La increíble leyenda de las moke-mokeles


Sirena de Emily Martín
 
Las llamaban las moke-mokeles,  niñas de agua envenenada.  Vivieron en las Islas Marquesas, concretamente en las playas de la isla Ua Uka. La última de ellas falleció a finales del s. XIX. Los únicos documentos que se conservan sobre las moke-mokeles son algunos grabados anónimos y las leyendas de tradición oral, que aún hoy pueden oírse en las islas, de boca de las mujeres más ancianas. Estas leyendas varían de una a otra narradora. A veces las moke-mokeles vienen descritas como seres malvados, una especie de niñas brujas que envenenaban la pesca y enajenaban a quien respirase el aire que le hubiese rozado las piernas. Otras, en cambio, las moke-mokeles son retratadas como desgraciadas víctimas de una sociedad que las recluyó en el más absoluto abandono.  Vivían, efectivamente, aisladas del resto de la población, a la intemperie, a los pies de un acantilado. La tradición popular las describía como niñas malvadas que habían sido castigadas por las divinidades marinas por su temprana lascivia. Modernas y occidentales interpretaciones las sitúan, simplemente, como preadolescentes enfermas, víctimas de una rara especie de alga ya extinguida, cuyo funcionamiento parasitar invalidaba las extremidades inferiores de quien tuviese la mala suerte de infectarse. Parece ser que el contagio no ocurría a través del agua, sino del aire, y que solo afectaba a las niñas.
Como ya hemos dicho, las moke-mokeles vivían en comunidad, en una pequeña playa de Ua-Uka. Normalmente morían antes de cumplir los 15 años y eran grandes nadadoras, podríamos hablar del único ejemplo histórico de pequeñas sirenas. Con las algas enredadas en las piernas, prácticamente inmóviles en la playa, se adaptaban al medio acuático con rapidez por pura necesidad: debían pescar si querían comer. El agua potable se la proporcionaba una fuente situada en las rocas del acantilado. Esta fuente no solo existe aún hoy día, sino que  además  se le atribuyen propiedades curativas. Utilizaban un curioso sistema en cadena para poder acceder a ella. Las moke-mokeles se arrastraban por la arena tres veces al día (al atardecer, al medio día y al anochecer) y formaban una fila desde la orilla hasta la fuente. Acto seguido se iban pasando el agua de boca en boca. Con este ingenioso sistema ahorraban energía, escasa, suponemos, en unos cuerpos acosados por un tan feroz parásito.
Cuando una niña empezaba a experimentar los primeros signos de estar convirtiéndose en una moke-mokele, era la misma familia la encargada de llevarla a la playa. Después debían purificarse y pasar 50 días encerradxs en la casa familiar para estar seguros de no contagiar a nadie más. Pasado este tiempo podían salir y hacer una vida normal.
El contacto de la población con las moke-mokeles era escaso por miedo al contagio. Durante la colonización francesa y estadounidense hubo varios intentos de asalto a la playa de las niñas pero parece ser que, tras los primeros contactos, varios soldados murieron aquejados de una extraña afección respiratoria. Esto las protegió en lo venidero de otras posibles acciones violentas por parte de los soldados.
Las niñas vivían solas y se nutrían del mar. Es lo único que sabemos de ella. Se cree que durante las noches salían del agua y descansaban en la playa. Era entonces cuando las algas se secaban y, con la ayuda del viento, esparcían el veneno por el resto de la isla para asegurarse nuevas y nutritivas piernas a las que adherirse.
No es de extrañar que, en tan difíciles condiciones de vida, las moke-mokeles viviesen pocos años. La mayoría de ellas debían tener  grandes problemas de reumatismo y pulmonía, debido a la humedad con la que estaban en contacto.
Pero a pesar de ello, cuenta la leyenda, que desde las aldeas cercanas, cuando el viento traía el veneno que viajaba desde las playas, se escuchaba reír y cantar a estas pequeñas sirenas. Algunas de sus canciones forman parte del repertorio popular de la isla de Ua-Uka y hablan de cosas como el mar, la soledad y la alegría de estar vivas y juntas.

Ua dhukò nishelé
Ua dhukò lindelá
Maca ireghé mannegá
Maca ireghé waliká

¿Qué me pasó en el cuerpo?
¿Qué me pasó en el alma?
Pero tú, mi  hermana, me acaricias
Pero tú, mi hermana, me amas

Iván, el padre


Conoce a nuestras amistades poligámicas, la casa se nos llena de asociales cada dos por tres. En Valencia presencia oraciones colectivas en casa de su familia paterna. Él quiere que  a los pasos de la Semana Santa trianera les quiten los cristos y las vírgenes y les pongan Tiranosaurios Rex. La cabalgata de los Reyes Magos le gustó mucho ¿Los “pasos” de los reyes los queman como las Fallas, mami?

¿Qué deseas tener, mamá? Más tiempo para mí ¿Más tiempo para ti? Se queda pensando. Le sonrío ¿Y tú? Yo quiero ser libre y que “haiga” huesos de dinosaurios por todos lados. Mira mamá, una policía y un policío. Ese perro, qué pesado, cuánto ruido hace, ninguna perra va a querer ser su novia por sus “ladradas”. Habla todo el rato. Piensa todo el rato. Hace cuentas todo el rato. No sabe correr, no quiere nadar, no le gusta moverse al son de un balón, pero al final lo hace para no quedarse solo. Se lleva una enciclopedia al parque. Esta enciclopedia funciona muy bien, la saco y en un minuto (pone el índice muy tieso) se me acercan muchos niños para leer conmigo ¿Y tú por qué lees solo, papá? ¿No te aburres? Yo creo que eso de que cuando nos morimos vamos al cielo es mentida. Los zombis y los muertos malos van a la luna. Los muertos normales, en cambio, se convierten en estrellas. Cada estrella que ves es una persona que se murió. Pero tú no te preocupes, mami, que cuando te pongas malita y te mueras te voy a llevar tu piano al cementerio, que sé que a ti te gustan mucho los instrumentos y esas cosas. Además, como vas a ser invisible podrás tocar todo lo que quieras.

Hoy ha hecho una cosa muy difícil. Ha cogido una bandeja grande, le ha quitado los vasos y los platos que había encima y ha puesto dos yogures, una naranja y un cuchillo. Me los ha traído a la cama: mami, merienda, que te tienes que poner buena. Un yogur es para mí, lo demás para ti. Ponte buena, mamá, mira, te voy a dar lo único que necesitas para estar mejor, y me planta un beso apretao en la boca. Esa es tu gasolina. Mi niña, estás malita. No me gusta que me cuide tanto, algo en mi interior me dice que lxs hijxs no deben cuidar con esa entrega y menos teniendo tan solo 5 años. Mi dolor lo pone triste y lo impresiona pero se hace el fuerte e intenta convertirse en mi padre. Un padre pequeñín de 5 años que me acaricia y me dice mi niña, estás malita. Llamo a mi padre de verdad, se lo lleva a ver dibujos animados. No sabía que me quería tanto. No puedo parar de llorar.

Gira Julio 2013


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TALLER “EL CAZADOR CAZADO” 
7 Sanlúcar de Bda./12 Valencia/14 Madrid/20 Barcelona
CONCIERTOS

11 Valencia/13 Madrid/19 Barcelona/Sanlúcar de Bda.

Gracias, ya me reivindico yo sola

Últimamente cuando oigo la palabra sororidad me echo a temblar. También me echo a temblar con palabras como empoderamiento, cuidados, diálogo, educación o autodefensa. Me dan mucho mal rollo esas palabras, no lo puedo remediar, diré más, últimamente me está dando mal rollo hasta la palabra feminismo. Mira tú qué postmoderna que estoy, la frase anterior es casi más cool que decir que Jordi Évole es un machista gafapasta. Pues sí, queridas, así por seguir en mi línea de hacer amigxs on line, si esta revolución implica tener que ser tan plasta, entonces no es mi revolución. Las palabras son un arma de doble filo, las palabras se usan y usan y luego se convierten en políticamente correctas… y eso sí que no, antes muerta que políticamente correcta. ¿Educar a un asesino? ¿reinsertar a un violador? ¿empoderarme para ser cómoda? ¿dialogar con quien no me escucha? ¿no llevar minifalda como método de autodefensa? …pues va a ser que no.

Si el feminismo fuese un club, ya me habrían echado, de eso estoy segura, pero afortunadamente no lo es, mal que le pese a algunas, esto es más bien una verbena de barrio. No os voy a dejar tranquilas, nenas, no voy a permitir que reivindiquéis en mi nombre. Yo crío a un niño, luego yo decido si quiero o no quiero cotizar a la Seguridad Social y cobrar un sueldo. Montse Neira es prostituta y es ella quien decide sobre su situación vital. Andrea Momoitio es bollera y no va a permitir que nadie se ponga la etiquetita molona en la solapa de lesbiana política si lleva a cenar a su novio el día de Navidad. Quien la lleva la sabe, y esto es tan antiguo ya que cansa. Se lo decían a la Campoamor cuando reivindicaba el voto femenino: las mujeres no han estudiado y tienen el coco comido por la iglesia. Y va ella y responde: “la libertad se aprende ejerciéndola”. ¿Perdona? ¿Se aprende? ¿Qué tengo yo que aprender de quién? Los unos llamando a las mujeres ignorantes y la otra admitiendo que lo eran pero diciendo que se nos pasaría con el tiempo ¿Perdona? ¿Ignorante? Ignorante lo serás tú y deja de reivindicarme en ese tono que cuando me cabreo saco el móvil y hago unos cazadores cazados que quitan to el setío ¿Os queréis creer que últimamente me han entrado ganas de grabar a mujeres de estas?. Va una y me dice muy trágica ella: “¿Tú que te crees, que somos los machos esos que grabas por la calle? ¡No, nosotras somos tus compañeras!”. Ya, ya…

Que no es que yo no le esté agradecida a la Campoamor, vamos a ver si me explico, que yo la adoro, que gracias a ella puedo ir a votar para que mi voto no sirva absolutamente de nada, que ella es Santa Clara, que con su foto me excito, que sus cejas inspiraron las mías, que soy devota de su recorrido (a las clásicas ni tocarlas, por diosa, que luego me saltan al cuello, por la Beaovoir no pasan los años, of course). Pero que pedantería en el feminismo tenemos pa’ tres revoluciones también es otra realidad que debemos admitir.

Y yo sigo haciendo amigas, verás cómo me van a poner.

En fin todo esto para deciros que quiero cotizar y cobrar por mi trabajo como cuidadora y que todas las madres de mi generación que conozco también quieren hacerlo (lo que no significan que todas las del mundo quieran hacerlo, significa que yo no conozco a ninguna, nada más, haya calma). Mi madre en cambio no lo ve claro, ella es de Clara. Mi madre me crió en aquellos años en los que parecía que tener un título universitario expedido por una universidad patriarcal (es que hay alguna que no lo sea), iba a significar la liberación de las mujeres. Le agradezco en el alma mi formación, yo por mi madre mato, pero desde aquí te informo, mami, nos timaron una vez más, seguimos siendo las esclavas. Somos ahora esclavas con título, pero la escobilla del wáter la seguimos limpiando nosotras en el 90% de las casas.

Iván, El Tortuga


Mami, tengo que decirte algo importante (se pone muy serio y hace un silencio), mamá… yo no tengo cerebro, dentro de mi cabeza hay pelo, mucho pelo. Las puntas se me salen y por eso el pelo no deja de crecerme. Lo sé, es impresionante. Otro día su cerebro no es de pelo, pero tampoco es de “carne rosa” como el del resto de la gente. Mi cerebro es de números, mami. Ponme cuentas, de las de llevarse, más cuentas mamá, ahora de las de dividir y ponme luego más. Y junto al desayuno le dejo dos o tres restas de esas de llevarse. Mi cerebro no es como el de los demás, no es de carne rosa. Bueno, un poco sí, hay un cachito de carne rosa, pero el resto de mi cabeza está llena de números. Hoy estoy mezclado, estoy triste y contento al mismo tiempo. Triste porque papá se va al cine y me quiero ir con él. Alegre no sé bien porqué. La mayor alegría es irse a Moraira en verano, porque tengo una piscina y puedo jugar con mi prima y hacer lo que yo quiera. Un hermanito es lo que más deseo en el mundo, eso y una furgoneta para jugar con él dentro. Ponme más cuentas ¿Sabes que los días no se van a acabar nunca, mamá? Cuando todos hayamos muerto, cuando ya no quede nada, seguirá habiendo días. Yo soy dueño de mi vida. Iván, deja ya de gritar, me estás volviendo loca, cállate ya, copón. Cállate tú, copona. Se ríe, mucho, mucho, por las cosquillas que le hace su padre, se ríe, se ríe, se ríe, con la corriente limpia y fría que es su risa, se ríe, se ríe, se ríe. De pronto para y llora. Lloro de felicidad, papá, porque te quiero mucho.
Soy el más lento, siempre termino las fichas el último ¿Antes de que yo naciera tú ya sabías que yo iba a ser el más lento de la clase? Tortuga ¿Cómo lo arreglamos?
A los naranjos ya les han salido las flores blancas. Ya huele todo a zumo de limón con canela.