Un mensaje anónimo que merece ser publicado

Sabéis que normalmente no publico comentarios de machirulos ignorantes que no tienen ni idea de lo que es el feminismo y vienen aquí a insultarme, amenazarme o, simplemente, a decirme lo que tengo que hacer (el tonito paternalista ese, lleno de imperativos…). Bien, hoy hago una excepción porque el mensaje bien vale una entrada. Se trata de una respuesta a mi artículo “La educación hoy y el miedo a las palabras”. Como siempre, el machote no tiene ovarios de firmar, se trata de un mensaje anónimo que copio y pego de manera literal, ortografía galáctica incluida. Nótese el tono paternalista y el consejo final en modo imperativo, tan común, como digo, en la lingüística del macho:
Ahí va:
“los maltratadores, a los acosadores, a los asesinos en serie, a los violadores figate para eso no usas lx x eeeee mira que teneis metido en la cabeza las feministas que los hombres somos lo peor pues ten en cuenta que tienes un ijo y inconcientemente aunque lo quieras le aras daño sicologicamente a largo plazo no bibas odiando eso no es bueno por mucho que te alimente el ego eso es malo odiar”

El cazador cazado se extiende

Si hay algo que me hace feliz como activista es saber que mi proyecto, El cazador cazado, se expande y ayuda a otras mujeres. Esta iniciativa se está convirtiendo cada vez más en un grupo de autodefensa, en un proyecto colectivo, y eso me encanta. Hoy he recibido este mensaje de G., una chica de Tenerife que por primera vez en su vida se ha enfrentado a un agresor:
«Hoy fue MI PRIMERA VEZ!!! Que orgullosa y que empoderada me sentí tras enfrentarme al pseudo-hombre. Cuando pasé a su lado, me susurró «guapa» y, con toda la energía que me transmite Alicia Murillo, retrocedí hacia él y le pregunté qué había dicho. Lo repitió de nuevo pensando que me gustaría el cumplido y le dije con tono firme y alto que si le había pedido su opinión (contesta «no») y que no se volviera a dirigirme a mí para opinar sobre mi cuerpo porque yo no le había pedido su opinión. Salí de la tienda sin mirar atrás, no sé si alguien me oyó o si hicieron comentarios….me pica la curiosidad. Para la próxima solo me queda grabarlo en vídeo y enviarlo.»

Violencia entre lesbianas



Si hay dos temas tabú en el feminismo, esos son la violación como fantasía sexual y la violencia entre lesbianas. Si os interesa el primero os recomiendo fervientemente Teoría King Kong de V. Despentes. Aparte de ese libro, no conozco otro texto que lo aborde de manera tan profunda y honesta, así que os agradecería que me mandaseis bibliografía al respecto si conocéis.

¿Por qué casi ninguna feminista habla de estos dos asuntos? ¿Por qué casi nunca se trabajan desde los colectivos? ¿Por qué, en el caso de la violencia entre lesbianas, no exigimos a los gobiernos leyes que nos protejan? Desde mi punto de vista es muy difícil para un colectivo de mujeres, o para una mujer a nivel individual, reconocer este tipo de violencia. Las diferentes instituciones, con mayor o menor acierto, lanzan continuamente campañas de sensibilización sobre la violencia de los hombres contra las mujeres. Existe ya un imaginario social acerca del tema pero la violencia lésbica, como cualquier otro asunto lésbico, permanece escondida, ignorada, camuflada. Por otro lado, el feminismo tiene aún una gran losa que superar: la de la justificación de sus movimientos ante la sociedad patriarcal. A menudo encuentro mujeres que tienen miedo de etiquetar sus proyectos, asociaciones, colectivos, etc. como “feministas” porque dicen que el término tiene muy mala prensa y que predispone a la marginación. Muchas feministas aún sienten la necesidad de justificarse delante del patriarcado, de seguir ejerciendo su labor de “educadoras”, de “madres” de una sociedad a la que pretenden cambiar teniendo “mano izquierda”. La realidad es que ese tipo de actitudes solo nos llevará a perpetuar la situación de injusticia. “La libertad se aprende ejerciéndola” dijo Clara Campoamor, y esa es una de las bases para mí del buen feminismo, por eso, si queremos conquistar la igualdad, tenemos que empezar por dejar de dar explicaciones a quien no las merece, porque dándoselas estamos otorgándole el mismo poder que pretendemos quitarle. Abordar abiertamente el tema de la violencia entre lesbianas, sin tener miedo a que el feminismo quede desvirtuado, es algo que muy pocas feministas se atreven a hacer. Normalmente es uno de esos temas que los colectivos no están interesados en tratar, los que quedan siempre en el tintero, los antipáticos, los políticamente incorrectos. Pero la violencia entre lesbianas existe.

Otra razón por la que se tiende a  no visibilizar este problema es el miedo de las mujeres a perder la protección de la manada. La sororidad es la base del feminismo: “todas a una contra el patriarcado”, “si tocas a una nos tocas a toda”, etc. El sentimiento de unión en un grupo de mujeres es tan fuerte que acusar a alguna de ellas de algo talmente grave como una violencia de este tipo puede llevarte a ser automáticamente marginada si no puedes probar fehacientemente dicha violencia.

La interiorización de los valores del amor romántico no es un problema exclusivo de las parejas heterosexuales. Es más, yo diría que se acentúa muchísimo en las parejas de lesbianas. Esto también dificulta el reconocimiento de la violencia como tal. La víctima de violencia entre lesbianas reproduce el canon, ya conocido por todxs, de mujer maltratada: justifica la actitud de su pareja con frases del tipo “fue el alcohol, si no bebe no hace esas cosas, en el fondo es buena persona”, “eso no es violencia, es normal que las parejas tengan problemas pasionales”, etc. Si la víctima en cambio es capaza de reconocer la agresión nos encontramos con un segundo problema: el miedo a denunciarla públicamente. En este caso las razones son “la agresión se cometió en la intimidad ¿Cómo voy a demostrarlo?” o bien la absoluta certeza de que las instituciones no están preparadas para ayudarla, de hecho ¿Entendería un policía una denuncia de este tipo? Si aún hoy las denuncias de violencia de género en parejas heterosexuales encuentran barreras legales y policiales de todo tipo ¿Cómo no esperar dicha incomprensión y falta de preparación para abordar el problema en una agresión lésbica?

La autodefensa a menudo se convierte, paradójicamente, en una traba para la víctima. Una vez más se perpetúan los valores del patriarcado y llega la frase “yo me defendí luego me puse a su altura, también yo soy una maltratadora”. El reconocimiento de la agresividad como valor legítimo dentro de nosotras mismas supone un largo y complicado viaje que no todas las mujeres están dispuestas a recorrer.

La reacción de los grupos de mujeres (feministas o no) tampoco suele distar mucho de la reacción de la sociedad ante las violencias de hombres a mujeres: se suele negar la agresión y a la vez se cuestiona la denuncia y la reacción, no se entiende el porqué de la denuncia que parece estar hecha solo para crear  malestar y destrucción del grupo en sí, etc. Aunque debo decir que, afortunadamente también ocurren finales felices donde el colectivo hace vacío a la agresora y esta no tiene más remedio que retirarse. En cualquier caso este tipo de violencias suele resolverse, para bien o para mal, sin intervención alguna de las instituciones. Creo que esto ocurre porque las mujeres seguimos prefiriendo el mundo privado al público porque sabemos que lo público es aún un terreno masculino. Personalmente he tenido la desgracia de presenciar esto ya en dos grupos y mi experiencia ha sido que todo es más fácil de resolver si es la propia víctima la que denuncia la agresión en lugar de ser terceras personas.

Por último me gustaría hablar de la figura de la agresora porque el objetivo de este artículo es el de que las lesbianas maltratadas puedan reconocer su situación. Quisiera crear un modesto y breve imaginario que las mujeres en este tipo de situación puedan usar como forma de autodefensa. Así pues, la lesbiana maltratadora, según mi experiencia, puede haber sido a su vez víctima de una situación de maltrato en una anterior relación heterosexual. Es muy difícil reconocerla como agresora dentro de la pareja porque, al contrario de lo que ocurre en el modelo masculino de maltratador, la lesbiana no tiene una doble cara y más bien juega la baza de la auto-victimización. Los modelos femeninos aprendidos constituyen la base de este juego macabro donde la maltratadora juega a ser la persona maltratada, sobre todo en los casos de violencia psicológica. Otro rasgo que he observado es el hecho de que en el colectivo suele reproducir las mismas actitudes que dentro de la pareja: se victimiza, actúa con prepotencia, asume el mando de forma autoritaria, falta continuamente a los acuerdos establecidos por el grupo, impone sus propios asuntos en las conversaciones para adquirir protagonismo, etc.

También es importantísimo que los colectivos feministas y de lesbianas sean capaces de reconocer estas situaciones. No puede dejar de sorprenderme el ver a grupos de mujeres que tienen clarísima la teoría del destructivo amor romántico, del empoderamiento, de la autodefensa como única salida, que luchan cada día de forma sincera contra el terrorismo machista y que, en cambio, ante la situación de autodefensa y denuncia de violencia lésbica, responden con frases del tipo: “Esa mujer a la que acusas no es un macho, es una compañera que no merece ese trato que le estás dando” como si los genitales y la condición de ciudadana de segunda le librase de su responsabilidades.

Nota: Este artículo es uno de los que más dificil me ha resultado escribir por diversos motivos. La falta de bibliografía al respecto, el que el tema resulte de por sí un tabú, el que entren en juego emociones personales muy fuertes, etc. lo hacen un artículo lleno de errores y contradicciones. Pero siento que necesitamos hablar de esto, aunque sea desde el error, desde el dar palos de ciego. Os animo a que entre todxs intentemos encontrar una base mínima a la que poder agarrarnos. Debatamos, creemos, compartamos. Corregidme todo lo que os dé la gana.

Enlaces de interés:

Las feministas, esas que necesitan un pollazo


Taller de Maria Llopis + Go Fist Foundation 
en Feminismos Porno Punk,organizado por Beatriz Preciado en Arteleku
Desde que, hace unos días, empezó la promoción de mi taller “El Cazador cazado”, se ha avivado la llama de la misoginia en los foros machinazis del país. De nuevo empiezo a recibir amenazas, insultos, y demás vejaciones, eso sí, siempre de manera anónima. Escribir nombre y apellido bajo las líneas de expresión patriarcal parece ser una incapacidad congénita del personal (no haría falta ni registrarse en Blogger, chicos, basta escribir vuestro nombre completo al final de la amenaza, no hay excusa).

 

Por supuesto que, en general, la explicación que estas personas dan a mi militancia política es la de que necesito sexo con un macho de verdad. Expresiones del tipo “esta lo que necesita es un buen pollazo”, “si le meto la picha en la boca dejaría de hablar y así estaría más tranquila”  y otras lindezas se suceden en foros y mensajes personales que yo me cuido bien en no publicar porque opino que ya tienen bastante con las webs de las que son dueños y señores para ir a soltar mierda como para que puedan venir encima a las de las feministas a lo mismo. Tampoco publico los que “desde el respeto” niegan la discriminación sexista (¿Es posible negar el machismo y hablar desde el respeto? ¿Es posible decirle a un/a judíx que no existió el Holocausto y decírselo “desde el respeto”?).

En general casi nadie sabe lo que significa feminismo, por eso nos agreden a las feministas, porque no se han tomado la molestia de leer un puto libro sobre el tema y opinar es gratis. Tampoco observan con detenimiento. Nos llaman bolleras, estrechas, reprimidas, etc. pero nunca han asistido a una de nuestras fiestas donde el sexo, al final, no suele catalogarse y eso es muy divertido (lo sabe quien lo ha probado).

Y es que a pesar de lo que la gente cree, el sexo entre personas feministas es bastante abundante y juguetón. Personalmente lo de bollera lo asumo como condición política pero la verdad es que me tiro lo que se me ponga por delante, independientemente de su género. En mis ambientes tampoco suele ser un problema el número y, mucho me temo, que los señores foreronazis de los que hablamos solo pueden acceder a orgías como las nuestras previo pago de prostitutas, lo cual está muy bien, pero sale más caro.

Me gustan mucho los hombres feministas. Hay muy poquitos, por eso son grandes folladores, porque están muy rifados, no tienen ninguna competencia. Son una especie de bocato di cardinale. Eso me pone mucho. Que estos tíos que militan en nuestros movimientos, que renuncian a sus privilegios de hombres en la vida privada y, en la medida que les es posible, en la pública también, me ponen… me ponen mucho. Y no soy la única a la que le ocurre y me da mucha pena no poder dar ejemplos de nombres de señores feministas por este medio. Ellos son los que disfrutan de camas redondas con tres o cuatro mujeres, sueño imposible de machirulo… y lo disfrutan gratis y desde la igualdad.

En nuestras prácticas sexuales, en esas prácticas que los machicacas denominan “reprimidas”, hay de todo: sado, orgías, porno do it yourself, travestismo… los tríos ya casi nos aburren de frecuentes que son y la monogamia hace mucho que nos la venimos saltando a la torera. El hecho de que el género sea algo que ignoramos nos hace libres en la cama.

Por todo ello entenderéis que me haga sonreír más que ofenderme, el que un señor cuya vida sexual se basa en matarse a pajas viendo petardas.com, me llame reprimida.

En resumen, si quieres follar rico, búscate una amante feminista.