Me lo estoy currando mucho. Las mañanas las paso de aquí para allá, visitando asociaciones de protección al menor, organizando mis funciones de marionetas para los huérfanos de Marrakech. Quiero ayudar y cuando se me mete algo en la cabeza lo hago: me ayudo. Todo ese esfuerzo no es más que una manera de dar sentido a mis mañanas. Es tan tonto el asunto que me asusto. Mi jefe (exjefe desde mañana porque lo voy a mandar a tomar por culo en su propio despacho mañana por la mañana, pero ese es otro tema)… mi jefe, decía, gana tanto dinero al mes que me hago un lío al pasarlo a pesetas. Hablamos de muchos kilos. Y el muchacho mata el tiempo en su despacho, haciendo no entiendo muy bien qué porque sus empresas son de las que marchan solas. Todos matamos el tiempo, la vida es una inmensa tontería. Me ha dado por ayudar(me) como podría haberme dado por hacerme rica con una empresa de telecomunicaciones y creerme por ello que puedo ser empresaria de espectáculos.
Me ayudo a ayudarme
Yo sola, me ayudo. Me paso las horas muertas reflexionando sobre ese verbo. Me ha costado años entender lo más básico de toda la cuestión: nunca ayudes a quien no quiere ser ayudado/a. Y aun me cuesta interiorizarlo a veces. Tengo el alma de hermana mayor, soy la primogénita del universo. Madre no, conste. Decía que ayudar a quien no desea ser ayudado/a es una pérdida de tiempo además de un acto de prepotencia. Eso me digo cada noche, antes de dormir, cuando al apagar el móvil pienso y si es ésta la noche en la que S decide por fin pedir socorro y salir de la mierda donde está metida. Pero yo debo seguir adelante, no debería cabrearme con ella porque no me guste su vida. El otro día me presentó a su marido, a pesar de que le dije que no quería conocerlo, incluso sabiendo que estrecharle la mano era para mí denigrante. A pesar de ello me lo presentó. No se lo perdono. Estreché la mano que golpea a mi amiga.
Todos tenemos a alguien alrededor que no quiere ser salvado/a. El sentimiento de impotencia es enorme, pero… así son las cosas. Yo les llamo «los pupas». Respecto a tu jefe, mucho has tardado. Y a lo de hacerte empresaria, no dudo de tus facultades.
Besotes, mi shiquilla.
Gracias Pajarín… la vamos a liar dentro de dos semanas.
Besos.