
“No se nace mujer: llega una a serlo” de Simone de Beauvoir y “Es de puta madre ser mujer” de Daniela Ortiz, son dos frases con las que podríamos resumir este artículo.
Ser mujer es la construcción social no opresiva cuyos “defectos” no parten más que de la confianza puesta en que la sociedad y en que el hombre vaya a tratarnos de forma igualitaria. Cuando, hablamos entre amigas y alguna de mis compañeras, o yo misma, contamos alguna discriminación sexista que hemos vivido, es común escuchar la frase “en parte es culpa tuya, por haberlo permitido”. No me gusta esa frase, por muchas razones. Primero porque la palabra “culpa” me eriza la piel, prefiero usar “responsabilidad”. Y en, segundo lugar, porque entiendo que lo que se nos está diciendo es “eres merecedora de esa discriminación por haberte confiado”, como si confiar en la gente que amamos fuese algo malo. Las mujeres no somos ni culpables, ni merecedoras ni, ni mucho menos, generadoras de las discriminaciones y violencias patriarcales. Tampoco somos víctimas pasivas, somos sobrevivientes de un sistema que intenta aniquilarnos, violarnos, aprovecharse de nuestro trabajo gratuito, etc. Ocurre que, cuando la confianza que depositamos en el hombre, en el sistema, viene traicionada, a veces nos damos cuenta del engaño y logramos ser conscientes de que nunca seremos tratadas desde la igualdad ni en pareja, ni laboralmente, ni, en general, como ciudadanas. En ese momento, las mujeres entramos en lo que Lagarde denomina un proceso de luto. Es un proceso, doloroso pero necesario, en el que las mujeres tomamos conciencia de nuestra verdadera posición en el mundo para poder, por fin, empezar a negociar. Cuando alguien nos dice “en parte es culpa tuya por permitirlo” es como si se diera por supuesto que se partía de la misma posición en la negociación o como si se nos estuviera echando en cara el haber sido una mala negociadora o demasiado “buena” (¿Se puede ser demasiado buena o es que me estás llamando tonta? Porque yo creo que el tonto es él). No creo que ninguna mujer verdaderamente consciente de su posición de segunda en esta sociedad pueda decir esa frase y creérsela. Ninguna mujer que haya realizado el luto de saber que su compañero o su jefe la mirarán siempre desde el pedestal del primer sexo, puede creer que las mujeres somos culpables de las violencias machistas.
Y con estas reflexiones no estoy llamando a las mujeres al victimismo generalizado, al contrario, estoy llamando a una negociación consciente. Tampoco estoy haciendo alarde de una receta mágica de estrategias feministas para llegar a la igualdad, entre otras cosas porque no creo que la igualdad sea posible aún. Este artículo pretende ser una propuesta a las mujeres para que lloremos el luto de sabernos el bando con menos artillería y usemos las armas que tenemos (que son muchas) de forma consciente, inteligente y de la manera más conveniente para nuestras vidas. Esto es la guerra, pero no es una guerra de hombres, una de esas en las que se bombardean ciudades, esas de las de Bush o Merkel. No, esta es la guerra de las mujeres y no creo que haya que convertirse en hombres para ganarla, es más, creo que al convertirnos en hombres la perderíamos. Es la guerra donde, hasta el momento, solo han habido bajas de nuestro bando(a excepción de Andy Warhol, muerto a causa de las secuelas del único ataque feminista de la historia) y algunos gloriosos casos de autodefensa. Definitivamente, “la culpa es tuya por permitirlo”, es una trampa lingüística odiosa que no permitiré que me vuelvan a decir.
La segunda falacia que quería desmontar es esa, molesta como una mosca siestera, que aparece en casi todas las conversaciones cuando se habla de política heteropatriarcal y que se hace verbo en la frase: “Pues la Thatcher era mujer”. La Thatcher, al gobernar, no era mujer. La apropiación de una identidad de género diferente a la asignada al nacer no siempre es un acto de subversión política que busca la libertad y la justicia. A veces asumimos identidades de género de forma opresiva. Merkel, Thatcher, Aguirre o Botella no usan testosterona en gel porque no quieren transformar sus cuerpos, pero todas ellas se enfrentaron al rol que les fue asignado al nacer, el de mujer, asumiendo la identidad masculina con fines corruptos. Otra cosa es lo que ellas fueran antes y después de asumir sus cargos públicos. A lo mejor en muchas situaciones fueron mujeres, pero como gobernante son hombres. El género es una construcción social y desde el momento en que las mujeres abandonan la posición de “no opresión” en política están adoptando un rol masculino. La identidad no es una etiqueta fija, inamovible o intrínseca a los cuerpos, no es biológica y no es única. Cada una de nosotras asume decenas de identidades durante el día: la de alumna, madre, paciente, hija, hermana, abogada, blanca, gitana, precaria… Somos la suma de muchas identidades que podemos ir cambiando con bastante flexibilidad. La sociedad asume estos cambios de rol con naturalidad hasta el momento en el que la asunción de un rol se convierte en subversión. Merkel no es mujer cuando gobierna y al patriarcado no le molesta (demasiado) que subvierta su rol de género porque está sirviendo para perpetuar otros valores opresivos de raza, clase, etc. Pero, por ejemplo, sí le molestaría que subvirtiera su género hormonándose con testosterona porque el vello corporal y otros rasgos físicos pondrían de manifiesto el absurdo de la asignación de los géneros al nacer por razones esencialistas y biologicistas. Por tanto, el ir en contra del género asignado al nacer, aunque en un principio nos parezca un acto de subversión por definición, puede llegar a ser un acto de perpetuación de valores opresivos si, transversalmente, se alía con identidades de clase, raza, especie, edad, etc.
Por otro lado, una vez más nos damos cuenta de cómo el uso del lenguaje suaviza la lucha hasta camuflarla y finalmente cancelarla. Cuando el feminismo denuncia las violencias heterosexuales aparece la palabra “heterocentrismo” como si la heterosexualidad fuese mala pero sólo si se abusa de ella. Cuando denunciamos el coito como fuente de control del cuerpo de las mujeres a través de la reproducción, de la dificultad de acceso al placer y como base de contagio de enfermedades, aparece “coitocentrismo” para avisarnos de que el coito es malo, pero solo si se abusa. Cuando denunciamos que el rol masculino, el ser hombre, es por definición el ostentar la posición opresora, nos venden los términos “nuevas masculinidades”, “hombres por la igualdad” o “hembrismo” para decirnos “también hay hombres buenos y mujeres malas”.
Basta, empecemos a llamar a las cosas por su nombre.
Hay frases prohibidas. No podemos decir Esperanza Aguirre es un hombre aunque se comporte como tal (y ser hombre no se nace, se llega a serlo, lo recuerdo por si alguien se despista). Eso no se puede decir porque conviene que creamos que se puede ser mujer y ser opresora. Pero la cuestión es que Aguirre no es opresora por tener útero. Ni si quiera es opresora por ser mujer en algunos momentos de su vida. Es opresora por ser hombre mientras gobierna, por ser rica, por ser blanca, o por ser adulta, pero nunca por ser mujer. No se puede ser mujer y opresora porque es una contradicción lingüística y conceptual. Tampoco podemos decir que existen “hombres maltratados” no porque no haya hombres que estén siendo maltratados sino porque no están siendo maltratados por ser hombres. Estarán siendo maltratados por ser negros, pobres, inmigrantes, tímidos, discapacitados, etc. pero no por ser hombres.
La Thatcher y la Cospedal, en cuestión de raza, son blancas, y por tanto racistas, en cuestión de clase, ricas y por tanto, clasistas, en cuestión de género, hombres y por tanto machistas. En su vida privada no tengo ni idea de lo que son, pero como gobernantes lo tengo muy claro. Para mí es esencial empezar a identificar el rol social con la discriminación que provocan. Es lo mismo. No hay blancas buenas, si somos blancas estamos adoptando el papel de opresoras y una vez más no es una cuestión de culpa judeocristiana, no debo pedir perdón por ser blanca, ni siquiera por las atrocidades que mis antepasados y mis coetáneos realizaron como colonizadores. Pero sí debo ser responsable y consciente de mi posición de opresora y no decir tonterías como: yo soy blanca pero no provoco racismo. Podrás estar incluso en contra del racismo, podrás tener una hija negra adoptada e intentar asumir su problemática como si fuera tuya, podrás intentar subvertir tu rol a través de la transracialidad, pero te guste o no, la identidad que te asignaron al nacer te perseguirá el resto de tu vida en forma de opresión hacia las personas no-blancas.
Por último quería explicar que no creo en el binomio biológico versus social. Somos socialmente biológicos y biológicamente sociales y lo ético, a mi entender, es ser mejor en cuanto nos acercamos a las identidades no opresoras. Creo en la identidad como ente político exento de cuerpos y personas desde el punto de vista subversivo pero no desde un punto de vista factible a corto plazo y es imprescindible que tomemos consciencia de quiénes somos, nos guste o no, a ojos de la sociedad.
Gracias Alicia por ponerlo siempre tan claro.
Hoy venía leyendo…
«Para intentar controlar el peligro de que también las relaciones entre los sexos se conviertan en relaciones de contraposición dialéctica, los gobiernos democráticos han puesto en circulación gran cantidad de planes y de políticas de igualdad. Temen que la lucha entre los sexos acabe destruyendo los fundamentos de nuestra civilización; y, para conjurar este temor, intentan mantener en equilibrio las relaciones entre los sexos, volviéndonos a mujeres y hombres los más iguales posible [una igualdad -añado- medida en masculino].
Lo temen con razón; pero lo intentan sin éxito, porque la diferencia de los sexos persiste: el cuerpo, ha escrito María Zambrano, <>. Porque -añado yo- la diferencia de ser mujer y la diferencia de ser hombre son constitutivas del cuerpo humano en su libertad de ser.
(…)
Porque las relaciones de los sexos no son relaciones de contraposición dialéctica. A un hombre, lo que le falta no es ser mujer; ni a una mujer, lo que le falta es ser hombre. La mujer es un entero y el hombre es un entero, ella y él con su infinito propio, como comprueba cada madre al mirarla o al mirarle en el momento de su nacimiento»
María Milagros Rivera (2001); Mujeres en relación. Feminismo 1970 – 2000. Barcelona: Icaria, pag 42 y 43.
el día de hoy platicaba en la mañana con una amiga y compañera de trabajo sobre el fin de semana, donde me decía que se sentía como en un estado de melancolía o de triste arrepentimiento, lo que en México llamamos cruda moral, y esto era porque tres diferentes hombres con diferentes roles en su vida le habían cuestionado su manera de vivir, uno en reclamo, otro en súplica y otro en un discreto «consejo» o «recomendación» de dejar de hacer las cosas que «no hace una mujer decente»; al platicar me preguntaba, si había sido ella con su manera de hablar, con su manera de mostrarse la que había permitido que, primero mal interpretaran su conducta, y segundo abriera el espacio en el que ellos se sienten cómodos para calificar o emitir un criterio sobre la vida de mi amiga. Creo que con este artículo completé la respuesta que yo intentaba darle «No creo que ninguna mujer verdaderamente consciente de su posición de segunda en esta sociedad pueda decir esa frase y creérsela. Ninguna mujer que haya realizado el luto de saber que su compañero o su jefe la mirarán siempre desde el pedestal del primer sexo, puede creer que las mujeres somos culpables de las violencias machistas.»
Alicia muchas gracias, otra vez.
Curiosa casualidad. Hoy, al leer este artículo descubro que el día que fue publicado yo me encontraba haciendo mi luto personal. En mi cabeza sonaban frases que salían de voces de hombres que, en definitiva, nos decían a las mujeres que luchamos entre carcajadas, orgullo y satisfacción de ganador: «Estáis ejerciendo contranatura»; «Queréis ser lo que no os corresponde»; «Todo lo que hagáis es para nada».
¿Qué le pasa a la sociedad actual?. Los parricidios de padres y madres hacia sus hijos e hijas es un síntoma de una sociedad enferma que ha perdido el norte y va más allá de una cuestión de género, o quizá no.
Mi lucha es la de sobrevivir cada día en esta jungla que me envía señales continuamente sobre cómo debería ser y yo solo quiero ser persona.
Es triste darse cuenta que empleando estrategias de opresión podemos ganar la libertad y el respeto que merecemos sin tener que ejercer tal rol. Es trágico descubrir como educadora que la educación no hizo su trabajo.
Descanse en paz mi optimismo por la lucha de género. Mañana lo resucitaré con nuevas ilusas ideas de igualdad, respeto, derechos, integridad,..
Reblogueó esto en ni eva ni pandoray comentado:
Entender el género como construcción social, es comprender también los alcances que tiene el asumirlos… comprender las diversas identidades en donde la sociedad nos ubica nos sirve para comprende nuestra trinchera y para intentar llevar a cabo la deconstrucción… Acá lo comenta Alicia con palabras claritas
Gracias Alicia, genial escrito, rica reflexion. Esto me lleva a la pregunta siguiente:a que debemos aspirar cuando decimos que hay que ser mujer? Para mi es a la anarquia, es decir, a vivir en un mundo sin relaciones de explotacion y por tanto sin violencia a un mundo donde la genete ame su propia libertad y la encuentre a traves de relaciones basadas en el respeto y el amor, y no en el miedo y la dominacion. Anarquia es por tanto una sociedad donde no hay ni opresores ni oprimidos, lo cual implica que no hay hombres. No podemos ser mujeres sin acabar con el ser hombre. (entendido como construccion cultural) Creo que esto no puede ocurrir a hacer uso libre de nuestros cuerpos (no separo la mente del cuerpo) lo cual no puede existir sin vivir en una sociedad donde no existen relaciones de explotacion, donde no existe violencia (agresores y agredidos), donde las relaciones entre personas y entre los humanos y el resto de la naturaleza estan basadas en la libertad y el respeto. Pero ello nunca ocurrira sin que nos hayamos despojado del patriarcado. Podriamos tambien decir que hay que aspirar no solo a ser mujer sino tambien a ser negra, niñx, pobre y por que no tambien, fea, gorda, pueblerina? Es decir, En fin, lo que quiero decir es que es triste que en este mundo las personas midan su valor comparandose a los demas, dominando a los demas y siendo complaciente con el opresor. en lugar de luchar por la libertad de su propio cuerpo y de ver a las personitas que tenemos en frente! La gente tienen tantas razones para oprimir y tan pocas para entender a los demas y luchar por su libertad! Amemos la libertad, es decir, luchemos por no ser ni opresores ni oprimidos, y crearemos un mundo mas justo con mas amor y menos odio. Hombres, aplicaos el cuento! Blancxs, lo mismo os digo! Capitalistas, igualmente! Delgados, igualmente! Guapos, lo mismo! Adultos, idem! En fin, jefes y servidores mercenarios de la supremacia blanca adulta, patriarcal, capitalista, racista y conservadora apliquense el cuento! Empecemos a mirar a las personas con curiosidad y no con prejuicios, no desde posiciones dominantes como ha dicho Alicia. Pero para que los negros nos puedan mirar asi, para que las mujeres podamos mirar asi a los hombres, etc., hay que matar al hombre, al blanco, al capitalista, al estado, al adulto, al que viva de la explotacion de otros, etc….en fin hay que matar a la cultura y las relaciones materiales que mantiene las RELACIONES de opresion. P.D.: Mis disculpas por la falta de tildes, el inconveniente que tiene escribir desde el Reino (des)Unido.
Echar la culpa a la víctima (no solo de las discriminaciones, sino de cualquier delito en general) es un un poco vergonzoso.
Ahora bien, no entiendo luego todo eso de que Esperanza Aguirre no es mujer y tal. Quiero decir: ¿Quién es mujer para ti? Porque parece que no toleras a mujeres que se comportan como históricamente han hecho los hombres y luego cuando toca hablar de comportamientos dices que si una mujer puede sentirse como quiera y vestir como quiera y comportarse como quiera. No entiendo eso de etiquetar cierto comportamiento como «comportamiento de hombre». En resumen, me peta la cabeza. Y yo hago un esfuerzo por entenderlo pero es que parece que a veces veo mensajes contradictorios
Hola Borch, gracias por tu mensaje. Para mí mujer es quien está dispuesta a vivir la discriminación por serlo. La frase no es mía, de de la Pornoterrorista, refiriéndose a las lesbianas. Concretamente dijo «lesbiana es toda aquella que esté dispuesta a vivir el estigma».
Nos podemos alejar de ese estigma por muchos motivos, no solo una transexualidad FyM. También cada día por gustos personales (yo llevo pelo corto y no me maquillo, a veces soy muy camionera) o bien por autodefensa (tengo comprobado que andar y sentarnos ocupando mayor espacio, como hacen los tíos, disminuye las agresiones verbales en la calle, los «piropos»). Pero no veo lícito salirnos del rol de mujer para oprimir desde la clase, raza o incluso desde el mismo género.
Estoy de acuerdo con la teoría queer en que el género es una construcción social y creo, además, que la única identidad de género opresora es la masculina. Como dicen un conocido trans, no es lo mismo la masculinidad cis que la transgénero, pero también desde esta última o en identidades satelitares a esta, podemos llegar a hacer mucho mal.
No sé si respondí a tu pregunta. Besos!
Gracias Alicia! Me sirve mucho este artículo.
Con la primera falacia, a mí me sirve usar el ejemplo de la esclavitud: había esclavxs se creían realmente que eran una raza inferior, que su destino era ser propiedad de los hombres blancos, que aquellxs que se revelaban merecían ser castigadxs. ¿Eso les hace igual de responsables que sus explotadores? NO. A nadie se le ocurre hoy día culparles por su situación durante tantos siglos.
Lo segundo me suele cortocircuitar un montón, aunque tu último comentario me ha aclarado bastante. La mutación a hombre lo veo bastante claro con Merkels-Thatchers-Aguirres. Pero con otros ejemplos entro en bucles: mujeres feministas como las guerrilleras kurdas que tanta admiración causan últimamente. Con su uniforme, jerarquías militares y kalashnikovs, ¿son hombres? A mí me chirría un montón el binomio feminismo-ejército. Zapatistas, las republicanas del 36… Son casos extremos, que pueden tener mucho de autodefensa, pero al menos a simple vista son estructuras y formas de hacer de hombres.
Por último, me interesa el concepto de duelo que comentas. ¿Dónde puedo leer más? Llevo meses intentando aceptar que esta mierda es y será así y queriendo buscar el equlibrio…
Y ya. Abrazos!
Y no está por demás decir que, para que cualquier mujer pueda tener un cargo de importancia media a alta, DEBE convertirse en hombre en ese ámbito. No es posible, bajo ninguna circunstancia, que en este sistema capitalista-patriarcal de mierda, una mujer logre un cargo relevante.
Muchas gracias por tu artículo. Saludos desde México.