La calle, otro espacio masculino (segunda parte) o nueva embestida hacia el desconocido hortera que se dirige a su amigo, refiriéndose a mi culo


Tienen los grandes lastres sociales aquello de cotidiano y lo otro de dramático al mismo tiempo y es por lo primero que a veces hasta se puede originar la comedia. Así, lo de esta mañana, por ejemplo, eran tres veinteañeros de vida sexual inexistente admirando mi profuso trasero y las curvas de mi amiga y de ahí sacamos poesía y chistes todos los que queráis pero la verdad es que no me hace ni puta gracia. No consigo reírme de todo y sé que eso es un defecto, pero sepan que no tengo ni el más mínimo interés en evolucionar de aquel flanco. Soy más de la otra acera, de pensar si cuando un/a negro/a en Marrakech (o un/a gitano/a en Sevilla, o un/a Peruano/a en Barcelona) ve pasar las taxis uno tras otro sin que ninguno le pare se siente igual que cuando yo salgo de mi casa y voy hablando en inglés con mi preciosa amiga rubia de las curvas y tengo que aguantar a cuatro veinteañeros diciendo sandeces porque creen que las dos somos guiris y no los vamos a entender. Porque esa es la muerte del piropeador, el masturbarse con la palabra, en hacer un uso exhibicionista de la lengua, en pasear su fantasía como pasea flácido un pene el viejo que lo enseña en el parque a unos niños que no comprenden qué es eso colgón que el hombre agita, en no compartir el verbo, en no usarlo en su principio único e infalible que debe ser la comunicación, en disfrazarse con él de valiente ante los amigos porque las guiris no se enteran de nada. Esa es la muerte rancia y hortera del seductor de mediodía: el balbuceo incomprensible, la palabra sesgada, escondida, humillada, porque en el fondo ambos lo sabemos, que no ofende quien quiere pero hasta el coño, ese que él nombra, estoy de aguantar ofensas que no pueden serlo. Y si yo me vuelvo y me encaro a la risita paternalista del amigo y al acojone o la poca vergüenza del susodicho, me encuentro con unos ojos vacios, redondos, lerdos que jamás podré atravesar porque no habla inglés, pero tampoco domina el español, ni para ir ni para venir. Que te jodan bien jodido, machista paseador de palabra flácida, la calle es mía porque la merezco más que tú.

6 comentarios en “La calle, otro espacio masculino (segunda parte) o nueva embestida hacia el desconocido hortera que se dirige a su amigo, refiriéndose a mi culo

  1. Ofú Ali, vaya cabreo. Con lo bien que te sale a ti eso de volverte y dejarles más cortaos que un culo y más delante de los colegas. Piensa que el mejor desprecio es el no aprecio y no se merece ni un segundo más de tu tiempo, aunque me imagino lo que os dijeron y me da un coraje a mi también…

  2. Pues así a bote pronto no sé que decirte, hablamos realmente de machismo o de mala educación o lo que es peor de falta de educación. ( recuerdo que yo entiendo por machismo aquellas actitudes que someten la mujer al hombre, porque somos inferiores), y tampoco es cuestión de etiquetar todas las cosas que no nos gusta de los hombres como machismo. Y más que nada lo comento así, porque hay mujeres que son sumamente crueles cuando hablan de otras mujeres y se meten con su físico o el estilo (he tenido compañeras de clase veinteañeras así) y ¿qué decir cuando salen hablando de sus amantes o de otras mujeres en la tele en los programas telebasura?
    Cuando algún veinteañero se mete conmigo les suelto un moco y me quedo tan ancha
    Un abrazo

  3. Hola Marien,
    Gracias de nuevo por tu participación.
    Ya hemos hablado muchas veces acerca de lo que entendemos por machismo y sabemos que tenemos ideas diferentes de ese término. En cualquier caso debo puntualizar una cosao: pienso que hay muchísimas mujeres machistas y un ejemplo claro es el que tú pones. También, por supuesto, existen muchos hombres feministas (yo estoy casada con uno).
    ¡Besos!
    Alicia

  4. Por otro lado, Montse, es precisamente a eso que dices de “soltarles cualquier cosa y pasar” a lo que me refiero. Nos hemos resignado y desde un cierto de punto de vista lo comprendo porque si nos cabreásemos por cada comentario fuera de lugar no podríamos caminar por la calle pero ¿Te has parado a pensar las consecuencias de esa resignación? ¿Y las modificaciones que ha sufrido tu conducta y tu libertad para evitar ese tipo de comentarios? ¿Cuántas veces has elegido ropa menos llamativa o has cruzado la calle para evitar a un grupo de obreros o de veinteañeros o a cualquier tipología de hombre para evitar que te molesten? Estamos, una vez más ante un claro ejemplo de dominio masculino, el de las calles, el de lo público y a una nueva resignación y sumisión femenina.
    Besotes de nuevo

  5. Una vez en un concierto, unas amigas, mi chico y yo nos dirigíamos en fila hacia los baños entre la multitud. Estratégicamiente le colocamos a él al final de la fila cuando derrepente ocurre lo esperado, le tocan el culo a él, que se gira y con su voz grave dice «¡Oye tú…!» y el palpador le suelta «uy! perdón, creía que eras una tía…»

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