El Conejo de Alicia de mayo está dedicado al empleo. Puedes ver el vídeo siguiendo este enlace o clickando sobre la imagen.
Autor: aliciamurilloruiz
Cantar en Sevilla
Han pasado muchas cosas desde la última vez que pisé un escenario sevillano. Yo antes no era como ahora. Ya sé que todxs cambiamos, pero hay cambios que atraviesan nuestras vidas de manera especialmente violenta. Yo antes era así, como en este vídeo, pero en el 2013 decidí que ya no más. Ya no más vestidos de princesas, no más directores hablándome en imperativo, ya no más fiestas de millonarios que bailan mientras yo canto “Cheek to cheek”, ya no más morderme la lengua, ya no más sonreír sin ganas, ya no más zapatos incómodos. Ya no más de todo aquello: así nace Cuidado con la Perra. Y la cuestión, si no quiero engañarme, es que yo no quería que Sevilla la conociese.
Me costó mucho esfuerzo que mis padres estuviesen orgullosxs de mí y el 22 de mayo voy a echarlo todo a perder porque ya nunca más subirá al escenario esa soprano preciosa y joven con su vestido largo de raso color cobre, esa a la que tanto querían y que tantas alegrías les dio. La que sube al escenario el 22 es una mujer madura, con un vientre flácido atravesado por costurón de cesarea, una mujer lesbiana, una mujer rapada, una mujer que dice palabrotas y se ríe a cada rato. Y subo mandando. Ya no les voy a gustar, al menos no tanto, y eso me duele. Intenté esconderme de todos esos compañeros músicos. Me encantaría que sus opiniones me trajeran al fresco, pero no es así. Todos los que me formaron, de los que tanto aprendí, todos esos que me tuvieron paciencia cuando yo solo era una cría que quería ser cantante…
Cantar en Sevilla el 22 de mayo va a ser mucho más que actuar en mi ciudad. Esa noche cerraré una etapa, esa noche morirá una parte de mí que hacía tiempo que ya debía haber despedido. Sé que defraudaré a mucha gente y eso me duele, pero ya no puedo seguir fingiendo que en todos estos años no ha pasado nada. Marruecos, mis hijxs, el feminismo y tantas mujeres no pasan por encima de una pequeña soprano sin dejar huella.
El día 22 de mayo os espero en la Sala Tramallol para morirme y nacerme. Y para abrazaros en una actuación íntima como ninguna. Ojalá me acompañéis. Muero de miedo, que lo sepáis.
Ser listo
-Iván ¿Y a ti te importa que los niños te llamen mariquita en el cole?.
-No, qué va, mami. Además, Mario y yo, como sabemos palabras que ellos no conocen, se las decimos y se tienen que callar porque no las entienden. Por ejemplo, uno me viene y me dice «Iván eres una niña» y yo voy y le digo «Pues tú eres muy desconcertante». Y como no sabe lo que es se queda callado, pone la cara así y se va.
Pekin mira al cielo
Han descubierto que las tablets que les trajeron los Reyes graban vídeos de manera que ha empezado en casa una intensa actividad audiovisual. Los reportajes en cuestión incluyen el grabarse el uno al otro mientras cagan y también el hacer “telediarios” en los que Y*** es una reportera en China que informa del tiempo atmosférico (¿Quién no ha querido saber alguna vez si va a llover durante el fin de semana en Pekin?).
Está cada vez mejor.
-Mira mami, le he explicado esta mañana a Y*** lo de la teoría del Big Bang y le he hecho un dibujo para que lo entienda. Esta es la materia y esta es la antimateria y esto una churra que le he pintado porque parecían dos huevillos.
-Ah, qué bien ¿Y tú qué dices, Y***? ¿Estás de acuerdo con esa teoría? ¿Crees que fue así el origen del universo?
-Yo creo que zi, porque me fío de mi hermano.
Ya está en casa.
El Día del Libro en mi casa

-Mamí ¿A que no sabes quién inventó El Quijote?.
-Iván, los libros no se «inventan», los libros se escriben.
-Bueno, también se inventan.
-Esto… en cierto modo, sí… es verdad, también se inventan.
-Pues eso ¿a que no sabes quién se lo inventó?.
-A ver, dime.
-Miguel de… ¿de la Cierva?
-No hay nada que hacer, Iván, eres de Ciencias…
-Sí, es verdad.
El Coño en El Conejo de Alicia

Aquí os dejo el enlace para ver el nuevo vídeo de El Conejo de Alicia: http://www.pikaramagazine.com/2015/04/elcono/
El rosa por bandera
Para Frida.
Cuando digo que el 90% de los hombres que conozco son unos gilipollas me refiero a esto: desmontar la masculinidad es el único modo que encuentro para entender la inclusión de las personas diagnosticadas hombres al nacer dentro de la lucha feminista. Pero desmontarla de verdad, no haciendo una paella el domingo mientras aseguras que la cocina se te da mejor que a tu mujer. Conozco a muy pocas personas que estén realmente en ese proceso. Desmontar la masculinidad no es hablar de ti en femenino en la asamblea de los miércoles (esa que organizas TÚ, anarcomacho, y que pones a las 7 de la tarde impidiendo a las mujeres que criamos poder asistir). No te nombres en femenino si no eres capaz de pasearte por tu barrio con un vestido rosa. El rosa y la -a son privilegios a los que no te vamos a dejar acceder de forma intermitente, en fiestas feministas, en centros sociales, allí donde de repente, ese color es lo políticamente correcto. El vestido rosa hay que sudárselo en una entrevista de trabajo, por ejemplo, o en una cena de Navidad. Creo que el movimiento feminista no es suficientemente consciente de hasta qué punto debe integrar la transexualidad en sus filas y en sus reivindicaciones.
Cuando era pequeña yo también fui princesa, me infectaron el cerebro con héroes salvadores en caballos blancos pero eso se me pasó al primer polvo en la adolescencia. Intuí la gilipollez masculina en seguida, afortunadamente. Es decir, muchos de los aditivos del rosa, esos que quisieron meterme a base de pollazos, fueron desmontados a tiempo.
Me sigue fascinando la manera en que la libertad de las mujeres se manifiesta donde menos te lo esperas. El rosa es para Y*** una bandera que delimita un espacio no mixto, un lugar donde los opresores del balón no entran a menos que demuestren que lo merecen ¡Quiero banderas rosa ondeando en los balcones de las casas! ¿Cómo pude olvidarme? La purpurina fucsia es la construcción del bando de las buenas, es la prueba de fuego. Si un niño era capaz de sentarse con nosotras a jugar con las Barbies y aguantar las burlas (y las agresiones físicas y verbales) de los opresores del balón, ese niño merecía ser aceptado entre nosotras como una más. Era “el test de la Barbie”, que hacíamos sin ni siquiera ser conscientes. No había amor romántico con ese chico, ninguna construía mierdas de dependencias con él, era realmente una más… una niña más del bando de las buenas, del bando de las que no pegaban balonazos, de las que estudiaban, de las que no abrían la puerta del baño cuando alguien estaba dentro, de las que no pegaban patadas, de las que no levantaban las faldas para humillar, de las que no cogían el culo sin permiso… era el bando de las niñas, el bando rosa. No había nada de malo en esa construcción más que el provecho que sacaba de él el bando de los niños. No se me ocurre nada más anarquista: nos respetábamos porque era lo justo, sin necesidad de que una autoridad adulta nos estuviese castigando a cada rato como ocurría con ellos.
No es malo ser complaciente, es malo aprovecharse de la complacencia. No es malo sonreír, es malo que te nieguen la rabia. No es malo vestir de rosa, es malo pensar que es un color de lerdas. No, machirulo de patio de colegio, las niñas que visten de rosa no son lerdas, es que te están poniendo a prueba para ver cómo de gilipollas eres.
Las princesas no éramos (no somos) imbéciles. Me he faltado al respeto a mí misma en otra época pensándome más lista en el presente. La Alicia de ahora se olvidó de aquel chico, se llamaba Juan. Él sonreía y nos hablaba, contaba cosas y nos escuchaba. A veces jugaba al balón y otras a las Barbies. Era receptor del acoso masculino infantil de mi barrio, pero afortunadamente supo siempre donde estaba el bando de las buenas, el bando rosa. También hubo quien recorrió el camino a la inversa. Hubo niñas que prefirieron el balón. Muchas se unían al acoso hacia el bando rosa y eso no lo perdonábamos porque lo vivíamos como una traición. En cualquier caso eran siempre machos de segunda así que el mismísimo bando enemigo se encargaba de vengarnos. Otras en cambio, sencillamente, eran mejor en los deportes y los tutús de purpurina les impedían moverse con libertad, por eso no los llevaban, tan sencillo como eso. Con esas no teníamos problemas.
Deja de ser hombre y dejaré de considerarte un gilipollas. Yo, mientras, desmontaré mi blancura, lo prometo, y prometo también no llamarme negra, gitana, mora o mestiza hasta que no haya sido capaz de desmontar mi etnia y mi clase allá a lo lejos, muy lejos de la asamblea de los miércoles. Quizás así empiece a ser, yo también, un poco menos gilipollas.
El Chocolate de la risa
-¿Por qué está to la enzalada roja?
-Porque lleva remolacha, ten cuidado no te manches.
-Pues si mancha tanto debería llamarse “remomancha»… – dice Iván – Ya he terminado, mamá… por cierto ¿Sabes que al comer chocolate el cerebro genera una sustancia que te hace más feliz?- ciencia y chocolate… de repente siento que algo trama…
-Ah ¿Sí?- le respondo- cuántas cosas sabes, hijo.
-Sí… ¿Podemos comer chocolate?
Voilà.
-Vale.
-Qué bien, vamos a ponernos contentos Y***.
Van a la cocina. Se lo comen y escucho:
-¿Tú no notas nada?
-No.
-Pues yo sí, estoy como… más feliz… lo pone en mi libro, en serio ¿Estás segura de que no notas nada?
-No, de verdad.
-Qué raro.
Leona
Ayer le fallé a Y***. No lo digo desde la culpabilidad, ni desde el drama, lo digo desde la lucidez y estoy feliz por haberme dado cuenta. Ayer ocurrió que su familia biológica dio una muestra de por qué no pueden ser sus cuidadores y yo, en lugar de mantenerme firme y protegerla, hice lo que llevo haciendo desde que la peque llegó a casa: empatizar con su madre y su padre en lugar de empatizar con ella. Pero ya basta.
Esquivaré los golpes, mami– me dice con tan solo 7 años recién cumplidos. No, mi vida, no vas a esquivar más golpes, al menos los que yo pueda parar.
Perdóname Y***, es todo tan difícil y nuevo para mí. No me abruma la responsabilidad, es solo torpeza e inexperiencia.
Mamá V*** sencillamente no sabe cuidarte y por alguna razón o por muchas nadie de tu sangre ha sabido, ha podido o ha querido asumir el deber de hacerlo. Esto es algo que tengo que grabármelo a fuego en esta mente testaruda mía. Tengo que entenderlo de una vez por todas: no saben cuidarte, no pueden hacerlo, por eso yo estoy en tu vida y ha llegado el momento de asumir por fin este papel.

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