En un semáforo, en el carril de bici, parada mientras espero a que se ponga en verde. En un alarde de originalidad y fantasía, un señor se me acerca y exclama:
-¡Guapa!
Es un cincuentón que me mira sonriente dándome una gran noticia: ha puesto a examen mi cuerpo y me ha dado una buena nota. Además es tan generoso que me lo viene a contar para alegrarme el día. Lo miro, vuelvo la cara con parsimonia y sigo observando el semáforo mientras pienso en cosas que me gustaría que le pasaran a Gallardón. Pero él insiste. Creo que le parece muy raro que yo no me haya puesto contenta y, sobre todo, le parece raro que no sea agradecida y complaciente, que una sonrisa y un “gracias” no hayan cruzado mis labios.
-¿Te has asustado?- nótese el tuteo.
Un pensamiento que me dice “no me lo puedo creer” interrumpe el aquelarre de mis fantasías. Dejo a Gallardón en la pira durante unos instantes. Vuelvo a mirar al tipo, vuelvo a girar la cabeza y vuelvo a observar el semáforo que, irritablemente, tarda en cambiar.
-Digo que si te has asustado. – el señor, por lo visto, no contempla la posibilidad de que yo lo ignore porque me aburre y me ofende y solo es capaz de imaginar una posibilidad lógica examinando mi actitud: el miedo. Vale, bien, se lo ha buscado:
-Caballero, créame, tiene usted más razones para tener miedo de mí que yo de usted.
Una vez más: vuelvo la cara y sigo observando el semáforo.
-¿Por qué? Es solamente un piropo a una mujer.- nótese el adverbio “solamente” en la misma frase que los sustantivos “piropo” y “mujer”.
-…Una mujer… una mujer… una mujer – murmullo, mastico, saboreo… – usted ve una mujer y automáticamente se cree con el derecho a darle una opinión sobre su cuerpo ¿no es eso?
-Yo no te he dado mi opinión sobre tu cuerpo, solamente he dicho que eres guapa. – nótese la persistencia en el tuteo. Nótese la reaparición del adverbio “solamente”. Quiero que le pase algo. Malo, se entiende.
-Exacto, decir que soy guapa es dar una opinión sobre mi forma de ser físicamente.- me siento ridícula explicando obviedades. Quiero que desaparezca de mi vista.
Pone cara de “exagerada, necesitas un buen pollazo, eso es lo que necesitas”, pero dice:
-Ah, perdona.
El semáforo, como un camaleón feminista, adopta el más bello color que una mujer puede presenciar en una situación de acoso: el verde. Me monto en mi bicicleta y me reúno con mis compañeras. Un rebaño de maderos, armados hasta los dientes, y varios furgones nos rodean. Cuando llego ya han pedido la documentación a algunas. Ya nadie pone el adverbio “solamente” al lado del sustantivo “mujer”. Tampoco aparece el sustantivo “piropo” ni el adjetivo “guapa”. Me pongo a gritar “¡Nosotras parimos, nosotras decidimos” delante de la sede del PP. Una vez más, vuelvo a sentirme ridícula diciendo obviedades.
Nota sobre la ilustración: Semáforo de A Coruña. Imagen obtenida de la web http://www.cosasdetias.com
Me da rabia. Mucha.
A ver si alguien se digna a regalar un poco de educación a estos seres con pene.