Permanecer a un paso a distancia de quien sufrió por mi privilegio, aunque jamás yo pedí ese privilegio, aunque me esforcé cada día en que mi vida no fuese mejor gracias a él, aunque no lo acepté cada vez que me lo ofrecieron. Da igual, lo tuve, tuve la opción de elegir y otrxs no. Por eso, siempre, a un paso de distancia entre quien sufrió a causa de mi privilegio. Aceptar que el abrazo nunca se cerrará, que los brazos no deben ni si quiera abrirse. Conformarme con sentir que la vida nos la dieron ya rota y que al pegar los trozos nada volverá a ser como al principio, aquel día en el que no hubo privilegios. Si es que ese día existió. Ese es el único respeto que entiendo.
Aceptar la paradoja de luchar sabiendo que nuestras almas estarán siempre separadas. Aceptar que estamos solxs, porque los privilegios nos separaron para siempre.
Permanecer a un paso de distancia de quien lucha a mi lado, aunque sea imprescindible luchar juntxs, aunque un día pedí compañía en la batalla, aunque me esforcé siempre en darle un sentido de unidad a nuestro ejército. Da igual, no existen los ejércitos, no existen. Aceptar que el abrazo nunca se cerrará, que los brazos no deben ni si quiera abrirse. Conformarme con sentir que la vida nos la dieron ya rota y que al pegar los trozos nada volverá a ser como al principio, aquel día en el que hubo ejércitos. Si es que ese día existió. Ese es el único respeto que entiendo.
Creo que llevo dos años intentando escribir ese texto. Gracias por acelerar el proceso.