Aguafuerte y aguatinta de Ana Matías
F sueña constantemente y las únicas cosas que le hacen salir de ese sueño son la compañía de sus amigas o las muestras de cariño de cualquier persona, en especial la de sus cuidadores/as. Si no se dan esas dos circunstancias F permanece ausente, la mirada perdida y confusa dirigida a la nada. Cuando las maestras reclamamos su atención, su rostro describe un desgarrador debate interno entre una F que quiere evadirse y la otra que se esfuerza por aprender, por relacionarse, por comprender el caos que significa para ella este mundo.
Ayer Mme. T, que sabe lo del proceso de adopción, coló a F en mi clase. Me guiñó un ojo y la hizo entrar. La experiencia me ayudó mucho porque no tuve más remedio que tratarla como a una más y mi objetivo personal en estos momentos es el de no hacerme ilusiones. Yo, como ella, también tiendo a la evasión de la realidad, que en esta ocasión no es otra que muchas posibilidades de que la adopción no se lleve a cabo.
Hemos construido unas maracas preciosas con latas de refrescos. Pedí que cada niño hiciese un dibujo para decorarla. F usó un solo rotulador, de color marrón. Dibujó una pequeña figura, que al principio me pareció algo así como un bichito o una mariposa, pero que resultó ser una niña pequeña. La figura estaba rodeada de una flor y decenas de objetos sin forma precisa. Le pregunté qué eran y, según la traductora, F no pudo explicarlo, no lo sabía exactamente aun habiéndolos dibujado ella misma.
Creo que F vive en algún sitio que no es DT, ni Marrakech, ni la Tierra. No vive en nuestro mundo porque nuestro mundo la asusta y la confunde. Simplemente no lo entiende, no identifica las cosas que hay en él como propias. Pero nuestro mundo también le fascina y esa es mi esperanza y la de todos/as los/as que la queremos. No sé si logrará despertar algún día pero desde mi punto de vista sólo con la adopción tiene alguna posibilidad de hacerlo.