Sobre los binarismos en el pensamiento feminista

El enemigo

Si nos declaramos diametralmente opuestas a un concepto determinado, a una imposición patriarcal, estamos admitiendo que ese concepto existe, estaremos unificando miles de posibilidades diferentes, unas buenas, otras malas, otras regulares, otras ni una cosa ni la otra, dando cabida a esa “normalidad” que nos vende el sistema machista. Es un planteamiento que refuerza la idea de que hay una forma de estar dentro del sistema, pero eso no es verdad. Ninguna mujer está dentro del sistema porque este sistema está diseñado adrede para que ninguna mujer dé la talla. “Normal” es un programa de la lavadora. Ser mujer es una revolución en sí mismo, hagamos lo que hagamos, estaremos rompiendo una regla, faltando el respeto a alguien, saliéndonos de los márgenes, incordiando, no cumpliendo expectativas, etc. Y ocurre a menudo en el feminismo que cuando queremos luchar contra lo impuesto imponemos el contrario sin darnos cuenta que no era el objeto en sí sino la imposición del mismo lo que nos oprimía. Además, ofreciendo un contrario y estableciendo el binarismo estamos, de nuevo, imponiendo otro modelo preestablecido. Si queremos que el pensamiento feminista sea subversivo, debe ser un pensamiento móvil y cambiable que se adapte a las realidades de cada una de nosotras. Entre esas realidades también estará la posibilidad de la inexistencia del objeto impuesto, pero no como no-Objeto, en mayúsculas, si no como no-objeto, en minúscula y, a ser posible, seguido de un adjetivo. 
Esta premisa puede aplicarse al tema del género, de la estética, de las religiones, de la mujer y el trabajo, de la prostitución, de las tradiciones, etc. 
Aplicando esto, por ejemplo, a la maternidad, nos encontramos con que, en parte, es una cuestión lingüística. Si nos declaramos anti-maternales estamos admitiendo que existe un cajón de sastre único donde entran todas las maternidades, se están unificando miles de posibilidades diferentes, unas buenas, otras malas, otras regulares, otras ni una cosa ni la otra. Es un planteamiento que refuerza la idea de que solo hay una forma de ser madre y es la patriarcal. Una vez más, desde algunos feminismos, se quiere luchar contra lo impuesto imponiendo el contrario, sin percatarse de que el problema no era el objeto en sí sino la imposición del mismo, la carga de que existe una maternidad “normal” aunque nadie la haya visto jamás, aunque solo obedezca a una imagen idealizada, empaquetada y distribuida para el consumo decente y sano. Además, ofreciendo un contrario y estableciendo el binarismo estamos, de nuevo, imponiendo otro modelo preestablecido, el opuesto de Maternidad, la no-Maternidad (con mayúsculas ambas). La maternidad, si queremos que sea subversiva, debe ser un concepto móvil y cambiable que se adapte a la vida de cada mujer. Entre esas realidades también estará la posibilidad de su inexistencia, pero no como anti-Maternidad, en mayúsculas, si no como anti-maternidad en minúscula y adjetivada (no-maternidad judeocristiana, no-maternidad romántica, no-maternidad sacrificada, no-maternidad heterosexual…). Porque ¿Qué es ser madre? ¿Ser madre es gestar? ¿Es parir? ¿Es adoptar? ¿Es acoger? ¿Es cuidar? ¿Es educar? ¿Todo lo anterior? ¿No es nada de lo anterior? ¿Somos madres solo de nuestros/as hijos? Y a partir de esto pregunto ¿Qué es ser anti-madre? ¿Es no gestar? ¿No parir? ¿No adoptar? ¿No acoger? ¿No cuidar? ¿No educar? ¿Todo lo anterior? ¿Nada de lo anterior? No podemos definir atendiendo a infinitas posibilidades y para negar un contrario necesitamos un contrario, pero la realidad es que no existe. Todo fue un engaño, una estafa. Nos dijeron: sed buenas madres, seguid las instrucciones, pero no había instrucciones, ese fue el timo. Si hubiese habido instrucciones habría sido tan sencillo como seguirlas, pero no, lo de la Virgen María no fue una paloma. 
Por eso, si queremos construir discursos no debemos partir de premisas patriarcales, porque entonces nuestros discursos estarán basados en nada, en arena de playa que se desliza entre nuestros dedos. No tendremos una base sólida sobre la que edificar nuestra construcción. El “no ser Madre” no existe porque no existe el “ser Madre”. 

Y por si todo esto fuera poco, la creación de opuestos a ideas patriarcales genera en las feministas una inmensa sensación de soledad. Las mujeres acudimos al feminismo con urgencia, con necesidad de acogida, con el propósito de encontrar y crear un espacio de seguridad, una manada en la que refugiarnos y desde la que luchar contra la injusticia. Por eso cuando presenciamos la construcción de un contrario patriarcal en base a una de nuestras libres elecciones nos sentimos cuestionadas y con razón. Cierto es que la susceptibilidad también es una asignatura pendiente de las feministas, pero siendo objetivas, los binarismos son cuanto menos, poco prácticos.

4 comentarios en “Sobre los binarismos en el pensamiento feminista

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