia al mismo le venga de más allá que de un mero hecho circunstancial de nacimiento. No debemos, por tanto y según ella, una lealtad a nuestro grupo de iguales si este grupo de iguales presenta características opresoras.

Modernas lecturas sociales y políticas, en cambio, enumeran los ejes de transversalidad mediante el binarismo opresor/oprimido. He asumido durante mucho tiempo esta descripción del poder que hoy se me tambalea.  Desde el feminismo afirmamos tajantemente que un hombre no puede ser maltratado. Puede serlo un negro, un neurodivergente, un ciego, un pobre, por el mero hecho de pertenecer a las categorías oprimidas de negritud, neurodivergencia y ceguera, pero no por ser hombres todos ellos ya que una negra, una neurodivergente, una ciega o una mujer pobre sumarían a esas transversalidades la del género siendo así, doblemente maltratadas. Es decir, las nuevas corrientes de Trabajo Social o Sociología, al contrario de Arendt, establecen en la pertenencia a un grupo un valor intrínseco e invariable de población oprimida u opresora.

Arendt presenció de primera mano y como judía la Segunda Guerra Mundial en Alemania y, más tarde, tanto las acciones de reconstrucción del país como los juicios en Israel a los militares nazis. Ella somete a estricta crítica ambas acciones y declara distanciarse de la actuación judía en tanto que sólo le interesaba la pertenencia a este grupo a través de la defensión del mismo como colectivo perseguido. Es decir, según ella, el cambio en la población judía, establecida en el tiempo a través del desarrollo de la guerra y de las posteriores acciones jurídicas y políticas, hacen que esta población pase de oprimida a opresora. Para ella fue fundamental el paso del tiempo y el cambio del orden político.

Lo que yo me pregunto hoy es ¿puede un grupo oprimido, en su identidad accesoria al tiempo o al orden político, albergar al mismo tiempo la calidades de opresor y oprimido? ¿Podemos las mujeres oprimir desde nuestra identidad de mujer y no desde las paralelas de, por ejemplo, adultas o blancas?

La mujer machista no existe, existe la mujer en un mundo de hombres que debe agarrarse a negociaciones para poder sobrevivir. Estoy de acuerdo con esa idea y al mismo tiempo creo que existe un límite a esa afirmación porque no es honesto negociar con la piel de otro. Por ejemplo: podemos escolarizar a las criaturas en cárceles llamadas colegios para evitarles males mayores como la retirada de una custodia por el Estado que nos alejaría definitivamente de ellas. Pero no debemos escolarizarlos para eludir nuestro compromiso social de cuidados de personas dependientes. El cuidado debe ser colectivo y público pero no institucionalizado. Ahora bien, en la medida en que los dos primeros adjetivos son, por ahora, sólo un ideal a perseguir, el último debe aparecer sólo como la inevitable obediencia a un Estado opresor que nos amenaza con un castigo aún más duro que la escolarización si no acatamos sus leyes, pero no como la liberalización de la mujer.  No debemos justificar el maltrato de un colectivo aludiendo la lucha de otro. La revolución feminista no puede basarse en la opresión infantil o de las personas no productivas en general. La institucionalización no es una solución para alcanzar la justicia, es un parche, un mal menor o una negociación con un Estado demasiado poderoso al que hacer frente, por ahora.

El primer abandono es siempre patriarcal. La crianza tradicional se basa en el abandono masculino de los cuidados que quedan en manos de las mujeres. El hombre-padre es el hombre que se desentiende de los cuidados en la familia judeocristiana. La mujer-madre, en cambio, se conforma en la imagen y en la acción de cuidadora que, dependiendo de la época, ha contado más o menos con una ayuda colectiva dentro de la sociedad, pero siempre desde manos femeninas o feminizadas. Esta descompensación genera crianzas basadas en el maltrato de la negligencia y el abandono paterno y en el maltrato físico  y psicológico materno. La maternidad tradicional viene pues conformada en lo femenino, en lo cuidador y también, nos guste o no admitirlo, en la figura del maltrato físico y de ejecución última de las violencias estatales (escolarización, uniformación, perpetuación de valores tradicionales). Si bien, en el mejor de los casos, esta posición de mujer-opresora no la elegimos sino que la asumimos como subterfugio para evitar males mayores, sí que es inevitable reconocer que la mujer es en sí misma soldado del sistema y cumple, le guste o no, la función de perpetuación de estas violencias contra las personas dependientes (criaturas, ancianos/as, enfermos/as).

Nos duele verlo y el feminismo actual no soporta esta idea. El ser humano no tiene normalmente dificultad en situarse en los parámetros sociales de oprimidos (mujer, negro, neurodivergente, homosexual…) pero no soporta que se le coloque un espejo delante de sus privilegios (hombre, adulto, clase media, estudios superiores…).  Pero la realidad es que no existen ejes de opresiones tal y como nos los intentan hacer ver desde las modernas interpretaciones sociales. Como siempre, las cosas son mucho más complejas que un par de adjetivos colocados en los extremos de una línea recta. Huir del binarismo debería ser un ejercicio mental para practicar sin descanso en política social.

La desobediencia es, para mí, la más interesante de las opciones que nos quedan pero no en cuanto a rebelión contra el sistema sino, al contrario, como ignorancia del mismo. Debemos construir al margen de él, esa es la única manera de estar de forma coherente en el mundo. Activismo es posicionamiento, nada más y nada menos. Pensar, comprender y posicionarse es actuar. En cambio, actuar a contracorriente por el mero hecho de cansarse, es una forma más de dar poder al Estado y a la norma.

Por todo esto creo que las mujeres podemos ser agentes opresoras dentro del sistema. La sociedad nos ha reservado espacios precisos para dichas funciones. Según mi opinión, la forma más honesta para ocupar dichos puestos debe partir, primero, de una autocrítica voraz y, después, de una acción de posicionamiento honesto que debe basarse en la proclamación, desde lo personal, de un manifiesto de resistencia al Estado. No estamos obligadas a llevar nuestras rebeliones personales a lo público en cuanto podría incluso ser contraproducente para la lucha, en cambio sí estamos obligadas a no mentirnos y a no sostener el orden del sistema sobre el sufrimiento de nuestros hijos e hijas y demás dependientes para conseguir nuestra liberación como mujeres.

Por último, es imprescindible hacer una distinción entre lo privado y lo personal. Lo privado debe ser expuesto en cuanto es el lugar donde ocultamos nuestra vergüenza, la traición a la lucha. Lo personal, sin embargo, es la parcela reservada a la resistencia en la que ignoraremos al Estado y construiremos desde la creatividad y la justicia y por tanto debe ser protegido. Si tu vida viene expuesta sin desvelar lo personal y eso te avergüenza, hay algo en tu lucha que está traicionando un valor fundamental de tu ética.

4 comentarios en “La mujer como opresora

    1. Hola Mauricio, gracias por participar. Me refiero a la frase tan conocida en feminismo «lo personal es político». La relación entre un hombre y una mujer en una pareja heterosexual, por ejemplo, es política también y debe ser expuesta en lo público: al legislar, al informar en un periódico, al debatir en las redes… A veces esto molesta a algunas personas que ven expuesta su intimidad. Para mí hay una diferencia entre lo personal y lo privado. Lo personal debe ser salvaguardado de lo público, lo privado no.

  1. muy interesante el articulo, pero muy discutible, tan bien. Pienso que la mujer si es machista xq hemos estado y estamos educadas en el patriarcado y eso marca, claro que eres tu la experta en este tema, yo hablo desde la experiencia de lo que he vivido

Si vas a comentar debes saber que: si eres hombre tendrás menos posibilidades de que te lo publique y que si me insultas o hablas con tono paternalista o faltón no tendrás ninguna. No acepto opiniones, ni consejos, soy así de chula. Adiós.

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