Esa diagonal

Esa diagonal la conocemos todas. Es una que marcan los machos en la calle, se desvían de su camino y a medida que avanzan se van acercando más y más a ti, hasta que te cortan el paso o te tocan el culo o te susurran algo al oído o hacen que te desvíes y les dejes paso, marcando así el territorio y su superioridad. El agresor y la sociedad entienden (y te hacen entender) que si no te apartas es porque o bien eres gilipollas y no te has enterando de como están las cosas o bien eres una fresca y en el fondo lo que buscas es que te metan mano. También puede ocurrir que te estés enfrentando a la jerarquía masculina, en cuyo caso te mereces que te hagan recordar cuál es tu estatus de mujer en el espacio público a base comentario o gesto soez. Soy de estas últimas.

Ayer caminaba hacia el trabajo. Dos hombres (españoles, jóvenes, perfectamente vestidos al estilo clase media, perfectamente aceptados como “normales”) venían en dirección opuesta a mí. Uno de ellos empezó a marcar la diagonal. Lo vi, no me aparté, levanté la cara, nos cruzamos sin tocarnos pero a un milímetro de distancia. En el momento justo su cara se giró y me arrojó al oído un gruñido, un gruñido de cerdo. 

8 comentarios en “Esa diagonal

  1. Hace 2 años iba caminando por la avenida de la constitución, cuando vi venir a lo lejos un grupo de 5 chicos, todos bien alineados. Por un momento pensé en apartarme, pero dije no, esta vez no. Seguí caminando recto, y cuando llegó el momento de la colisión, no tuvieron más remedio que romper la cadena y dispersarse. Puede parecer una tontería, pero me sentí grande y poderosa. Y sonreí el resto del camino.

  2. En esos casos, cuando se acercaban tanto a mí que apenas podías pasar sin rozarte, yo solía ahuecar el brazo donde llevo el bolso y darles (sin querer) un buen codazo/bolsazo. Y antes de que se quejaran ya me quejaba yo: «Joder, tío, a ver si miras por donde vas». Y cuando venían del otro lado (del lado donde no llevo el bolso), miraba para el frente como que tengo la mente en la luna mientras me cambiaba el bolso de brazo, oportunamente dándole al susodicho un codazo/bolsazo.

    Ahora, que soy mayor y me he puesto como una foca (o casi) y ya no se meten conmigo, les censuro sus baboserías con otras: «Qué asco de tío, cucha qué forma más babosa de mirar», y preciosidades semejantes.

  3. En una ocasión, tras increpar al baboso de turno, una chica y un chico que lo estaban viendo todo me animaron y felicitaron. Es en esos casos cuando siento aún más ganas de seguir adelante y luchar.

  4. Me parece tan, tan kañero tu trabajo que temo sea un espejismo malefico del patriarcado¡¡¡ De verdad, me encanta tu proyecto radical-politico-feminista. A mi la diagonal, además de los machirulos, me la marca además la academia misógina -pero no podrán conmigo la escuadra y el cartabon son armas de destruccion masiva en manos de cualquier feminista histerica jurjur- descubrir tu trabajo ha sido literal, exponencialemnte Brutal¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡
    gracias¡¡¡¡

  5. Perdona mi comentario seguro fuera de tiempo y, probablemente, fuera de lugar (que es peor).
    Interesante tu entrada sobre la “diagonal de los babosos” me hace pensar sobre cuantas veces la primitiva necesidad del macho (en este caso sujeto babeante) por seducir, se transforma en una invasión del espacio vital y por tanto en una agresión, a la persona víctima de la “seducción”.
    Ahora el final no me gusta nada. Creo que eres extremadamente injusta con … los pobres cerdos. Dime, ¿consideras que hay algo que se pueda aprovechar del macho babeante? En cambio del cerdo…

    Perdona mi vehemente defensa de los porcinos, pero es que unos tacos de jamón, un buen vinillo y buena compañía, es lo más cerca del paraíso que probablemente llegue a estar jamás.

Si vas a comentar debes saber que: si eres hombre tendrás menos posibilidades de que te lo publique y que si me insultas o hablas con tono paternalista o faltón no tendrás ninguna. No acepto opiniones, ni consejos, soy así de chula. Adiós.